Escuela de monstruos, de El Bruno

Los Inrockuptibles
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3 min readJun 19, 2012

En el resbaloso terreno de la historieta infantil, El Bruno se las ingenia para desplegar su sensibilidad monstruosa. / Por Juan Manuel Domínguez

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Pensar en El Bruno implica pensar en una forma de vida monstruosa dentro de los férreos caminos de la historieta argentina. El Bruno se define, como cualquier monstruo, por las partes que lo forman. “Cuando definía mi imaginario, yo era una especie de criatura feroz a la cual tengo que alimentar y que siempre pide más. John Carpenter, Stephen King, George Romero, Basuritas, Monstickers, Misfits, The Cramps, Allan Poe, Bruce Campbell, Lucio Fulci, Dr. Mortis, Creepy, Swamp Thing, dice Mauro Serafini, humano detrás de esta bestia. Lista trituradora: desde el residuo pop fundacional de consumos-habichuelas mágicas (la Basuritas, por ejemplo) hasta el canon heanbanger pop (San Carpenter, San Romero, San Fulci: la santísima trinidad de los feligreses del VHS), El Bruno hizo añicos los huesos de sus proteínicas influencias hasta dar forma a su versión de la historieta infantil que muestra tanto su fascinación con la idea de una historieta industrial (es decir, con fecha de entrega) como ese merchandising de Santería Mondo Macabro. Su propio Frankenstein a cuerda.

El resultado final es Escuela de monstruos, historieta infantil (“eso ya de por sí me deja fuera del circuito de la historieta ‘seria’ o tradicional, si es que eso verdaderamente existe”) que después de ser serializada –todavía– en Genios y como libro en Grecia, Dubai e Israel, llega vía Editorial Pictus a las librerías argentinas. El Bruno, alguien capaz de recrear un trazo Burton-Gorey (“El vampiro juguetón”) o de una veta cabeza (su compilado Humor Etiliko), sabe que si hay un terreno celebrado solo desde la ventanilla del DeLorean y nunca en presente perfecto ese es el de la historieta infantil.

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“Hay muy poca cosa que me vuelva loco del circuito actual de la historieta argentina, por eso leo y releo humor de los años 40 o los 50”

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Y como lector de historietas, ¿qué le sorprende a El Bruno?: “Hay muy poca cosa que me vuelva loco del circuito actual de la historieta argentina, por eso leo y releo humor de los años 40 o los 50. Divito, Calé, Mazzone, Ianiro, etcétera… Me gusta esa manera de hacer humor y sobre todo de dibujar. El dibujo pícaro es el que me atrae, el que hoy en día hace Diego Parés. Al dibujo solemne y las historias pretenciosas ya no me los banco. No sé si hoy en día disfrutaría leer de El Eternauta como lo disfruté en mi adolescencia, y cualquier cosa actual que pretenda acercarse a eso me resulta ilegible”.

Lejos de que la mojada de oreja al impermeable Eternauta parezca un gesto snob para desacralizar, muestra la sincera materia de la que está hecho El Bruno: una feliz mala educación, una creencia no en estampitas sino en posters, tapas de VHS, figuritas y otras formas del pop residualmente clásico e invencible. Una pieza punk-metalera que es el Krypton, o el pantano, de un monstruo que salva a una tradición desde la destrucción. Una gran y necesaria bestia.

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EL BRUNO
Escuela de monstruos
(Pictus)
48 páginas

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