Especial sexo: Jincey Lumpkin
Era abogada de un estudio neoyorquino, pero el éxito que despertó el blog en el que relataba su vida sexual la llevó a cambiar de vida: dejó los tribunales y fundó Juicy Pink Box, una productora de películas porno protagonizadas por chicas. En poco tiempo, combinando realismo y un glamour sin estridencias, echando mano a una variada galería de actrices, se convirtió en la “Hugh Hefner del porno lésbico”. / Por Raphaël Malkin
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Con su mirada infernal y sus labios pulposos, Jincey Lumpkin tiene pinta de pin-up y haría calentar el deseo de más de uno. Pero que esos hombres sigan su camino, porque esta belleza sólo se interesa en las chicas. Mejor aún, la llaman la “Hugh Hefner del porno lésbico”. Como el fundador de la revista Playboy, Lumpkin se volvió en algunos años un ícono de la industria del XXX en los Estados Unidos. Productora, guionista y directora, es hoy un personaje eminente del pequeño mundo de películas girl-on-girl. Jincey nació en lo profundo de los Estados Unidos más conservadores, en el estado de Georgia. “Ahí, donde crecí, no había homosexuales. Fui educada por padres estrictos que frecuentaban asiduamente la parroquia”, recuerda. Finalmente, es por la tele que la muchacha consigue ampliar su horizonte sexual. A escondidas, mira el show corrosivo del conductor Howard Stern que recibe estrellas porno lesbianas en su programa. “Fue un shock, ¡me quedé helada!”, dice.
Antes de abrazar una carrera en el porno, Jincey Lumpkin siguió el camino de su padre e integró un estudio de abogados en Nueva York. “Una situación espantosa, no soportaba los horarios de oficina.” Para escaparse de su rutina, decide lanzar un blog en el que cuenta su vida sexual. Un éxito total, que transforma rápidamente la plataforma en una verdadera red social para lesbianas que comparten ahí sus experiencias. “Siempre me gustó hablar de sexo, pero al tener este blog, finalmente me di cuenta de que iba más allá, y de que era el sexo lo que me hacía más feliz.”
“Detesto esas películas con rubias teñidas con uñas falsas, donde todo está puesto en escena para que en un momento un tipo aparezca en la pantalla.”
Apoyándose en los contactos que estableció gracias a su blog, la abogada decide entonces lanzarse en la producción de películas lésbicas. En 2006, crea su empresa, Juicy Pink Box, y manda al carajo a todos los viejos clichés de la industria. “Detesto esas películas con rubias teñidas con uñas falsas, donde todo está puesto en escena para que en un momento un tipo aparezca en la pantalla.” En oposición a “esa falta de sinceridad y ese exceso de plasticidad”, ella quiere infundir “realismo y glamour”, como en los clásicos del cine estadounidense, que la vuelven loca. “Quise que mis películas fueran vistas como las escenas de sexo de una película normal, pero en este caso sólo habría sexo”, dice Lumpkin, quien se reconoce muy pudorosa como para alguna vez estar delante de la cámara.
Primero fue el show Taxi, una serie de secuencias filmadas en el asiento trasero de un taxi neoyorquino que andaba de noche. Después, Therapy, una serie de episodios donde jóvenes mujeres se masturban en un diván durante el tiempo que dura un profundo análisis. En cada sesión, Lumpkin filma a sus actrices desde todos los ángulos, no se contenta con grandes zooms a un par de dedos que exploran una vagina. Se ve a las actrices transpirar, detalles de sus rostros concentrados. Además, esas chicas no tienen nada que ver con la caricatura de la vedette llena de siliconas. En las películas de Juicy Pink Box nos topamos con un abanico de chicas, desde algunas más machonas como la ex luchadora Syd Blakovich, a la muy redondeada Ryan Kelly, pasando por la andrógina Jet Blue. “Elijo siempre chicas que quieren tener sexo juntas en la vida real, o a quienes claramente no les molestaría hacerlo fuera de cámara”, dice Lumpkin. Y agrega: “Mis películas son una experiencia corporal total, la única forma de entender lo que las chicas sienten… Hay que poder difundir nuestra visión del sexo como cualquier otro estilo de vida”.
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