Estreno: Bienvenidos a los 40, la nueva de Judd Apatow

En Bienvenidos a los 40, Judd Apatow destila aún más su humanidad marciana, y consigue –ahora sí– que sus personajes nos atraviesen: Apatow somos todos. / Por Juan Manuel Domínguez

Los Inrockuptibles
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5 min readApr 4, 2013

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Apatow, nave nodriza de la comedia americana contemporánea (al menos de aquella que no pasa por el muñeco de porcelana de Seth McFarlane), estrena su cuarta película. Apatow es el punto de intersección donde se han definido modos, límites y pecados de una diagrama de Venn ultrapop que une nombres como Adam Sandler (su ex compañerito de vivienda), Lena Dunham (la responsable de esa ex maravilla que era Girls antes de devenir una excusa para treintañeras aturdidas que necesitan enojarse con la moralejas salidas de Sex &The City) y la dupla Will Ferrell y Adam McKay (real vanguardia absurda del género). Pero a la hora de su trabajo, de su propia obra, Apatow se distancia de sus producidos. La primera, Virgen a los 40, era la más formal de sus comedias, y aquella que escondía el miedo al paso del tiempo (y mostraba modos de la amistad masculina crudos pero poderosos). Ligeramente embarazada, en sus impulsos de comedia fumona (tensados entre Seth Rogen, Jason Segel y Jonah Hill), tejía una comedia romántica que daba un paso acróbata –aunque no podía dejar de respirarse conservador– hacia una especie de realismo. Ese realismo apareció melancólico y enojado (consigo mismo) en la ambiciosa Funny People (editada en DVD por aquí como Hazme reír, fracaso de taquilla en los Estados Unidos), donde Adam Sandler, haciendo de una versión cuasi realista de sí misma (o de Apatow), esnifaba la egomanía que implica ser, amar y creerse parte del álbum de figuritas de la comedia norteamericana (a partir del uso de cameos, Apatow les rendía homenaje a comediantes que la gente ya ni googlea) y la soltaba en una película marciana, de enfermedades terminales y caprichos adultos, más cercana a la humanidad romántica de James L. Brooks que al histrionismo de Steve Carrell.

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Sin renunciar a ciertos movimientos narrativos, Apatow ha mostrado la forma de ser gracioso siendo brutalmente honesto, creando personajes con vida.

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De una versión más sentida de la fábula del virgen adulto hasta la idea concreta de la muerte, Apatow pasa a una película que él define de la siguiente forma hablando con Scott Foundas en la Film Comment: “Nada de mí indicaba que un día yo fuera la persona que escribiera comedias desde un lugar en extremo personal y sin saber realmente cuál era el punto. Es algo que simplemente se dio orgánicamente. Entonces, estaba pensando en escribir sobre esta edad (los 40), este momento de tu vida donde hacés el inventario y ves cómo te sentís al respecto. Tenés una sensación de que la vida no va a cambiar mucho más. No me voy a convertir en un paisajista en este momento de mi vida. Estas son mis hijas, mi esposa, mi trabajo, mi familia extendida y cómo me siento en el mundo. ¿Qué hago con ello?”.

Lo que Apatow hizo con ello es un experimento, ambicioso pero amable, donde toma la vida de la pareja no protagonista de Ligeramente embarazada (la leyenda de la película dice “Una especie de secuela de Ligeramente embarazada”); es decir, a Paul Rudd y a Leslie Mann, su esposa fuera de la pantalla, y los muestra cumpliendo cuarenta. Apatow se muestra filtrado por un guión: Mann es su mujer, las niñas de la pareja son sus propias hijas y Paul Rudd es su amigo (y, claramente, una especie de alter ego). Puede parecer que la cancherea pero, como nadie –o al menos nadie que haga comedias mainstream–, pone todo aquello que lo hace y deshace en la mesa. Hasta aquello que lo hace hijo de puta, o ñoño, o miserable, o alguien a quien amar. Y el resultado es una película que tiene más devenir, más fluir, que objetivos: no se entiende muy bien qué pasa, no se entiende del todo cuál es el punto, pero ese día a día de una familia acomodada de Los Ángeles cala en los huesos. Algo que se parece no a la vida, pero sí a la forma en que se siente. Incluso hasta cuando parecería que los problemas de un tipo que se ve y actúa como Paul Rudd (o sea, galán pero sin ser Brad Pitt) y su sello discográfico a punto de fundir que edita por amor a Frank Black no van más allá de ser un capricho llorica de un millonario que hace, a nuestros ojos, lo que quiere con el cine (acá, por ejemplo, tiene a Megan Fox brillando como casi nadie en su papel de zorra con corazón).

Gritos de niñas de catorce años bardeando Mad Men, padres reflexionando “J.J. Abrams arruinó a nuestra hija. Fuckin geek”, padres sexagenarios con tres nuevos hijos gracias a la fecundación in vitro, esposas viendo a regañadientes los hemorroides de su esposo, el intento de cambiar a una dieta sana y desactivar el wi-fi, mirar un culo con un amigo y saber que te mira tu esposa, saber que tu marido no tendría ni idea de qué hacer con ese culo… Apatow, incluso sin renunciar a ciertos movimientos narrativos (el gran evento del final, donde se cruzan todos), ha mostrado la forma de ser gracioso siendo brutalmente honesto, creando personajes con vida. Si hay algo que desarma de Bienvenidos a los 40 es mostrar esa tensión que ponemos en el día a día, en entender por qué nos aferramos a otros (sabiendo que no queda otra opción); qué hacen los otros con lo que amamos, odiamos, escondemos, cuando no sabemos si es el amor o el colesterol lo que nos matará (aunque hay uno de esos dos que tiene medicamento). Todo es un jenga en el que no podemos dejar de sentir que, mientras seguimos escuchando a Frank Black, el mundo será incompresible en cada instante. Y no importa si tenemos cuarenta o trece, o una esposa que aparece en tetas y su marido se queda jugando al iPad, o un tipo medio forro pero sincero que no quiere que sus mujeres bailen “Like a Thunder Dragon”. Lo que importa es que Apatow aprendió a mostrar a gente explotando sin ser Cassavetes: sabe que las peleas son ese lugar donde las cosas salvajes detonan; las formas en que nos amamos, en que nos aterra lo ilógico que nos son los demás, o nuestra edad, o lo que escuchan, o lo que comen, o tener enfermedades, o querer ser mejores pero comiendo papas fritas y dejar que J.J. Abrams nos arruine la vida. Bienvenidos a los 40, seguro, o bienvenido al cine todavía pop, pero más humano que nunca de Apatow.

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