Estreno: Diablo, de Nicanor Loreti

De género, Argentina y algo violenta. Reseñamos Diablo, la película de Nicanor Loreti, protagonozada por Juan Palomino, Sergio Boris y Luis Ziembrowski. / Por Javier Diz

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Hace un tiempo ya que la producción de cine de género en la Argentina se fue haciendo más nutrida, con una cantidad de nombres y propuestas interesantes que, si bien no oculta su matriz rudimentaria de inevitable autogestión, consigue plasmar de tanto en tanto, entre muchos títulos claramente heterogéneos, alguna propuesta que se desmarca de la media. Diablo podría ser una de esas películas. Y de hecho lo es, porque cuenta una historia sólida, con personajes que tienen peso propio (el de Palomino, sobre todo, que puede encabezar tranquilamente una saga de películas sobre su personaje) y que exhibe un nervio y unas ganas de hacer cine que ya quisieran otras. Pero también expone algunas cuestiones que representan un caso curioso en la manera de hacer género de buena parte de sus responsables (de FARSA para abajo). Si bien generalizar no suele ser lo correcto, en el caso de las producciones independientes de género local existen elementos que las atraviesan a todas, características que, más allá de la propuesta personal de cada una de ellas, las une en lo estético, las hermana. Lo llamativo es que esas elecciones –que a fin de cuenta fabrican una impronta, y por eso hace que todas esas películas “dialoguen” entre sí– dan cuenta de una manera de hacer cine que responde a gustos muy definidos, a referentes que parecen ser festejados película tras película, casi como una cuestión apostólica de clan.

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El primer Sam Raimi, el Peter Jackson de Mal gusto, las producciones de Troma, los sangrientos ochenta, se filtran –conscientemente o no– en estas películas, y así terminan por definir una estética. Planos angulados, primeros planos desencajados (casi siempre con los actores gesticulando de manera histriónica), actuaciones por lo general paródicas, música heavy en momentos de violencia o acción, parecieran ser los pasos obligados, como si fueran códigos de pertenencia que hay que exhibir en cualquiera de estos títulos. En el caso particular de Diablo, hay que remarcar que, si bien todo esto está –y le da ese toque de clase b que toda la producción de género local parece necesitar para sentirse como tal–, la película no se construye a partir de estos golpes (ultraviolentos, eso sí) de efecto, sino que los incluye. Y ahí el talento de Loreti, que cuando sabe que le habla a la popular del BARS, lo hace sin desentender el relato, sin abandonar un eje que recae, mucho y bien, en los hombros del enorme personaje de Palomino. Y cuando lo hace, lo hace a los gritos, pero con cierta onda, gracia (básicamente es una comedia) y mucho rigor, como en ese tiroteo desquiciado y hermoso del final. Por ahí es la cosa.

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Diablo
De Nicanor Loreti
Con Juan Palomino, Sergio Boris y Luis Ziembrowski