Facebook versus la corporación política: Mark Zuckerberg en el Senado

El CEO debió rendir cuentas ante el Senado de los Estados Unidos sobre las bochornosas filtraciones de datos de Facebook, entre otros escándalos de su compañía, y la pasó bastante mal. ¿Alguien piensa en los usuarios?

Los Inrockuptibles
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6 min readMay 8, 2018

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Por Matías Capelli

¿Alguna vez escucharon el ruido que hacen medio centenar de cámaras de foto disparando a mansalva al mismo tiempo? Los obturadores se cierran dos o tres veces por segundo; sin la limitación del fílmico, las ráfagas automáticas pueden durar minutos. Y en su repetición infinitesimal en una sala cerrada, en sus movimientos coordinados siguiendo a su objetivo y tratando de capturarlo todo, en la miríada de lentes resuena la presencia de una criatura maquinal. ¿Alguna vez lo escucharon? Se parece bastante al aletear de un insecto gigante acechando a un ser de otra especie. Casi que da escalofríos.

El martes 10 de abril, en el Capitolio de Washington, Mark Zuckerberg lo experimentó cuando tuvo que testificar ante los representantes del Senado de los Estados Unidos por los diversos escándalos en los que se vio involucrada Facebook, compañía de la cual es fundador y CEO: negligencia en la gestión de datos de sus usuarios, violaciones al derecho de privacidad e influencia en procesos electorales, incluidas las últimas dos elecciones presidenciales en los Estados Unidos, entre otras cuestiones de primer orden. Trajeado y con corbata, el magnate de 33 años entró al recinto y fue acribillado por reporteros gráficos antes de enfrentarse a la corporación política durante cinco horas.

¿Es Facebook un monopolio? ¿Es una corporación demasiado poderosa? ¿Debe estar sujeta a regulación especial? Los datos personales que Facebook obtiene de sus usuarios son el petróleo de la era digital.

De un lado el Senado de los Estados Unidos y del otro, el hombre más rico y joven del planeta. ¿Cuánto saldrá el traje de Mark? ¿Cuánto habrá gastado en preparativos para esta audiencia, en abogados, en lobbistas, en representantes, en coaching comunicacional? Todos los lobbistas de la ciudad están de alguna forma u otra involucrados con esta sesión, dijo un senador como para dejar en claro los intereses en juego. ¿Le habrá recetado su equipo de psiquiatras algún psicofármaco para aumentar su nivel de lucidez y también de aplomo, de tranquilidad, de buen humor y empatía? No es descabellado imaginarse a los más sofisticados dispositivos de la biociencia operando a su favor, como cuando Del Potro se lesiona la muñeca o Messi una rodilla, pero multiplicado por diez.

Muchos senadores leían sin disimular preguntas que alguien les había escrito, y algunos dijeron cosas que recordaban con cariño a las digitalmente iletradas declaraciones de nuestro exministro de Comunicaciones y actual ministro de Defensa, o a un abuelo que nos llama preocupado porque desplazó la barra de tareas hacia un costado de la pantalla y no logra volver a ponerla en la ubicación original. Otros senadores, sin embargo, bichos de piel curtidísima y también ellos dueños de trajes carísimos, sí lo hicieron trastabillar a Mark cuando las preguntas técnicas daban en el blanco o cuando llevaban el debate al terreno político. Ahí lo tuvieron contra las cuerdas. Cuando le preguntaron quién era su principal competidor, cuando le preguntaron qué empresa presta un servicio similar, cuando le preguntaron por qué no debería ser considerado un monopolio. Cuando le preguntaron si es cierto que Facebook puede monitorear la actividad de navegación de un usuario incluso luego de desloguearse de la plataforma o navegando en otra ventana, si puede monitorear la actividad entre dispositivos que usen la misma cuenta de la red social, si es cierto que compila y guarda hasta 96 categorías de datos personales de sus usuarios, y, sobre todo, por qué no notificó a los usuarios afectados por los incidentes de robo de datos. O cuando preguntaron: ¿Son una plataforma tecnológica o son el editor de contenido más grande del mundo? “Somos una empresa de tecnología”, respondió Zuckerberg. “La mayoría de nuestros empleados son ingenieros que desarrollan productos. Nuestra competencia es Apple, Google, Amazon, etcétera.”

Cada dos por tres, Zuckerberg quiso echar mano a su historia de self made man: “Cuando empecé con todo esto en mi habitación de estudiante universitario”, trató de argumentar varias veces, pero los senadores lo pararon en seco. Es una historia muy inspiradora la tuya, Mark, creaste de la nada una gran compañía estadounidense, sos un ejemplo para la nación, “only in America”, pero ahora no estás en la habitación de tu dormi en Harvard, ni en la película de David Fincher, ahora sos el CEO de una de las corporaciones más grandes del mundo, con 2 mil millones de usuarios activos al mes, mayor a la población de cualquier país, tu fortuna está valuada en 66 billones de dólares, podés influir en procesos políticos como elecciones o protestas en cualquier país del globo. No vengas con excusas ni pedidos de disculpas.

Zuckerberg hizo gala de su compromiso con eliminar de su plataforma todo contenido que respondiera al “discurso del odio” (hate speech). Pero volvió a trastabillar cuando una senadora preguntó cuál era su definición de odio. Bueno, esa es una pregunta difícil. Vaya que sí. ¿Corresponde a una corporación definir qué es discurso de odio, qué hiere la sensibilidad de sus usuarios y hasta dónde llega la libertad de expresión? ¿Es una prerrogativa que tiene que quedar en manos de los estados o de un algoritmo, de herramientas de inteligencia artificial, de reportes de usuarios o de un gerente?

Ahí la sesión pareció inscribirse en la histórica tradición política estadounidense del gobierno federal poniéndole límite a ciertas corporaciones cuando se vuelven monstruos demasiado grandes y poderosos. De Standard Oil de los Rockefeller a principios del siglo XX hasta Microsoft de Bill Gates en el año 2000. Eso es lo que hacemos nosotros acá, le recordó un senador. O regulamos la actividad o desmembramos a la empresa en partes. Ese es el principal interrogante a futuro: ¿Es Facebook un monopolio? ¿Es una corporación demasiado poderosa? ¿Debe estar sujeta a regulación especial? La Unión Europea, por ejemplo, aprobó un régimen regulatorio bastante estricto para Facebook y Google. “¿Deberíamos seguir el ejemplo de Europa?”, quiso saber otro senador.

De un lado, el Senado de los Estados Unidos, y del otro, el hombre más rico y joven del planeta. ¿Cuánto saldrá el traje de Mark? ¿Cuánto habrá gastado en preparativos para esta audiencia, en abogados, en lobbistas, en representantes, en coaching comunicacional? Todos los lobbistas de la ciudad están de alguna forma u otra involucrados con esta sesión, dijo un senador para dejar en claro los intereses en juego.

Los datos personales que Facebook obtiene de sus usuarios son el petróleo de la era digital. No en vano se le dice “minería de datos”, “cosecha de datos”. Según el reporte anual de la compañía, cada usuario estadounidense tiene para Facebook un valor de 100 dólares por cabeza; el triple que un usuario europeo. ¿Por qué esta diferencia? Por la cantidad y calidad de datos que le pueden extraer a uno y a otro.

¿Alguna vez escucharon el ruido que hace la minería de datos extrayendo bites a pico y pala horadando nuestra piedra digital? Es el ruido de millones de ventiladores refrigerando bunkers con granjas de servidores recluidos en algún rincón del planeta en que la electricidad es barata y no hay riesgos de terremotos, guerras ni inundaciones. Es el ruido que en este mismo instante hace el capital multiplicándose a sí mismo. Un sonido también escalofriante.

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