Festival de Cannes: ante la duda, el cine francés

Programar películas para el festival más grande del mundo no debe ser simple. Después de la moda de la crueldad y la violencia, hay que ir a lo seguro: el cine francés. Cinco ejemplos de cineastas que muestran su vigencia.

Los Inrockuptibles
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4 min readMay 29, 2017

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Por Diego Lerer

Juliette Binoche en Un beau soleil intérieur, de Claire Denis

Diario de Cannes #3

Una de las cosas más o menos seguras en el Festival de Cannes, cuando uno duda acerca de qué película ir a ver ante dos o más opciones, lo que suele convenir es acercarse a un film francés. ¿Quiere esto decir que las películas francesas son mejores que las demás? No, no es eso. Si bien tienen un promedio de calidad más que digno –al menos dentro de este universo de “películas de festivales”– hay dos cosas que lo destacan del resto. Por un lado, la oferta para llegar aquí es mucho mayor, por lo que el proceso de selección acaso sea más estricto. Y, por otro, porque hay una serie de maestros que año a año producen filmes que demuestran que siguen arriesgándose, que no se duermen en los laureles ni se apoyan en lo conocido. Y aún cuando sus películas no superen a sus clásicos, son aplaudibles por su decisión de seguir apostando a más.

¿Quiénes son estos? Agnès Varda, Claire Denis, Bruno Dumont, Mathieu Amalric, Philippe Garrel, Claude Lanzmann y Raymond Depardon (en junio estará en Buenos Aires), entre otros. Lo particular de esta selección es que ninguno de ellos estaba en la competencia oficial. Allí, salvo alguna excepción (como el film de Robin Campillo), la programación local falló, ofreciendo películas menores de Michel Hazanavicius, Jacques Doillon y François Ozon, y volviendo a generar la pregunta que nos hacíamos en el Diario anterior: ¿cuál es el criterio que prima aquí a la hora de la selección para la competencia?

Jeanne Balibar en Bárbara, de Mathieu Amalric

A los 78 años, Varda se une en Visages Villages con un joven fotógrafo llamado JR y recorre con él varios pueblos del interior francés retratando, cinematográfica y fotográficamente a su gente, y armando grandes murales con sus rostros en sus casas o en sus lugares de trabajo. En las entrevistas que le hace a la gente, la directora los escucha, los respeta, los homenajea. Se trata de gente de pueblo, de esas personas que en algunos documentales argentinos suelen ser ridiculizadas para la satisfacción del director y la risa sobradora de los espectadores. Varda hace todo lo contrario: los celebra, los hace protagonistas.

El caso de Claire Denis es curioso. En Un beau soleil intérieur hace una película mucho más accesible y comercial que las anteriores, con Juliette Binoche (foto) interpretando a una mujer que sufre por sus difíciles relaciones amorosas. Da la impresión que para la directora de Beau Travail, hacer una “típica película francesa” de burgueses con problemas románticos es un ejercicio de estilo tan arriesgado como todo lo que viene haciendo desde siempre. Acaso no sea su mejor película, pero es seguro que pocas veces vieron a Binoche y Depardieu en una mejor escena juntos.

Dumont, que se hizo famoso por sus secas y rigurosas películas sobre duros y difíciles personajes del norte de Francia, no cambió de locación pero sí de espíritu. Tras el éxito de P´tit Quinquin sigue arriesgando más y más. Y ahora se despacha con un musical sobre la infancia de Juana de Arco llamado Jeanette, en el que la música es básicamente metal, rock industrial y un poco de hip-hop. Lo más interesante es que no es una parodia. Si bien hay momentos muy graciosos, a su manera es una película respetuosa y compleja sobre los motivos y acciones del el mítico personaje.

Otro que podría quedarse en los laureles –de su carrera actoral– es Mathieu Amalric. Pero sigue dirigiendo y tomando riesgos cada vez que lo hace. Bárbara es una anti-biografía sobre la mítica cantante francesa, una ficción dentro de otra ficción en la que Jeanne Balibar interpreta a una actriz que tiene que hacer el rol de la cantante. Y la vemos ensayar, tocar, cantar y salir de gira, sin darnos cuenta en qué nivel de ficción estamos porque, finalmente, cuando suena el piano y la voz de Balibar todo vuelve a ser documental.

El que acaso no cambió tanto su “fórmula” es Garrel. El veterano cineasta lleva casi 50 años haciendo films sobre las complicaciones del amor. En L’amant du jour se muestra más liviano que nunca. Si bien los problemas siguen siendo los mismos, la ligereza del trato nos hace acordar al cine de Hong Sangsoo, Eric Rohmer o el de las mejores etapas de Woody Allen. Es una película muy breve en blanco y negro sobre un padre, su amante, su hija y todos los cruces posibles de un triángulo que no es un triángulo sino una confirmación de que, por más que cambien las costumbres generacionales, los problemas y deleites que ofrecen las relaciones amorosas siguen siendo los mismos.

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