FIBA: Entrevista a Fernando Rubio

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles
Published in
9 min readSep 15, 2015

Nadie que haya visto alguna vez una obra de Fernando Rubio pudo serle indiferente. El suyo es un teatro singularísimo, arriesgado, más cerca de la instalación que de la sobriedad de una sala tradicional, que sorprende y modifica a los espectadores constituyendo una experiencia, una situación de intimidad con un fuerte contenido emotivo. Ya lo había hecho hace muchos años en una de sus primeras puestas, por medio de unas cabinas en donde los espectadores entraban de a uno para escuchar un relato. Y lo sigue haciendo en las tres obras que mostrará en FIBA, que este año le dedica merecidamente la sección Foco.

Una de las puestas más llamativas que volverá a montar es Todo lo que está a mi lado, que consiste en una serie de camas emplazadas en espacios más o menos públicos. Lo que sucede ahí es que los espectadores se descalzan y se recuestan al lado de las actrices para escuchar un texto que los interpela, escrito en segunda persona. Pero cada espectador llega a esas camas con una historia detrás: ¿cuántas veces se acostó en una de ellas, como lugar de descanso, de pasión, de nacimiento? ¿Qué le provoca entonces esa situación? Además, después de dos años sin funciones, vuelve para la ocasión Pueden dejar lo que quieran, una obra-instalación montada a partir de prendas de ropa, con una estructura interactiva que se llena de historias a partir de la vida de un hombre que perdió a su familia. Y como si fuera poco, también presenta por primera vez los resultados de un proyecto de residencia creativa que coordina, llamado Jardín Sahel. Instalado en Río de Janeiro pero muy cerca de Buenos Aires, Rubio se acerca y aleja de su trabajo, generando un pensamiento activo sobre lo que implican los procesos creativos, y las búsquedas que se continúan y profundizan a lo largo de los años.

-

ENTREVISTA > ¿Cómo elegiste, de todas tus obras, las que vas a montar en FIBA? ¿Qué tiene de particular cada una?
El año pasado me convocaron y me dijeron que querían hacer foco en mí. No llega a ser una retrospectiva, sino un foco sobre algunos proyectos: Pueden dejar lo que quieran, Todo lo que está a mi lado, y el resultado de la primera de las residencias que organizo en Jardín Sahel, con Luciana Acuña y Nick Hallet. Ese proyecto es una extensión de mi obra: lo que busco es construir un espacio para empezar a discutir no solamente las formas sino también nuestros tiempos de creación, y aparece ahí un diálogo con algunas ausencias de la política cultural. La idea es replantear un poco “la construcción de obra”, separándonos del semimontado y del work in progress, pensando que hay un ejercicio de obra que se puede mostrar desde las limitaciones y los parámetros que pone la residencia. En este caso, es el encuentro entre dos personas que nunca antes trabajaron juntas, que no se conocen, que pertenecen a dos países diferentes, con dos lenguas diferentes, y provienen también de distintas disciplinas. Lo que aparece es ese choque y la tensión de los artistas por llegar a mostrar algo lo más acabado posible. Podemos discutir si se trata o no de una “obra”. Estos tres proyectos resumen de alguna manera mi mayor actividad, que también está ligada obviamente a la acción y al pensamiento. Y probablemente incluya un trabajo visual sobre mis textos, sobre la dramaturgia. Todo lo que está a mi lado se va a hacer en la plaza seca del Teatro Colón, vamos a instalar las camas, y mi idea es hacer una intervención en una pantalla gigante que hay ahí, jugando un poco con el título del libro de Fogwill Vivir afuera. Se va a llamar Decir afuera, como una manera de poner la dramaturgia en otro ámbito.

“Siempre busqué descentralizar los espacios. Ver realmente cómo la obra podía establecer contactos con la gente, no con el espectador de teatro en particular.”

¿Qué camino hizo la obra Todo lo que está a mi lado desde que se estrenó hasta ahora? ¿Cómo fue montarla en distintas partes del mundo?
Fue un camino largo, porque la obra plantea una permanente resignificación. Uno de los objetivos que tenía era atravesar una serie de espacios de las ciudades, de la naturaleza, distintos países, espacios cerrados, espacios abiertos, distintas estaciones del año. Es una obra que genera una permanente investigación. El trabajo fue explosivo, porque ya van diez montajes; hay diez elencos de la obra en todo el mundo, dirigidos por mí en cuatro años. La obra se hizo en la Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Cuba, los Estados Unidos, Grecia, Holanda, España y Corea, con elencos de cada país. Implicó un aprendizaje permanente para mí, además de todo lo lindo que tiene que a una obra le vaya bien. En este tipo de obras no aparece el “me gustó” o “no me gustó”, sino que es más intenso todavía. La conmoción de la gente es muy grande. No sabés la cantidad de cartas que me escriben para contarme lo que les pasó cuando la vieron… Montaje a montaje hay una investigación real, que está dado en primer lugar por el trabajo que hago con las actrices y por los nuevos espacios. Pero también por el diálogo con diferentes idiosincrasias. Cuando la hicimos en Grecia, era el momento de plena ebullición política, y la obra fue muy emocionante. El diálogo con Oriente y con Corea del Sur fue maravilloso también. Tuve que reaprender la dirección de la obra ahí. Por un excesivo respeto, las actrices ni me miraban a los ojos… Y trabajamos mucho, y llegamos al fondo de la cuestión, y fue muy emocionante lo que pasó con la obra allá. Los textos de esta obra están en segunda persona, y depende mucho del espectador cómo tome lo que le dicen, cómo lo interpela. Mi investigación pasa mucho por toda la sospecha sobre quién puede ser la persona que se impacte con eso.

Vos solés volver a ciertos temas de forma recurrente: la intimidad, las relaciones interpersonales, la memoria y los recuerdos. Y hay también una búsqueda explícita de generar cierta experiencia en los espectadores, que salgan modificados.
Sí, entendí que es algo que quería seguir investigando toda la vida. Porque realmente lo que me interesa es intentar generar esos acontecimientos y buscar esa idea casi utópica de generar contactos con los desconocidos. Generar un espacio de descubrimiento de aquello que pensábamos que conocíamos. Voy detrás de una búsqueda que intenta que a nadie le dé lo mismo haber pasado por las obras. Y si bien los recursos poéticos y visuales tienen para eso un lugar importante en mi trabajo, hay algo de nuestra presencia que es muy fuerte. Probablemente esté ligado a los temores infantiles, a las ausencias, o a la memoria. Las palabras, en su significado y en su sonoridad, pueden ser un pensamiento de la memoria. Hay una voz que se replica en muchos cuerpos, y en algún lugar eso se continúa. Por eso me interesa presentar mis obras de esta manera. Prefiero volver sobre ellas e ir a otros lugares. Hay resonancias que me interesa generar, no espectáculos.

“Creo que el primer problema del teatro es el espectáculo. Hay una espectacularización de los temas, una espectacularización del yo, de la idea de nombrarnos como autores, como directores. La gente se da cuenta de eso, lo percibe. Si lo único que te llega es lo que te devuelve la gente que siempre va a ver teatro, siento que falta algo.”

Pueden dejar lo que quieran se estrenó en 2011. ¿Qué pasó desde ese momento hasta ahora?
Pasó por España, por Buenos Aires, ganó una Residencia y un premio. Estuvo en varios festivales en Europa. Y la dejamos de hacer porque es compleja, es como una instalación. La presencia de la ropa es fundamental, porque es a través de esa ropa que un hombre va reconstruyendo la ausencia de su familia, que murió en un accidente. Los siete actores cuentan la historia de ese hombre, el que transformó su realidad en un hecho multiplicador. La obra habla del teatro que busco hacer, y por otro lado genera un efecto multiplicador real en el público. A mí me genera un pensamiento crítico permanente. Es muy interesante lo que se da espacialmente; esa construcción de espacios que no son reconocibles, pero que están construidos con elementos reconocibles. Siento que lo que plantea la obra, además del lenguaje dramatúrgico y escénico, es algo que a mí ahora me sigue provocando. Sigo preguntándome un montón de las cosas que me pregunto ahí, me sigue alimentando mucho. En unos meses se va a publicar el texto en la editorial Libretto, y lo volví a leer y corregí algunas cosas que me habían hecho ruido siempre, pero el espíritu sigue estando intacto, me sigue gustando. Después de dos años de no hacer la obra, volvimos a ensayar con los actores y sentí mucha paz. Es uno de mis proyectos más queridos, podría hablarte horas de él.

¿Cómo te llevás con tus colegas? ¿Tenés diálogo con otros dramaturgos o directores contemporáneos?
El gesto más claro de cuánto me interesa habilitar diálogos está, por un lado, en el proyecto de Jardín Sahel. Y, de hecho, uno de los motores para ese proyecto es la sensación de una ausencia de diálogo profundo. Sí charlo con colegas, con compañeros, con amigos que son artistas y con los que estamos pensando y craneando cosas. Pero siento que tenemos una deuda grande con la herencia. Y hablo específicamente de nuestro país. Durante mucho tiempo se construyó dejando atrás lo que habían construido grandes artistas. La idea de lo contemporáneo erradicando el pasado me parece absurda. Y desde ese lugar, no sé si hay mucha gente de mi generación con la que dialogue. No siento que el lazo estrecho que establecí con Tato Pavlovsky, por mencionar a alguien, sea algo que muchos busquen. Y sí lo digo como una crítica. Uno de los grandes problemas actuales es que muchos piensan que hay cosas que las hacen por primera vez. Eso habla de una ignorancia muy grande… Hay una fractura ahí, que a mi entender se produce de una manera deliberada en los noventa, con muchos autores que la generaron, y que hoy están dirigiendo el teatro comercial, por otro lado. Se dedicaron a negar mucho de lo que venía atrás, y hoy muchos de ellos terminaron haciendo bostas.

“Durante mucho tiempo se construyó dejando atrás lo que habían construido grandes artistas. La idea de lo contemporáneo erradicando el pasado me parece absurda.”

¿En qué lugar te plantás en relación al circuito teatral de acá?
Veo que en varios sentidos hay un enorme empobrecimiento. Por un lado, en las preocupaciones, en los temas, y en la indagación de las formas… Algo del carácter de mi trabajo pasa porque llevo diecisiete o dieciocho años investigando un mismo lenguaje. No hubiera sido tan fácil para mí llegar a algunas conclusiones prácticas o teóricas si no fuera así. Y creo que hay un montón de gente que hoy dirige o escribe teatro que está detrás de la nueva obra. Y entran en un circuito que está ligado directamente a la eficacia del espectáculo, y no al trazado que hace un artista sobre sus pensamientos y sus ideas. Esto es muy visible. Creo que el primer problema del teatro es el espectáculo. Hay una espectacularización de los temas, una espectacularización del yo, de la idea de nombrarnos como autores, como directores. La gente se da cuenta de eso, lo percibe. Si lo único que te llega es lo que te devuelve la gente que siempre va a ver teatro, siento que falta algo.

Vas a muchos festivales, tus obras se montan en distintos espacios. ¿Qué tipo de experiencia fuiste adquiriendo con eso?
Mi mayor experiencia en el exterior me la dio Todo lo que está a mi lado, referida al diálogo de lenguajes. Porque voy a trabajar mucho tiempo antes a cada país, porque establezco un diálogo y una complicidad con la gente del lugar, y comparto cierto tiempo como para discutir un poco lo que pasa. Hay pocos festivales que habiliten el diálogo, el cruce y la discusión estética, de pensamiento y lenguaje entre dramaturgos. En mi caso, siempre busqué descentralizar los espacios. Ver realmente cómo la obra podía establecer contactos con la gente, no con el espectador de teatro en particular. Me interesa ese diálogo con gente que no está acostumbrada a transitar esos lenguajes o esas estéticas. Por eso, que una obra salga a la calle me parece tan interesante y enriquecedor.

-

FIBA
Del jueves 17 al 4 de octubre.
La programación completa en festivales.buenosaires.gob.ar/es/fiba

Participá por dos entradas para ver la obra A flor de piel, de Christophe Berthonneau, en la apertura del FIBA el jueves 17 a las 21 en el Parque Sarmiento. Comentá abajo cúal fue la mejor obra que viste últimamente (y dónde). Entre los que contesten vamos a sortear cinco pares de entradas. Tenés tiempo hasta mañana 16/9 a las 13 horas.

--

--

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles

El medio para los que hacen — Música, cine, libros, artes y más.