FIFA 16: Camino a la gloria
Cada reencarnación del FIFA es un poco más que una actualización y un poco menos que un juego completamente nuevo. Las bases siempre se mantienen. En la versión 2016, los cambios más evidentes son tres: un enlentecimiento del ritmo, un nuevo tipo de pases orientados (que probablemente usaremos hasta el cansancio) y la presencia de equipos femeninos, cuyo anuncio, como era de esperar, escandalizó a los usuarios más machistas. Desafortunadamente para ellos, lo cierto es que la competencia femenina que propone el FIFA 16, menos física y desenfrenada que la de los hombres (y por ende, menos táctica), es igual de entretenida.
¿Estos cambios hacen una diferencia significativa o son más bien secundarios? En el caso del FIFA, ambas opciones son válidas, porque la gracia del juego radica justamente en esa mezcla entre familiaridad y extrañeza que provocan cada una de sus nuevas versiones. Uno lo juega de forma casi automática, hasta que de repente un pequeño detalle obliga a aprender todo de nuevo. O al menos eso sentimos cuando notamos que un adversario se ve favorecido, el juego nos hace trampa o los jugadores desarrollan una verdadera personalidad. En ese alternar entre la fusión con el sistema de juego (encadenamos pases y goles, todo nos sale bien) y la sensación de que nos repele (el juego se vuelve injusto, nos lleva al fracaso), el FIFA vale antes que nada por su misterio. ¿Azar, ilusión o imaginación del jugador que proyecta emociones y fantasías? Seguramente se trate de una mezcla de las tres cosas.
Jugar al FIFA es, de alguna manera, intentar descifrar ese código para crear coreografías futbolísticas perfectas (por ejemplo: pase en profundidad, desborde del lateral, centro al segundo palo y cabezazo letal a la red). Pero es también adaptarse al sistema, improvisar e inventar. En ese sentido, cada vez que agarramos el joystick somos un poco creadores, y como consecuencia existen mil maneras diferentes de jugar al FIFA. Este fenómeno fragmentado y potenciado por la naturaleza eminentemente configurable de la experiencia se adapta a la demanda –real o supuesta– de los jugadores, y pretende no decepcionar ni excluir a nadie. El FIFA 16, entonces, es la culminación de una visión particular de los videojuegos, detallista e industrial, con sus límites pero también sus cualidades, sobre todo a la hora de estimular la creatividad del jugador. Lo dicho: cada reencarnación es un poco más que una actualización y un poco menos que un juego nuevo. Lo seguro es que nunca decepciona.
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FIFA 16
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