“Fogwill, una memoria coral”, de Patricio Zunini

Los Inrockuptibles
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3 min readJul 6, 2014

¿Qué interés podría tener a priori leer una seguidilla de opiniones de personas ligadas al “ambiente cultural” sobre un escritor que ya no está, en vez de leer su obra? Esta pregunta estalla por los aires apenas avanzamos en las primeras páginas de Fogwill, una memoria coral, la colección de testimonios –perfectamente ensamblados– recogidos por Patricio Zunini en torno a la figura –pública, privada– del autor de Los pichiciegos. Porque no es tanto lo valioso de la mirada de quienes lo conocieron de cerca, como Sergio Bizzio, Francisco Garamona, Alberto Laiseca, Alan Pauls, Damián Tabarovsky, Damián Ríos, Elsa Osorio, Fabián Casas y un largo etcétera, como los impresionantes efectos que Fogwill causó en todos ellos, determinantes para sus propias obras o posicionamientos frente a la literatura, lo que resulta clave en este gran mosaico de voces. Muchos, de hecho, coinciden en haberlo admirado como autor de cuentos o poemas memorables, pero también en que su obra va por otro carril, proyectándose todavía sobre el canon de las letras de nuestro país.

No es tanto lo valioso de la mirada de quienes lo conocieron de cerca como los impresionantes efectos que Fogwill causó en todos ellos, determinantes para sus propias obras o posicionamientos frente a la literatura.

Fogwill era de esos autores-personajes que generaba instantáneamente anécdotas. Cualquiera que lo haya conocido parece tener algo que contar. Pero las facetas que se revelan y valoran acá, en sentidas palabras de amigos, van mucho más allá del chisme de salón, son complejas y curiosas, y sirven para situarlo en un panorama cultural –y editorial– que él trataba tanto de construir como de destruir. Una característica en la que coinciden varios es en el gran Fogwill lector: un lector exquisito, capaz de ir rompiendo libros con tal de quedarse con los poemas que le gustaban a la vista, para memorizarlos y repetirlos, o capaz de recomendar hasta el cansancio a los autores que iba descubriendo, regalando sus ejemplares, desmantelando bibliotecas, y generando nuevas modas –fue artífice, por ejemplo, del redescubrimiento de Mario Levrero, a quien se consideraba un escritor menor. Por supuesto, también está muy presente el Fogwill sacado, avasallante, cocainómano, provocador, jodido, y el Fogwill publicista, editor de poesía, padre. Faltan, y no es casual, el testimonio de sus hijos, y el de sus varias esposas, porque de todas las vidas que vivió, en algunas es mejor no entrometerse.

El trabajo de relevamiento de Zunini es para destacar: ensambla las piezas del rompecabezas como si se tratara de un montaje cinematográfico, y genera efectos de plano y contraplano que hacen que la lectura avance sola y que no podamos soltar el libro en las horas que nos lleva devorarlo. Aunque el mérito final es de Fogwill: sin su abanico de apariencias difícilmente nos sentiríamos tan cautivados.

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Fogwill, una memoria coral

Patricio Zunini
Fogwill, una memoria coral
(Mansalva) 160 páginas

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