Game of Thrones, temporada 7, episodio 1: Dragonstone
¡Alerta de spoilers! El gran regreso de la serie hizo caer la aplicación de HBO. Este primer capítulo de la séptima de Game of Thrones evitó ser rimbombante, fue un poco tacaño en la acción pero preciosista al delinear sus personajes.
Por Alexandre Buyukodabas
Este artículo contiene revelaciones sobre la serie Game of Thrones, especialmente sobre el último capítulo.
La sexta temporada de Game of Thrones por fin hizo converger los distintos arcos narrativos en un campo de batalla común, la difusión escindida en dos de su acto final se perfilaba como un espectacular fuego artificial. Pero los guionistas, fieles a la tradición de un show más parlanchín que bravucón, han decidido que, en medio de diálogos estratégicos y desvíos narrativos, había que tomarse un tiempo antes de que se encienda la mecha.
Después de una secuencia de apertura perversamente disfrutable, en la cual la “Lady Vengeance” Arya Stark envenena la totalidad de los hombres de Walder Frey que hayan participado en la Boda Roja, el episodio realiza un balance razonable entre las fuerzas presentes. Todo hecho con un gran refuerzo de símbolos (el fuego y el hielo son omnipresentes), y se disecciona la población ficcional de Westeros en tres polos geográficos.
Al norte, Jon Snow, secundado por su hermana Sansa, se encarga de organizar la defensa del Muro, obnubilado por la irrupción de los White Walkers. Si por el momento no hay pretensiones directas de reinar sobre las siete coronas, la llegada inminente de su hermano Bran, portador del pesado secreto de su ascendencia Targaryen, puede hacer cambiar la situación. A menos que la información descubierta por su amigo Samwell durante su truculenta formación de maestre no lo hagan ir a Dragonstone para meter la mano en las reservas de vidriagón, única materia capaz de vencer a los muertos. A la altura de la desaparición del verdadero rey de los muertos vivos, George Romero, esperamos que ellos, que hasta ahora solo son una encarnación monolítica del Mal en estado puro, ganen en la serie esa complejidad política y filosófica capaz de hacerle honor a ese género cuyos cimientos esculpió el cineasta.
En el centro, Cersei Lannister pisotea un mapa del continente, enumerando los enemigos que la rodean y considerando las distintas posibilidades de alianzas, incluido el casamiento con Euron Greyjoy, el siniestro y carnavalesco rey de las Islas de Hierro. Aislada y sin descendencia, ella se cuelga de las quimeras del poder para mantenerse en pie, y ve su sueño de grandeza transformarse en un delirio. La reina cruel y enigmática se transforma ahora en un personaje decididamente trágico, gesticulando bajo los asustados ojos de su hermano Jaime en medio de un teatro de sombras que podría devenir en su tumba.
El Sur y Daenerys Targaryen solo tienen una aparición en la secuencia final y prácticamente muda del episodio, que muestra a la joven reina regresar al castillo familiar de Dragonstone, abandonado después de la muerte de su anterior ocupante Stannis Baratheon. La larga ascensión musical de la playa hasta el trono enseguida trae a la mente a la de Rey hacia el Templo Jedi al final de El despertar de la fuerza, otra historia sobre el regreso a los orígenes. Después de un veloz tour por el castillo, Daenerys, mientras un mapa de los Siete Reinos se asoma, se da vuelta hacia Tyrion Lannister y lanza un solemne “¿empezamos?”. Ya era hora, muchas gracias.