Garbage deplegó toda su artillería en el Luna Park
El marco para la segunda presentación de Garbage en Buenos Aires era inmejorable. Lejos quedó aquel show en el Pepsi Music, donde compartieron cartel con Best Coast y Gossip. Varios meses antes, el cuarteto había planeado con sabiduría una venta anticipada –a precios más que aceptables– para tocar en el Luna Park en un mes complicado para el bolsillo porteño. El desafío era grande: llegar a la Argentina con disco nuevo y bancarse la parada solitos en semejante lugar.
Otro acierto del grupo fue cortar casi a la mitad el espacio del Luna y plantear un escenario amplio y muy cercano a la gente. El lugar estaba lleno y expectante cuando a las 21.05 Garbage salió con los tapones de punta: “Supervixen”, el hitazo “I Think I’m Paranoid” y una versión dance de “Stupid Girl”, tres canciones de los dos primeros discos.
“Está todo tan podrido afuera, no traigan eso a un concierto” dijo Shirley Manson cuando intentó parar una pelea en el campo.
Garbage hoy parecería estar un extraño limbo. Por un lado, los fans de los noventa (los más adeptos a la distorsión y las guitarras) y, por el otro, los nuevos (los cercanos al Garbage más FM de los últimos años). El mayor reto, entonces, era testear su versión siglo XXI frente a una audiencia bastante diversa. Continuar con dos temas seguidos de Not Your Kind of People (2012) –“Automatic Systematic Habit” y “Blood for Puppies”– pareció una estrategia arriesgada para contentar al primer grupo. Mientras tanto, Shirley Manson hacía referencia a su visita anterior a Buenos Aires y agradecía a los presentes por el esfuerzo de comprar la entrada (“Sé que no son tan accesibles…”)
La puesta fue simple: un plotter gigante con el nombre de la banda entre dibujos de tigres, más Steve Marker y Duke Erikson a los costados. Butch Vig no estuvo en la batería y programaciones, algo que probablemente pocos notaron debido a la escasa iluminación que tenían su reemplazante y el bajista que acompaña a la banda en las giras. Nada de pantallas ni visuales: las luces se encargaron de proponer el clima del show.
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Shirley Manson recorrió el escenario del Luna Park con su carisma[/caption]
Y llegó el momento de las canciones nuevas, que resultaron ser de los puntos más salientes del show. “Blackout” y especialmente “Magnetized” –con Manson en su cúspide vocal– demostraron por qué Strange Little Birds está a la altura de lo mejor de la carrera de Garbage. Marker y Erikson alternaban sintetizadores con guitarras y atropellaban a pura química, mientras desde la batería sonaban distintas bases y sonidos programados. Pasaron más hits (“Special”, “#1 Crush”, más la balada nueva “Even Though Our Love Is Doomed”) y durante “Why Do You Love Me” una pelea en el campo puso de los pelos a Manson y partió el show en dos. “Está todo tan podrido afuera, no traigan eso a un concierto”, dijo la cantante antes de empinar su vaso de whisky y aprovechar esa furia para lo que quedaba.
“Vow” fue el punto alto del show, un momento en el que la banda pareció abstraerse del contexto y tocó como si estuviera en un ensayo de 1995, con Shirley Manson mirando al suelo y cantando junto a la batería. El terceto de cierre antes de los bises lo completaron una versión apagada de “Only Happy When It Rains” y “Push It”. “Queer”, “Empty” –el nuevo gran hit– y “Cherry Lips (Go Baby Go)” en los bises no hicieron más que constatar lo bien que conviven las distintas épocas de Garbage y lo consciente que es la banda del poder de sus canciones en vivo.