David Lynch, Agnès Varda, Nan Goldín y más, en los ojos de Guillermo Kuitca
Ya lo conocíamos como artista, y ahora le llega el turno como curador: Guillermo Kuitca presenta Les Visitants, la esperada megaexposición en la que cruza, en distintos espacios del CCK, una serie de obras de la Fondation Cartier de artistas tan diversos como David Lynch, Agnès Varda, Patti Smith, Alair Gomes, Hiroshi Sugimoto, Nan Goldín y muchos otros, entre fotografías, dibujos, esculturas e instalaciones.
Por Diego Erlan
El ensayista Rafael Cippolini suele decir que un curador interesante es la droga más alucinante para un artista: algo así como una metaconciencia en estado latente. Históricamente la curaduría se asocia a la idea de pedagogía, que propone el trazado de un relato atravesado por la historia del arte, con su idea de canon y sus políticas en torno a él. Aunque para otros –Cippolini, por ejemplo– lo interesante sucede cuando se articula una contrapedagogía: cuando se deconstruye, se husmea por rincones inesperados, se discute con los relatos hegemónicos o se visibilizan figuras olvidadas o excéntricas. Solo de ese modo el curador se manifiesta como un diseñador de relaciones entre los objetos expuestos interesado en proporcionar juegos de sentido donde haya una tensión entre criterios culturales adquiridos y otros dislocados. Los elementos deben producir un estado alterado de las lógicas. La pregunta que agita esta posición sería: ¿Por qué no? Y quizás esa exploración en la mente de un artista, en sus elecciones afectivas, le haya interesado a la Fondation Cartier Pour L’art Contemporain para proponerle al artista Guillermo Kuitca la curaduría de una exposición que celebrara los treinta años de la institución. Fue en octubre de 2014. Kuitca aceptó el convite y se arrojó a una exploración vertiginosa que se expandió más allá de los límites de Cartier y cruzó tanto a Francis Bacon como a Tarsila do Amaral y el imaginario exuberante del cineasta David Lynch. De hecho la libertad otorgada por la Fundación para desarrollar la muestra empujaba a Kuitca a utilizar su memoria. Por eso recordó la retrospectiva que el creador de Twin Peaks realizó en la Fondation Cartier en 2007: The Air is on Fire. Una obra en particular de esa muestra, “The Living Room”, produjo en Kuitca un gran desconcierto. No sabía si estaba viendo lo que el artista había querido expresar o si él había estado en el lugar equivocado. “Todas esas sensaciones tienden a quedar de un modo más presente que las que surgen cuando uno ve una muestra y dice ‘qué lindo’ o ‘qué malo’. Esas sensaciones son de otro orden y se instalan con mucha fuerza”, explicó Kuitca en su momento y eso mismo fue lo que quiso revisitar cuando le propusieron la muestra aniversario. Esa fue la génesis de Les Habitants. Y esa es la prehistoria ineludible para explicar la exposición curada ahora por Kuitca en el CCK: Les Visitants. Una misma motivación con sus variaciones.
Universo particular
Sabemos que un artista se define por su mirada. En su función de curador-artista, Kuitca explora relaciones inesperadas entre obras, artistas, soportes y tradiciones, y propone una puesta en escena particular y única de las mismas. Les Habitants utilizaba como título (y además proyectaba) un film del cineasta armenio Artavazd Pelechian, artífice del distance montage, donde pueden verse animales salvajes corriendo despavoridos de un enemigo invisible (que bien podría ser la miseria humana). Esa pieza puede verse también en Les Visitants, como una suerte de lazo que conecta una muestra y otra. No están aquí, por cierto, otras obras que funcionaban como columna vertebral de aquella exposición: ese retrato de Bacon, Head (Man in blue), con el que Kuitca rompía los límites del catálogo (esa obra no forma parte de la colección Cartier) y conectaba diferentes puntos de la muestra; tampoco está el Urutu, de Tarsila do Amaral, obra fundacional del manifiesto antropofágico, a la que Kuitca le atribuye devolvernos a una escena primigenia de la creación. A la selección que hace en Les Visitants no le faltan nombres propios, por cierto, ni esa instalación icónica que parte del Living Room que Lynch exhibió en 2007. Esta pieza es fagocitada por Kuitca, quien la absorbe y devuelve distorsionada como David’s Living Room Revisited: una habitación en penumbra roja exhibe el cuadro Sun is gone de Lynch, un sillón tapizado como una cebra y, sobre la poltrona, una luz cenital ilumina la voz en off de Patti Smith que, durante más de media hora, lee “Falling Backwards Once Again”, un texto que ella escribió junto a Lynch en 2011. Ubicada en el piso de La Gran Lámpara, esta instalación puede funcionar como el centro neurálgico de Les Visitants. No sólo por su efecto disparador del proyecto, sino también por las resonancias que adquiere hacia el interior de las ideas sobre el arte que trafican tanto Lynch como Kuitca. Cabe recordar que Lynch ya pintaba antes de hacer cine y que de hecho convertirse en director fue la manera que encontró para ingresar de algún modo en esas pinturas tan rupestres como kafkianas, tan enfermizas como irreales.
La habitación como escenario también es una constante en la obra de Kuitca, que con los años supo despegarse de la figura humana para quedarse con sus huellas. Alguna vez dijo que la figuración llegó a estorbarle, que le interesaba más la huella de lo humano que la figura misma y nada recuerda más la presencia de lo humano que un colchón. Así empezaron a diseminarse en sus exposiciones esas camas con mapas que formaron una serie que terminó siendo su marca registrada. Les Visitants también puede ser pensada como un mapa de las elecciones afectivas o estéticas de Kuitca en el que puede verse la arquitectura, pero donde también tiene preponderancia la figura humana. Allí están desde Nan Goldín y el retrato despiadado que hace de sus amigos y de sí misma en esa sucesión conmovedora de fotogramas que es The Ballad of Sexual Dependency hasta el conjunto de fotografías de Francesca Woodman, de la serie Some Disordered Interior Geometries, en las cuales pone en escena su propio cuerpo en apariciones fantasmales. Esas visiones, a su vez, podrían relacionarse con la videoinstalación Confessions of a Justified Sinner, con la que el escocés Douglas Gordon obtuvo el premio Turner en 1996, un video que rompió con la perspectiva cinemática tradicional y abordó la esquizofrenia, el doble y la muerte. Y eso es Lynch. El Urutu de Tarsila era la cobra que se enrosca en el huevo para representar la creación, ¿no? Eso es, entonces, Kuitca. Ese es el eje de esta experiencia que exhibe videoinstalaciones de Agnès Varda o Raymond Depardon o series de fotografías de artistas como William Eggleston, Patti Smith, Wolfgang Tillmans, Hiroshi Sugimoto, Seydou Keïta, J.D. ‘Okhai Ojeikere y Alair Gomes, entre otros.
Escenarios en falsa escuadra
En el acervo del Museo Nacional de Bellas Artes se encuentra una obra de Kuitca titulada La consagración de la primavera. Fue la primera pintura de un pequeño grupo con el que el artista abordó el tema del judaísmo, el comunismo y la homosexualidad –en 1983, 1984 y 1985, respectivamente– como causas de persecución de minorías en Occidente. En cada una de ellas buscaba reponer una suerte de ritual de celebración. “Antes y después existe el drama”, planteaba Kuitca. “La pintura congela un instante, no la sucesión del tiempo. Quería capturar ese instante de alegría ingenua, de felicidad irreal.” Los personajes de esa serie de cuadros, advirtió la historiadora del arte Viviana Usubiaga, habitaban escenarios de teatro cuya construcción arquitectónica, aunque perspectivada, se observa falseada en algunas partes. En Les Habitants también había un juego de perspectivas, como lo hay en toda la obra cinematográfica de Lynch. Quizás la puesta en escena que plantea Kuitca como curador-artista en Les Visitants sea esa misma: un juego de perspectivas que pasa del Mirror Maze del neoyorkino Tony Oursler –videos proyectados en diez esferas de casi dos metros de diámetro– a las fotografías del japonés Daido Moriyama –titulada Dog and Mesh Tights (Perro y medias de red)– y el retrato de Juergen Teller de Yves Saint Laurent, que parece uno de esos personajes misteriosos que irrumpen en las películas de Lynch. Relaciones inesperadas, caprichosas, estimulantes, insertas en una puesta en escena donde el silencio, el murmullo y el alarido confluyen en una habitación roja y en penumbras. Esa habitación también puede ser una alucinación del curador.
Les Visitants
Curador: Guillermo Kuitca
Hasta mayo de 2018 en el CCK (Sarmiento 151, CABA)