"Han Solo: Una historia de Star Wars" anula el misterio y la fuerza de la saga

La nueva extensión del universo Star Wars cuenta la historia de un joven Han Solo haciendo foco en varios guiños para el fan nostálgico, pero sin volar demasiado alto.

Los Inrockuptibles
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5 min readMay 26, 2018

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Por Juan Manuel Domínguez

En 31 canciones, Nick Hornby explica su elección beatle en aquel pequeño compendio de pop no fundamental (pero que muchos han leído así) en unas pocas líneas, precedidas por una elucidación sobre por qué prefiere la versión de “Mama, You Been On My Mind” de Rod Stewart a la del mismísimo Bob Dylan. La canción es “Rain” (un Lennon/McCartney, o McCartney/Lennon, depende de qué lado de la ley de los Fab Four se encuentre uno), y Hornby explica: “Un tema al que todavía no se le ha sacado toda la pulpa.” Después admite que seguramente esas canciones lo agoten en algún momento, pero que por ahora, aunque no para siempre, van a mantener su “misterio y magia”.

Han Solo: Una historia de Star Warscomo también lo fue Rogue One: Una historia de Star Warses un pequeño souvenir en el pilón de papeles del dueño del Disney de las franquicias que no pueden estornudar sin derrumbar cines de distintos tamaños e intereses. Y es, como “Rain”, una película con “misterio y magia” que recorre eventos laterales a la saga principal, aquella que en 1977 estrenó George Lucas para Fox y que cambió para siempre el tamaño y los satélites comerciales del cine de Hollywood.

Fuera de los papeles, en las góndolas de jugueterías y en la explicación aburrida-geek, son películas que se salen de la columna vertebral (con escoliosis y protuberancias varias, hasta ortopedia digital) de aquellas primeras Star Wars: las beatlescas, la segunda trilogía (aquella en la que George Lucas contaba el origen de Darth Vader con más ánimo evangelista que de centinela de su obra billonaria) y la más reciente, donde vemos morir a los John, Paul, Ringo y George (por si tienen dudas de los paralelos: Leia, Luke, Chewbacca y Han Solo) y asistimos al nacimiento de una nueva generación. Esas Solo y Rogue One son vertebras diseñadas en 3D: falsas estampitas que buscan explicar aquellos grandes éxitos. Allí donde hay un bache narrativo, un misterio que solo necesitaba explicación según gente con mucho tiempo libre (o ansías de millones), o donde todavía queda algo por capturar de estos personajes (el perfil cool de Han Solo, por ejemplo), también habrá “una historia de Star Wars” (ya hay planes de “solistas” de Obi Wan Kenobi y más).

Allí, en todas ellas, podrá haber buenas películas, pero hasta ahora solo hay un par de elementos que obstruyen el placer primario de Star Wars: la superficialidad y la confusión entre devoción y nostalgia adicta. Amar Star Wars, no saber sus leyes de consorcio, es disfrutar la saga como si fuera un fenómeno astrológico que creemos irrepetible (y sabemos que no lo es). Han Solo: Una historia de Star Wars es el ejemplo más peludo de este asunto. Iba a ser dirigida por dos alterativos como Phil Lord y Chris Miller (Lluvia de hamburguesas y ambas 21 Jump Street, dos sagas que son una oda al absurdo que no quiere ser obra maestra pero sí tener corrosión; ambas actuales en su idioma, inquietas).Y es sabido que ese supuesto set se desbarrancó y que ahí entró Ron Howard, a lo Jedi del cine por encargo, y sacó su sable láser para que apareciera esa leyenda que puede hacer películas vivas como Frost/Nixon o Rush. O fosilizar la cinefilia con toda su saga El código Da Vinci. En fin, salieron dos Muppets y entró un C-3PO.

Han Solo: Una historia de Star Wars es una película de mandados, en más de un sentido. Una película que decide anular el misterio: la pornografía de la nostalgia actual implica saber, ver, anular la fuerza de las imágenes del pasado y de lo no dicho, del carisma creado por fuerza del cine físico.”

Volvamos a los Beatles un segundo, y no para usar la metáfora boba de comparar, como si habláramos de una banda homenaje a Alden Ehrenreich, al nuevo y joven Solo con Harrison Ford, el summum del actor cool, la mezcla perfecta de un rostro angelino y un carisma neoyorquino fundidos en los prismas de John Wayne y del venidero Kurt Russell. En Anthology, Harrison habla sobre el éxito de su banda: “Fue un romance muy unilateral. La gente nos daba su dinero y sus gritos, pero los Beatles daban sus sistemas nerviosos, algo mucho más difícil de entregar”. Eso es Han Solo: poner en la parrilla un sistema nervioso, uno que quizás no necesita de esos gritos, de ese dinero, al menos como relato.

El problema no es que hablemos de una mala o buena película. Eso es nimio al pensar en Star Wars y en el funcionamiento de sus satélites (hemos visto hasta películas de los Ewoks: dos, para ser más exactos), pero sí se puede detectar dónde está la falla primaria: Ron Howard y Disney crean una película que se corre apenas centímetros de lo esperable (ya sea a nivel sorpresa narrativa o a nivel visual: en Rogue One la cámara en mano descontrolada hacía que ese mismo recurso en JJ Abrams y en El despertar de la fuerza se pareciera al de Orson Welles en Sed de mal, por su talento y sentido). Solo y Rogue One son películas que se sienten mortales, a diferencia de sus pares, ya que deben sí o sí comer migas del mito y alzarlas como DNI, coda y seña generacional (o de fan), cuando no bengala de rescate. Y entonces vemos cuando Chewie conoció a Han, cuando Han manejó el Millennium Falcon, a Lando en versión SuperFly (Donald Glover mezclando a Prince con Cary Grant), a la “famosa” Kessel Run y así sigue la lista (hasta el ajedrez en holograma; todo debe ser gráfico y tomado por asalto)…

Han Solo: Una historia de Star Wars es, en más de un sentido, una película de mandados. Una película que decide anular el misterio: la pornografía de la nostalgia actual implica saber, ver, anular la fuerza de las imágenes del pasado y de lo no dicho, del carisma creado por fuerza del cine físico (actores, set palpables y puesta en escena, antes que puesta en digital). Anula la posibilidad de entender la fuerza de Star Wars como saga, que nace con todo eso (Han Solo, el mito del héroe, los chiches galácticos, Chewie y darles tiempo a las imágenes). Entender que son inseparables implica que, quizás, estas historias solistas podrían ser algo nuevo, distinto, más feroz (como parecía con aquellos directores Lord y Miller). Que podrían ser un glorioso one hit wonder antes que la cristalización de lo que nunca debíamos entender, de aquello que por rodearnos, seamos millennials o cincuentones, no debería hacernos sentir sitiados.

Han Solo: Una historia de Star Wars
De Ron Howard
Con Alden Ehrenreich, Emilia Clarke. Woody Harrelson, Donald Glover y Thandie Newton

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