“Hay que repensar las masculinidades, y volverlas a escribir.” Entrevista a Miss Bolivia

La cantante cultiva la palabra punzante para denunciar con su música las opresiones sobre los cuerpos y deseos. Suerte de vocera feminista que hace bailar a un público muy variado –su “máximo tesoro”, dice ella–, ahora acaba de publicar “Ni cabida. Cómo sobrevivir a la gilada”, un libro de frases contundentes y testimonios íntimos en los que otros y otras pueden identificarse. Conversación con una mujer alerta, reflexiva y poderosa.

Los Inrockuptibles
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11 min readJun 27, 2018

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Por Romina Zanellato

Foto Pamela Brunfman

Paz Ferreyra (el nombre detrás de ese fenómeno llamado Miss Bolivia) se considera comunicadora antes que música, y a través de esa identidad explora los soportes disponibles para darle volumen a su voz. Ella, que es psicóloga y trabajó con las familias de las víctimas de Cromañón desde la noche de la tragedia, es la misma mujer que en 2011 se animó a cantar y grabar un primer disco, Alhaja. Es, también, la profesora de yoga, y la que hizo su propio vino para comercializar en sus shows a un precio popular “para que tomen un vino rico, y amor por el pico”. Es la vestuarista de su banda y la creativa que diseña para su propia marca de ropa. Además, es una especie de predicadora feminista que hace mover el culo a su público, desde el motoquero de campera de cuero hasta la niña acompañada por su familia. Con la explosión que significó Miau (2014), su segundo disco, Miss Bolivia se apropió de todas sus posibilidades y las hizo realidad. Ahora acaba de editar su primer libro, Ni cabida. Cómo sobrevivir a la gilada, en el que conviven textos íntimos con algunas de sus máximas. Desde China, donde está de viaje con su marido Emmanuel Taub, habló sobre este nuevo proyecto, uno más en la lista de una mujer incansable que se sigue reinventando.

ENTREVISTA> ¿Por qué Miss Bolivia escribió un libro? ¿Lo necesitabas?
Antes que cantante, me considero comunicadora. La música es uno de los soportes que más atractivos me resultan, pero también lo es la escritura en general. Soy una persona ávida de nuevas experiencias y desafíos, y me aburre moverme únicamente en mi zona de confort. Cuando me propusieron escribir un libro, enseguida dije sí. Porque me activaba el chip de la exploración y porque escribir canciones no me alcanza a la hora transmitir todos los contenidos que yo quisiera. El libro me daba la chance de desarrollar y de mostrarle al mundo un poco más quién soy y de dónde vengo.

¿Tenías algo trabajado antes de la propuesta de la editorial?
Venía masticando la idea de escribir un libro compilando las mejores frases de mi producción de los últimos años: aforismos, eslóganes, tuits y haikus. Con mis tiempos, y utilizando la energía vacante que Miss Bolivia me dejaba, ya los estaba recopilando. Entonces, cuando se contactaron conmigo les hablé de esta plataforma súper verde que podía desarrollar y hacerla proliferar. Y me sugirieron no quedarme únicamente en el registro de las frases cortas, las frase-faca o frases-daga, como les digo yo, sino que me animase a explorar también otros registros estilísticos. Y así fue. Fui incorporando relatos que construyen memoria sobre mi vida, poemas, letras de canciones, ejercicios literarios… Y fui hilvanándolos de modo promiscuo, es decir, cagándome en el purismo estilístico y poniendo a dialogar los distintos registros para generar una pieza coherente.

“Estamos asistiendo a la era del blanqueo en el rock. Siento la necesidad de decir que lo enfermo no es el rock ni la música: lo enfermo es el humano, y el ámbito del rock, como puede ser el ámbito corporativo, por ejemplo, es un ámbito donde las luchas y el abuso de poder se cristalizan y evidencian. Me parece urgente la depuración y la posibilidad de desbaratar la dinámica de este tipo de abusos que circulan en la dupla complementaria ídolo de rock-groupie, como también podría pasar en la dupla complementaria jefe-secretaria, profesor-alumna.”

A lo largo del libro mencionás varias veces al cuerpo como a quien hay que oír ante determinadas circunstancias, en lugar de la mente. ¿Hay ahí un camino espiritual que hayas transitado?
Considero que el sistema ha operado diversos mecanismos de control sobre las personas para poder doblegarlas. Uno de ellos fue la escisión de la mente, el cuerpo y el espíritu en casi todos los terrenos. Por eso una moción resistencial y de recuperación de la potencia del ser humano fue recuperar al cuerpo como concepto importantísimo a la hora de hacer una reconstrucción crítica. Tuve una larga carrera académica y en lo personal también siento que prioricé durante muchos años todo lo relativo a la mente y el intelecto, y eso me desempoderó. Recién a partir de los 30 años, cuando comencé la práctica activa y comprometida de ashtanga yoga, pude reconectarme con el cuerpo y sentir la potencia inmensa de volver a vincularlo con el espíritu y la mente. Luego llegó el proyecto Miss Bolivia, donde el soporte físico fue mi herramienta profesional más importante, y reprioricé el cuerpo sobre la mente una vez más. Por eso lo transmito en mis canciones y en mi escritura. El sistema nos mostró el cuerpo como algo sucio. Pero el cuerpo es asidero de placer y de deseo. Es hora de retomar las riendas de la corporalidad. El cuerpo es imprescindible para revolucionar.

Foto Natalia Marcantoni

Sos una artista y comunicadora con un mensaje feminista muy claro, de conciencia social, y proyectás un deseo de transformación en la sociedad. ¿Qué pensás que toma tu público? Hay muchas adolescentes que te siguen.
El arte es un terreno privilegiado para la transformación social y me permite asumir la responsabilidad que elijo asumir como agente de cambio. Muchas personas me escriben agradeciéndome porque por mis canciones pudieron registrar situaciones de injusticia, desigualdad y violencia en las que estaban inmersas. También me escriben varones que agradecen la posibilidad de reconstruirse a partir de mis letras. El machismo, muchas veces, es un parásito silencioso y, por ende, más peligroso, porque funciona de forma naturalizada. El arte en general posibilita la reconstrucción y genera empoderamiento. Eso intento transmitir y eso llega a la gente.

“Para luchar contra las dinámicas heteropatriarcales, el testimonio en primera persona es irrefutable. No es teoría, es práctica pura, es un acto performático en tiempo real.”

En el libro hablás sobre el amor y el odio. Incluso hacés un listado de cosas que detestás y hablás del amor como acto que se transformó en mercancía. ¿Qué es lo que te preocupa o molesta de la noción de amor/odio actual?
Así como el ying y el yang, siento que son las caras de la misma moneda, modos diferentes de utilizar la energía, la libido y el deseo. Sé, por ejemplo, que mucha gente que dice odiarme, lo que odia en el fondo es la fascinación y el amor que sienten por mí o por lo que Miss Bolivia encarna socioculturalmente. Y cuando no te permitís amar, lo transformas en odio. Por otro lado, me molesta la idea arcaica y tóxica de amor romántico. Ese guión obsoleto del amor heterosexual y monogámico es una de las piezas más importantes a la hora de comprender los mecanismos de control modernos y de volver a los individuos funcionales a un sistema de producción. Nos han indicado cómo amar, a quién amar y qué hacer con el amor, el deseo y el tiempo. Lo mismo con el odio. Nos enseñaron que odiar está mal, que es pecado. Pero con el tiempo fui practicando el ejercicio deconstructivo de separar lo que es el odio del repudio sano, aprendí que decir “no” está bien, es necesario, marca mis límites como sujeto y construye mi identidad individual.

El video y la letra de tu tema “Paren de matarnos” marcan una postura muy clara a favor del aborto legal, de la vida de la mujer. ¿Qué pensás del momento que estamos viviendo, con tantas mujeres pronunciándose y algunas hasta cambiando de posición públicamente?
La canción “Paren de matarnos” es un homenaje a las que ya no están, a la vez que un manifiesto y una exhortación comunitaria al cambio. Me interesó generar, a través de una canción y un videoclip, un documento de época y un archivo urgente de utilidad social. Considero que estamos escribiendo la Historia. Nos encontramos en un momento de pura efervescencia donde el cambio es inminente. Mi forma de parafrasear el desfasaje histórico es cuando digo que “no pega el audio con el video”. En estos tiempos, reafirmar la prohibición y penalización del aborto es seguir nadando en las aguas de la obsolescencia. El aborto existe, existió y seguirá existiendo. Podemos ponernos las anteojeras del negacionismo y la hipocresía, o podemos dar un paso al frente y regular legal, social y sanitariamente el aborto, poniéndolo en agenda, arremangándonos como sociedad y tomando cartas en el asunto. Me inclino por la segunda opción, y me ofrezco constantemente como actor social al servicio del cambio.

Las mujeres somos las que ponemos el cuerpo.
Las personas gestantes (porque queda corto reducirlo a “mujeres”, en mi opinión) estamos siendo protagonistas de esta reescritura, y eso me genera un orgullo profundo. Existen agrupaciones como Católicas por el Derecho a Decidir, con gente que no practicaría un aborto en primera persona pero comprende la urgencia y necesidad de otros que precisan acceder a este recurso de forma segura y gratuita, enmarcado en un sistema de legalidad donde el Estado sea garante por la integridad de la ciudadanía. Considerar a un embrión un ciudadano no pega el audio con el video. Es una bizarreada y una falta de respeto a la vida de las personas gestantes.

“El aborto existe, existió y seguirá existiendo. Podemos ponernos las anteojeras del negacionismo y la hipocresía, o podemos dar un paso al frente y regular legal, social y sanitariamente el aborto, poniéndolo en agenda, arremangándonos como sociedad y tomando cartas en el asunto. Me inclino por la segunda opción, y me ofrezco constantemente como actor social al servicio del cambio.”

En el libro narrás tu aborto a los 20 años y también otras experiencias muy íntimas en tus relaciones cuando eras una niña. ¿Qué te genera publicar en un libro estas vivencias?
Siempre fui reservada en lo que respecta a mi vida privada, salvo en mis canciones. Siento que en el terreno de la producción artística me tomo la licencia para abrir las compuertas de la información privada y tamizarla con la ficción o no, según el caso. Con el libro siento algo similar. Cuando parís obra, ya sea canción, un cuento o un relato, estás poniendo sobre la mesa la materia prima que se inyecta de tus tripas y tus vivencias personales. Sin ánimos de criticar, porque cada quien hace lo que puede y lo que elige, cuando opto por producir material a corazón abierto, elijo hacerlo sin pensar en el sensacionalismo para vender o el minuto de fama. Cuando elijo exponer algo tan delicado e importante de mi vida privada, lo hago como gesto político, porque me brindo como asidero de identificación y desestigmatización: “Sí, esto me pasó a mí, le pasó a Miss Bolivia, y quizás también te pasó a vos, hermana. No tengas miedo, ni vergüenza porque no estás sola”. Me ofrezco como espejo. Y a la vez es un gesto ético, porque pone sobre el tablero el asunto de los derechos individuales, que fueron cercenados históricamente. Es hora de decir “basta”. Para luchar contra las dinámicas heteropatriarcales, el testimonio en primera persona es irrefutable. No es teoría, es práctica pura, es un acto performático en tiempo real.

“El sistema nos mostró el cuerpo como algo sucio. Pero el cuerpo es asidero de placer y de deseo. Es hora de retomar las riendas de la corporalidad. El cuerpo es imprescindible para revolucionar.”

En el rock no paran de suscitarse escraches y denuncias de abuso. ¿Cómo ves las masculinidades ante el movimiento que están haciendo las mujeres?
Estamos asistiendo a la era del blanqueo en el rock. Siento la necesidad de decir que lo enfermo no es el rock ni la música: lo enfermo es el humano, y el ámbito del rock, como puede ser el ámbito corporativo, por ejemplo, es un ámbito donde las luchas y el abuso de poder se cristalizan y evidencian. Me parece urgente la depuración y la posibilidad de desbaratar la dinámica de este tipo de abusos que circulan en la dupla complementaria ídolo de rock-groupie, como también podría pasar en la dupla complementaria jefe-secretaria, profesor-alumna. Son formas tóxicas heredadas, donde la asimilación de guiones mitigantes refuerza la desigualdad y la injusticia social. Las denuncias estallaron este sistema quid pro quo y se escriben nuevas formas donde los privilegios que corrían quedan fuera de juego. Hay que repensar las masculinidades también, y volverlas a escribir. Y eso está pasando.

El placer aparece mucho en tu libro. Ahora, a tus 40 años, ¿qué forma tiene?
Con el tiempo me fui transformando, resignificando el cuerpo y el placer. Aprendí a priorizar el ocio sobre la productividad como forma de resistencia y a despojarme de prejuicios. El placer de disfrutar la sexualidad sin ponerle un nombre fue clave. Siento placer en el viaje, el comer y el beber, sigo sin tener tele ni auto, prioricé los afectos de la familia elegida, la familia de origen y las amistades como joyas de mi arcón de tesoros humanos. Amo las pequeñas cosas: leer un libro y escribir uno. Amo pasar un día entero en la cama, o decirles a mi mamá, a mi marido o a una amiga “te amo”. Eso me da placer. Hay cosas que de más joven me generaban placer pero que ahora me resultan puro cotillón. Mi placer está ligado al despojo del “deber ser” y la irreverencia, y ese es también un gesto político: matar al superyó.

“Escribir canciones no me alcanza a la hora transmitir todos los contenidos que yo quisiera. El libro me daba la chance de desarrollar y de mostrarle al mundo un poco más quién soy y de dónde vengo.”

“El canto me conecta con la otredad que insiste. Cantar me recuerda el cuerpo”, decís. Y queda clarísimo que el lenguaje es central para Miss Bolivia. ¿Cómo lo pensás en relación con tus compañeras/os de escenario, al trap y al freestyle, que usan la palabra como melodía? ¿Es poesía?
Siento que cantar está ligado, como cualquier tipo de obra, con un interlocutor, con la otredad misma. Y en esa otredad termino de conformar mi propia identidad. El arte es un gesto de registro del otro que me recuerda mi propia existencia, es una especie de “canto, luego existo”. Desde que tengo uso de razón, la palabra y el lenguaje me generaron placer y fueron mi pelotero, mi terreno privilegiado donde pude levantar vuelo. En rima o en prosa, académico o callejero, puedo ir y venir sin problemas de traducción ni que se me caigan los anillos. Siento que el trap, el rap, la cumbia y muchos ritmos urbanos y populares son soportes harto adecuados para poder practicar el relato de la crónica y la crítica social en el universo de la música, y por eso los elijo. Me da la sensación que muchxs colegas sienten lo mismo, por eso afortunadamente proliferan los estilos donde la palabra predomina. La trova urbana dice sin filtros, comunica sin tratamiento de la información. Es poesía, indiscutidamente, es poesía deselitizada para todas, todos y todes, donde a veces hay metáfora y a veces metralleta.

Miss Bolivia
Ni cabida

(Planeta)
Prólogo de Sebastián Wainraich

> planetadelibros.com.ar/libro-ni-cabida

> instagram.com/missboliviamusica

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