“Homeland”, de Abbas Fahdel, en el MALBA

Los Inrockuptibles
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3 min readAug 5, 2016

Dividido en dos partes (Antes de la caída y Después de la batalla), este largometraje documental de poco más de cinco horas y media es la gran obra de Abbas Fahdel. Nacido en Irak, aunque vive en Francia desde hace décadas, Fahdel nunca dejó de filmar historias sobre su país de origen (varios documentales y una ficción). En este Homeland, que no hay que confundir con la serie estadounidense del mismo nombre, el cineasta vuelve a Irak, una vez en 2002 y otra al año siguiente, antes y después del desencadenamiento de la guerra por parte de los Estados Unidos en marzo de 2003.

Básicamente, Fahdel filma a su familia, pero también, y puntualmente, el segundo plano, el barrio, la ciudad, las calles, las universidades, los comercios, los edificios destruidos (como las impresionantes imágenes de las ruinas de los estudios de cine). En resumidas cuentas, esta película es “la casa y el mundo”: la casa es más bien la primera parte, hermanos, sobrinos, las risas familiares, la rutina, cierta despreocupación, aunque igual haya cierto aire de guerra que se perfila en el horizonte, y que desemboca en ese “mundo” que absorbe una segunda parte del film.

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Es en esa segunda entrega en la que las alegrías y los juegos (de los niños, sobre todo) persisten, pero donde el peligro ronda por todo Bagdad y pone patas arriba la vida diaria. La fuerza y la belleza de esta home-movie está en su capacidad para saber combinar de manera constante lo familiar y lo insignificante con el horror y la muerte, en la forma en la que plasma una impecable crónica de la vida cotidiana en Bagdad en tiempos de guerra. No hay batallas campales ni combatientes armados (excepto, claro, los soldados estadounidenses omnipresentes que ostentan cierta serenidad). Se trata de una guerra de ocupación más que de conquista.

El corolario de esta presencia estadounidense, de esta invasión acompañada por bombardeos y destrucciones que sembraron el caos en Irak, es la ausencia de reglas y de garantías. No hay Saddam, no aparece el partido Baaz, ni hay represión. La libertad de prensa reina (pasamos de tres a cincuenta y ocho diarios), y muchas lenguas se van soltando respecto de los daños del dictador vencido del que todo el mundo parece contento de haberse desembarazado. Aunque, de todas formas, la situación es desastrosa: existen los problemas de alimentación, de trabajo, una enorme desorganización, el silencio y la ausencia de instituciones, y, entonces, una inseguridad permanente.

Homeland

Irak se volvió un no man’s land violento. Los saqueos, ataques y asesinatos por bandidos aislados o por diversas facciones son ahora moneda corriente. Una inquietud constante e insidiosa sobrevuela toda la segunda parte de la película, y acabará con un shock trágico. El hecho en cuestión que sobreviene al final envuelve todo lo previo (las cinco horas y media) de un velo fúnebre. La home-movie modelo es, al mismo tiempo, un cuadro del infierno. El destino de una familia cariñosa y feliz puede romperse en un segundo por la caída de un proyectil o por una bala perdida. Incluso el cineasta corre esos riesgos. Sin embargo, lo encuadra con una sorprendente seguridad, mira desde afuera y con curiosidad la realidad de un país destruido (a menudo detrás de los vidrios de un auto).

Es en este trabajo doble, entonces, subjetivo y objetivo al mismo tiempo, y consumado con muy pocos medios (debido a un presupuesto insignificante), donde el documental se erige como una producción de autogestión, casi emulando una realización de guerrilla. Sin embargo, el director aprovecha lo más posible la estética del material bruto, y construye a partir de allí un montaje elegante y fluido. Con todo, Abbas Fahdel termina por darle forma a la gran película intimista y definitiva sobre la guerra de Irak.

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Homeland (Iraq Year Zero)
De Abbas Fahdel

Todos los domingos de agosto a las 19.30 en MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA)

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