El Indio Solari cambió la épica por las melodías inspiradas

En “El ruiseñor, el amor y la muerte”, el Indio Solari exhibe una sencillez pop y chispas de rocanrol enérgico, antes que la épica vanguardista que ganó terreno en sus últimas entregas. Un disco de melodías efectivas e inspiradas.

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles
5 min readAug 30, 2018

--

Por Nicolás Miguelez

Foto Matías Corral

En la curva final de su discografía, Los Redondos pasaron de ser una banda de sala de ensayo a una de laboratorio. Con los años, en comparación con las aventuras solistas de su compañero Skay, fue revelándose de qué lado provenían aquellas últimas experimentaciones. El asomo a la modernidad tenía la firma del Indio Solari, un artista obsesionado con la retórica del lenguaje, lo que dice y cómo lo dice, lo que escribe y cómo lo canta, y cómo suena todo eso junto en un disco de rock. El Indio nunca aspiró a ser Bob Dylan ni Leonard Cohen, por más que estos nombres dorados aparezcan en los agradecimientos de su nuevo álbum solista. No es un cantautor. Nunca lo veremos defender una canción con una guitarra criolla. Es un autor clásico que, además de conmover, se propone discutirle a cada época en sus términos.

Una vez disueltos Los Redondos, inspirado por el nacimiento de su hijo, el Indio publicó El tesoro de los inocentes (bingo fuel). Por primera vez, la que quizá sea la frase más inspirada de aquel álbum (“si no hay amor que no haya nada entonces”) se refería más a sí mismo que a la política de lo actual que caracterizó a la literatura de Los Redondos. No cabía en una remera. No definía el mundo desde lo colectivo. No ironizaba con una batalla dialéctica ni sumaba lunfardo al idioma del rock. El Indio escribía sobre el amor, como cualquiera. Desde entonces, sin abandonar su esencia de cronista global, en sus discos solistas la cámara parece estar puesta en otro lugar.

“Es muy difícil hacerse cargo del cariño de mucha gente. Es difícil físicamente hacerse cargo de eso. Uno no termina de saber por qué sucede esto. Es una serie de malentendidos que me llevan a un lugar donde la gente cree algo y me atribuye virtudes o destrezas que uno no tiene. Sólo se trata de soportar la presión. La música es lo que me importa y lo que me gusta hacer”, dijo hace poco en la única entrevista que concedió acerca de la salida de sus nuevas canciones. En la charla, realizada con Marcelo Figueras — escritor, amigo del Indio y su biógrafo oficial — , también repasa el estado de su enfermedad, bautizada como “Mr. Parkinson”. Cada vez que opina públicamente para comunicar la salida de un nuevo trabajo, el Indio deja claro que las revelaciones personales resultan para él un fastidio (en la víspera del lanzamiento de su libro de memorias, se supone que allí quedarán saldados algunos interrogantes biográficos). El ruiseñor, el amor y la muerte tal vez sea su obra más personal, la que deja más pistas, la que lo muestra más al completo. La versión full del Indio. La portada, que introduce un arte de tapa poco habitual en estos tiempos de lanzamientos digitales, está ilustrada con una foto de sus padres. Pero más que el discurso es la música en sí misma (“lo único que me importa”) el elemento que domina a su nuevo disco. Mucha música. Más que otras veces. Lo que cambia es la dosis. Menos épica y una ausencia casi total de himnos. Como si esta vez hubiera conseguido dejar de ser quien fue para parecerse más a quien es.

“Más que el discurso es la música en sí misma el elemento que domina a su nuevo disco. Mucha música. Más que otras veces. Lo que cambia es la dosis. Menos épica y una ausencia casi total de himnos. Como si esta vez hubiera conseguido dejar de ser quien fue para parecerse más a quien es.”

La canción que da título al álbum, que con otra instrumentación podría ser un bolero, sintetiza una búsqueda nueva; una melodía nostálgica y circular, una voz susurrada y guitarras que entran y salen en un diálogo conmovedor; una canción escrita e interpretada con la naturalidad reservada a los grandes autores. “La moda no es vanguardia” está en el mismo nivel de inspiración, desafiante y reveladora a la vez; entre imágenes tóxicas como “siluetas de tiza” surgen declaraciones de principios y confesiones retroactivas: “Me invento plegarias vacías sin ser de fe/ Demasiado ciertas para ser verdad, ya sé/ ¿Seré yo acaso un espía allí entre los muertos sin alma?”.

Quizás una de las mayores novedades del disco sea la consagración del Indio como baladista pop, un rasgo que aparece también en “El martillo de las brujas (Malleus Maleficarum)”. Igualmente pop son “El tío Alberto en el Día de la Bicicleta”, “La pequeña Mamba” y “La oscuridad”, uno de los temas que no desentonaría en una playlist de Los Redondos ni en un disco de R.E.M. El rock, que siempre está — abre y cierra el disco pero resulta menos atractivo porque es lo que mejor le conocemos — impone condiciones con “Pinturas de guerra”, “Strangerdanger” y “Panasonic y el mundo a tus pies”, y clausura el álbum con “El que la seca la llena” y sus arreglos de vientos comprimidos, una característica sonora que atraviesa el disco de principio a fin, como un código de vestimenta (comprimir al borde de la saturación para sonar parejo en auriculares y dispositivos bluetooth, con la voz perdida en la mezcla). En el medio, “Ostende Hotel” juega al crossover; cuando todo parece indicar que la voz que canta sobre el piano llevará a la canción de viaje por un universo íntimo y particular, el ingreso de la banda la convierte en un tema sin género ni lugares comunes. La otra gran novedad está en el humor, a veces más evidente, otras más entrelíneas, de “El callejón de los milagros” o “A bailar que no hay infierno”, entre otras.

“El ruiseñor, el amor y la muerte tal vez sea su obra más personal, la que deja más pistas, la que lo muestra más al completo. La versión full del Indio.”

Si El ruiseñor, el amor y la muerte fuera uno de sus últimos actos, el Indio comienza a despedir su obra con una media sonrisa, dejando tarea para el hogar, mostrando su faceta menos dramática, dando a entender que al final nada es tan grave como parecía. En un disco que mira a los ojos a la promesa de la muerte, la frase “perdí lo que no tuve, gané lo que nunca merecí y más” (“La moda no es vanguardia”) parece un castigo excesivo. Hay muchas más. Cada una podría definir a un autor de canciones de rock que se encamina a la eternidad sin más explicaciones que estas nuevas criaturas musicales que, como debe ser, hablan por él.

Indio Solari y los Fundamentalistas del Aire Acondicionado
El ruiseñor, el amor y la muerte

(DBN)

--

--

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles

El medio para los que hacen — Música, cine, libros, artes y más.