“Stephen King me mandó un mail diciendo que la película era brillante”

Con su debut en la dirección con Mamá (2013) y ahora al frente del esperado estreno de It, la adaptación de la popular novela de terror de Stephen King, el argentino Andrés Muschietti no tardó nada en ubicarse en un lugar de privilegio en la industria de Hollywood. Mientras prepara la adaptación de Robotech, disfruta de un presente que lo encuentra entre los nuevos referentes del cine de género mundial.

Los Inrockuptibles
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7 min readSep 14, 2017

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Por Juan Manuel Domínguez

Esta sección está auspiciada por el Festival de Cine Alemán. Del 14 al 20 de septiembre disfrutá lo mejor del cine alemán en Village Cines.

Acá, en Toronto, filmando un piloto, en preproducción”, dice Andrés Muschietti del otro lado del teléfono. Esa es su vida ahora, y amenazaba con serlo desde el estreno de Mamá, el cortometraje de 2008, que con sus tres minutos de duración se convirtió en el sueño húmedo de Guillermo del Toro, que el mexicano decidió ayudar a ser un largometraje que se estrenó finalmente en 2013. Desde ese entonces, el nombre de Andy circula por Hollywood y se lo asocia con plásticas leyendas del panteón geek. Se dice que fue parte de la lista para dirigir un nuevo He-Man, se sabe que anduvo un rato en La momia pero abandonó el proyecto, y así varias microhistorias, que muestran los caprichos de Hollywood y sus dificultades más allá de la franquicia que encandila. Hoy finalmente los rumores desaparecen con el estreno de It. Detrás de la sonrisa siempre complicada de Pennywise, el payaso, y la adaptación de la novela de Stephen King (que tuvo una segunda vida en su adaptación de los 90 que Muschietti ha golpeado en algunas declaraciones), se encuentra entonces un director argentino que los estudios buscan para sus juguetes.

ENTREVISTA> ¿Cuál fue la primera idea que se te aparece después del subidón inicial de que te encarguen el rodaje de It? ¿Qué creías que le podías sumar a la historia?
Esa primera idea tuvo que ver con intentar volver a la experiencia primaria de terror que tuve cuando me acerqué al libro de Stephen King –no a la película–. Tenía catorce años, y obviamente el libro tenía un vínculo conmigo que superaba la nostalgia cinéfila. Por haberlo recorrido tantas veces, hubo cosas específicas que se me aparecieron de inmediato. En principio, fue hacer justicia a las emociones que me generó el libro. Buscar ese instinto, ese terror inicial. En segundo lugar, hacer una película que supiera dialogar con eso pero desde mi adultez. Para ser simples: que me impactará a mí como adulto. Esos son los dos valores principales que quise traer al proyecto desde el principio.

“La relación con los estudios nunca es fácil. Ellos tienen conceptos, procesos y criterios con los no queda otra que ir peleando, porque la mayoría de ellos van en contra de los procesos creativos más puros.”

Si te gustaba tanto de chico, ¿qué fue lo que te pasó cuando tuviste un vínculo directo con Stephen King por esta película?
Con King tengo una relación de educación sentimental muy fuerte. Es mi héroe literario desde que tengo trece años. Fue una gran emoción cuando me dieron el proyecto y me dejaron entrar. Pero a contramano de lo que uno puede creer, con él no tuve contacto directo hasta que la película se terminó. Él pidió verla. Se la mandamos a un lugar entre Maine y Florida, del otro lado de Estados Unidos. Pidió una función especial para él solo, sin nadie alrededor. Debe ser difícil cuando no le gusta a King tu adaptación. La vio e inmediatamente me escribió, me mandó un mail diciendo que la película era brillante, agradecía y decía que había superado sus expectativas. Inmediatamente le dije que le pedía disculpas por las licencias y libertades –que son bastantes– que me había tomado. Terminamos manteniendo una comunicación por días, citando casos puntuales de ideas, y él diciéndome que no me preocupase.

Andrés Muschietti — Foto Warner Bros. / Brooke Palmer

La película podría relacionarse en un punto con Stranger Things: volver a relatos que muestran la Norteamérica más inocente, la que vimos cien veces en el cine que nos educó, y saludar a los relatos que comenzaron a destruir esa idea idílica del suburbio (por ejemplo, aparecen muchas referencias a la saga Pesadilla). ¿Por qué creés que interesa volver a esos lugares del cine?
Hay una corriente que reivindica las películas de los años 80, esas películas cuya fuerza realmente emocionó a cineastas que ahora filmamos y que llegó a generar una especie de culto que da cuenta de su fuerza importante como relato que marca una identidad. Spielberg es uno de los que dejó una marca muy fuerte. Es innegable que está en el corazón y alma de muchos realizadores. Por otro lado, a nivel personal, es como un viaje en el tiempo que siempre es excitante, porque es volver a los doce años, donde todo es algo que se vive con mucha fuerza, de forma muy emocional. Las primeras historias de amor, los primeros instantes de violencia, de bullying. Y eso en It, además, es básicamente volver a los años 50, a cuando él creció, cuando él vivió esas cosas.

En la película el principal nervio narrativo implica ignorar el miedo, superarlo, y estamos hablando apenas días después de lo sucedido en Charlottesville. ¿Cómo se vive el estreno de un film que se planta tan decididamente frente a quién agrede en un momento donde hay nacionalistas que marchan con banderas nazis?
Hay una analogía fuerte en la película, y siempre la sentí. No es obvia, pero aun así espero que no pase desapercibida. Para mí It habla de lo que significa vivir en una cultura del miedo. Y hacerle frente a eso. Es lo que estamos viviendo ahora: en los Estados Unidos hay un presidente que juega con el miedo, con la división. El miedo te deja controlar a la gente. Como Pennywise, que asusta y divide. Lógicamente es eso.

¿Cómo fue el proceso puntual de trabajar en It, más allá del fan, más allá del “argentino que logra llegar”? ¿Cómo fue elegir cuál Pennywise sí y cuál no?
Fue muy divertido. Cuando New Line entró al proyecto, básicamente compró el speech que yo les hice, y a partir de ahí fue un espacio de creación muy libre. Fue un proceso muy lindo, pero tenso por momentos. Te enfrentás a limitaciones económicas y de tiempo que siempre te persiguen. Ahí es donde empezás a hacer malabares y a elegir la batalla que querés librar, porque no podés hacer todo lo que querés en las más de mil páginas de libro. Además, yo soy dibujante, y entonces ese preciso proceso de elegir me resultó fascinante. Hice unos bocetos iniciales; en los primeros tenía pelito de bebé y ojos estroboscópicos. Finalmente fuimos con la sonrisa que le cruza los ojos. No quería el payaso del siglo XX, que está muy asociado a algo berreta, a la fiesta de cumpleaños, medio bolsa con pompones. Quería hacer algo más sofisticado.

Se viene el rodaje de Robotech, donde estás como director de la adaptación del clásico animé, y estas filmando con Joe Hill, hijo escritor de Stephen King, un piloto de Locke & Key. En ese “sueño del pibe” en Hollywood, ¿se cumplen fantasías o esas cosas que uno cuida y quiere se convierten en otra cosa?
Es increíble. Es un sueño hecho realidad. Pero entonces ahí es donde aparece, obviamente, el costado real. Todos esos aspectos de la industria y del negocio son la parte menos divertida y excitante. Hay limitaciones. Con Robotech envíe un tratamiento de diez páginas, donde me imaginé ese mundo en dos horas. El tratamiento me encanta, pero ahora hay que ver las limitaciones que me voy a encontrar. Aunque no es algo que me detenga. La fuerza está en la visión que tenés. Y saber qué batalla librar. La relación con los estudios nunca es fácil. Ellos tienen conceptos, procesos y criterios con los no queda otra que ir peleando, porque la mayoría de ellos van en contra de los procesos creativos más puros. Es fascinante darme cuenta que no es una panacea donde estás dando vueltas carnero en el aire y haciendo high-five sino que hay que estructurarse y tener una disciplina para focalizar lo que estás haciendo. Son batallas interesantes, pero a veces frustrantes. En It conseguimos una clasificación “no apta para menores de 18 años” y eso ayuda mucho.

“It habla de lo que significa vivir en una cultura del miedo. Y hacerle frente a eso. Es lo que estamos viviendo ahora: en los Estados Unidos hay un presidente que juega con el miedo, con la división.”

¿Qué sentís entonces cuando ves It? ¿Está ahí la película que querías hacer?
Por un lado, siento que es un alivio enorme. Son dos años de dar todo, todos los días, con la incertidumbre de si va a quedar bien, si todos esos pedazos que vas creando funcionarán juntos y generarán una respuesta en el público. Porque cuando hacés una película es inevitable la sensación de malabar, de truco de balance, donde esperás que todo esté bien con tu instinto como brújula. Cuando terminás la película te dan diez semanas para montar el corte del director, y ahí la muestran a audiencias reclutadas, los famosos test screenings, que son cien personas que firman un contrato de confidencialidad. El propósito de todo eso es un puntaje. Y en It al final fue del 90 %, después de cuatro o cinco screenings. Para una película de género es impensable. Eso no tiene precio. Te das cuenta de que funciona y es genial. A esa altura, ya perdiste la relación con la película. Me adapté al marco que me dieron –30 millones de dólares–, e hice lo mejor que pude.

It
De Andrés Muschietti
Con Bill Skarsgård, Jaeden Lieberher y Finn Wolfhard

Estreno en la Argentina 21 de septiembre

> itthemovie.com

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