Javier Calvo desafía las expectativas del lector
En Suomenlinna, su nueva novela, Javier Calvo juega con la intertextualidad y las voces narrativas.
Por Luciano Lamberti
Hay una vieja dicotomía entre la narrativa experimental y la que “cuenta una historia”. Muchas veces, esa oposición es creída por los mismos escritores, que se posicionan en uno u otro bando con demasiada facilidad. No es el caso de Suomenlinna, novela de Javier Calvo. En ella ambas concepciones de la literatura se aúnan para dar paso a una obra ligera, con una cierta trama, pero capaz también de tomar distancia y reírse de sí misma.
Suomenlinna cuenta la historia de Mirkka Rislakki, una adolescente finlandesa que sale del correccional para festejar la Navidad en casa de sus padres. En capítulos cortos y cinematográficos se nos cuenta la llegada, el choque con su familia y los sucesivos flashbacks que explican las causas que la llevaron a la cárcel. En el medio hay una banda de metal, un grupo que lucha por seguir matando a las ballenas, política finlandesa, rebeldía adolescente contada desde la ternura y la comprensión, un astuto sentido del humor, racismo explícito y casi nada de “literatura” en el sentido desgastado y viejo de la palabra.
Hay dos procedimientos que se destacan en la ejecución de la novela: el primero es la intertextualidad. La historia está narrada desde sus puntos de contacto y de distancia con la película británica de terror de 1973 The Wicker Man, la favorita de Mirkka, en el que un policía debe investigar en una isla la desaparición de una niña. El segundo es la voz narrativa. Es como si hubiera dos voces que corren en paralelo, una ocupada en “contar la historia” y la otra en reflexionar sobre lo que se narra, o incluso boicotear las expectativas del lector. Es la voz que ataca cualquier interpretación “profunda”, que ligue los acontecimientos a un plano más trascendental, y que insiste todo el tiempo en que la historia no es metáfora de nada, más bien el mundo es una metáfora de la historia, olvidando quizá que allí donde hay una materialidad narrativa, el lector busca ligarla siempre a un sentido, sobre todo cuando se lo niegan. Hay entonces un juego con las expectativas del lector, no solo en la adjudicación de un sentido a la historia, sino también en cuestiones morales, que naturalmente rodean toda la trama: desde la vergüenza de los padres por el destino de Mirkka hasta el incidente con un delivery de pizza negro que desencadena la acción. Suomenlinna, más allá de su escenario “exótico”, por lo menos para el lector argentino, nos enfrenta a cuestiones de culpabilidad e inocencia (y algo en el medio para lo que todavía no existe un nombre) muy cercanas y actuales.
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Javier Calvo
Suomenlinna. Dioses nórdicos, himnos en black metal
(Momofuku) 124 páginas