Las historias violentas de Jean-Marc Vallée: de Big Little Lies a Sharp Objects

El director canadiense vuelve a sumergirse en los mundos femeninos con Sharp Objects, una miniserie de ocho episodios en la que retrata el corazón profundo de los Estados Unidos, un universo de violencia inédito, fascinante e imborrable. Entrevista.

Los Inrockuptibles
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7 min readJul 16, 2018

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Por Iris Brey y Olivier Joyard

El invierno va a ser viscoso, peligroso y con muchos asesinatos. En efecto esas son las palabras que se nos vienen a la mente con esta serie, capaz de dejar sin respiración y de provocar una fascinación inmediata, duradera e incluso imborrable. Sharp Objects, sin embargo, no juega el juego de la seducción. La serie posee –incluso– ciertos defectos, como el de tomarse todo muy en serio. Pero esta adaptación extendida y plena de melancolía de la primera novela de Gillian Flynn (también autora de Gone Girl) sabe crear visiones y también una obsesión: la de descifrar los signos y los misterios de una investigación muy particular.

Dos jóvenes adolescentes son encontradas muertas en la pequeña ciudad de Wind Gap, en el corazón de Missouri. Una periodista nativa del pueblo (Amy Adams) es enviada por el diario para el cual trabaja para cubrir el evento y desatar sus hilos complejos. Su nombre es Camille y acaba de salir de una institución psiquiátrica donde intentó ordenar su cabeza, no sabemos por qué. Sólo sabemos que la idea de volver al lugar donde creció la hace temblar. El recuerdo de su hermana muerta en ese lugar asoma.

Un cuerpo como un pergamino a descifrar

En la casa familiar, su madre (Patricia Clarkson), una rubia inquietantemente fría y sofocante, la espera con pie firme. La investigación policial y la personal se cruzan casi inmediatamente. Camille ha vuelto para comprender por qué la violencia siempre ha formado parte de su vida. Es una mujer traumatizada, de la que descubrimos tempranamente que tiene el cuerpo cubierto de cicatrices, todas mutilaciones que ella mismo se hizo durante años. El cuerpo de Camille se convierte en un pergamino de signos a desentrañar. Palabras escritas con hojas de afeitar, con alfileres: Drain (escurrir), Whine (queja), Cherry (cereza), Sick (enfermx), God (Dios), Pain (dolor), Wicked (malvadx)… En los primeros episodios, la cámara no se retrasa sobre la hinchazón que dejan las cicatrices en la piel. La heroína las esconde detrás de sus vestidos largos y no las vemos más que en los pocos momentos donde ella debe desnudarse: delante de un espejo, en una tienda de ropa o cuando un hombre la desviste.

Y sin embargo, la gravedad de las palabras en la superficie de la piel de Camille mata la nuestra. Tenemos el deseo de cerrar los ojos y acariciar su cuerpo, de deslizar nuestros dedos sobre las cicatrices dejadas por sus objetos cortantes (los Sharp Objects) que la han perforado, de ponerle una pomada aliviadora a los traumas. A través de flashes de su pasado que invaden su vida, Camille conserva una memoria muy viva, visible a los ojos de todos, que sin embargo no llega a descubrir la verdad. Junto a nosotros, su personaje observa su cuerpo sufriente y se pregunta cuál es la palabra clave de su misterio, de su pasado. Vemos la propagación de esos males sobre su cuerpo, los que la resolución de la investigación –periodística y policial– devolverá aún más profundos. Jean-Marc Vallée, director de la miniserie (no habrá continuación luego de los ocho episodios) escrita por Marti Noxon, analiza el vínculo entre la inscripción de las palabras en la carne del personaje, y aquellas que ella tipea sobre su teclado para contar la investigación que sacude a la ciudad: “Camille tiene esta obsesión por las palabras, por el verbo, las utiliza en su trabajo, para curarse y, al mismo tiempo, para hacerse mal. Es una contradicción –hermosa– de buscar en lo desconocido e intentar comprender lo que ella es, lo que hace”.

Normalmente, la violencia es representada, sobre todo en el cine, a través de historias de hombres y de la testosterona, como si eso les perteneciera. Gillian Flynn quiso explorar la cólera de las mujeres y su violencia, que no es forzosamente física sino psicológica.”

Amy Adams extraordinaria

Para que el sufrimiento de su cuerpo femenino no desanime a lxs espectadores hace falta una gran actriz. Amy Adams interpreta el papel de su carrera. Logra estar, al mismo tiempo, totalmente presente e ineludible, y despejar la evanescencia de un fantasma, como si hubiera dejado su cuerpo y estuviera flotando sobre los 35mm, usados específicamente para resaltar la textura de su piel.

Jean-Marc Vallée no se repone nunca de su presencia: “Es increíble el talento de esta mujer y su manera de comprender el cine, el personaje. A pesar de las malas decisiones que ella toma, la perdonamos. Amy Adams está siempre en reacción a lo que ella siente y a lo que ve. En la cámara, utilizamos su punto de vista para encontrar cosas, para desinflamar los planos”.

En Big Little Lies, que Jean-Marc Vallée dirigió para HBO el año pasado, el sol de California escondía una historia de mujeres víctimas que terminaban por unirse para poner en obra su propia violencia. Sharp Objects retoma algunas de estas temáticas, pero el director asegura que no se trata de una elección profética en la época del #MeToo.

Ni con, ni sin las mujeres

Son dos aventuras consecutivas con personajes principales femeninos en los cuales me sumerjo y encuentro mi identificación. Soy ciego al género, puedo identificarme tanto con lo que vive una mujer en sus historias como con lo que los hombres pueden atravesar. Lo que es seguro, es que amo trabajar con esas artistas y ponerme a su servicio, como aquí con Gillian Flynn y Marti Noxon, la escenógrafa. Hay una corriente en el aire desde algunos años. Las mujeres tienen el deseo de crear sus propios proyectos, de tomar su lugar”.

Sharp Objects muestra el mundo como si fuera a la vez mortal para las mujeres y sometido a sus geografías. Ni con ellas, ni sin ellas. Jóvenes adolescentes zigzaguean todavía vivientes por Wind Gap en rollers, y desaparecen en las esquinas. Aquellas que mueren son encontradas sobre los bordes de la ventana, con los dientes arrancados. Como en una novela de Laura Kasischke, la ciudad muestra como inquietante lo familiar por la presencia de esos cuerpos femeninos que dejan en su camino los olores de la violencia. Violencias sexuales ejercidas por hombres y otras más insidiosas, que se esparcen incluso en las casas más seguras. La serie opera un desplazamiento de esta violencia exterior, entendida como masculina –aquella que se desarrolla en los bosques, en las calles– a aquella que se vive en el interior de los cuerpos y de los hogares: una violencia femenina.

Son dos aventuras consecutivas con personajes principales femeninos en los cuales me sumerjo y encuentro mi identificación. Soy ciego al género, puedo identificarme tanto con lo que vive una mujer en sus historias como con lo que los hombres pueden atravesar.”

Jean-Marc Vallée agrega: “Normalmente, la violencia es representada, sobre todo en el cine, a través de historias de hombres y de la testosterona, como si eso les perteneciera. Gillian Flynn quiso explorar la cólera de las mujeres y su violencia, que no es forzosamente física sino psicológica. La frustración de Gillian Flynn de ver siempre representada la cólera y la violencia de los hombres ha sido la fuente de su motivación para su libro. Quiso presentar una historia pocas veces contada”.

La violencia de las mujeres en contraste con otras es efectivamente singular en nuestras pantallas, seguramente porque molesta más que cualquier otra cosa. En The Handmaid’s Tale, aquellas que tienen el poder facilitan la violación de otras, para devenir madres. En Sharp Objects, la violencia se liga también a lo maternal. Imposible de existir en la sociedad sin ese estado por el cual las mujeres están dispuestas a todo… ¿Incluso matarse mutuamente?

La verdad de los actores

La pequeña ciudad de Wind Gap liberará sus secretos al final de agosto, ya que la serie entrega un episodio por semana, pero una cosa es segura: desde True Detective que no se ve la América de pequeñas ciudades como acá. Sharp Objects funciona como un examen sensible y sensual de la tradición pictórica americana, en lo que porta en sí de tenebroso y de bello.

Las tradiciones fotográficas de William Eggleston y Steven Shore no son extrañas a la visión de Jean-Marc Vallée y su director de fotografía, Yves Bélanger, aunque el director reivindique un acercamiento intuitivo. “Teníamos la preocupación de ser auténticos y captar esa América de las pequeñas ciudades, incluyendo su sistema de clases: se va de la clase media a los más ricos, ya que la familia de Camille vive con opulencia. Además, la primera intención es estar ahí, captar alguna cosa de la verdad de los actores.

“Amy Adams está siempre en reacción a lo que ella siente y a lo que ve. En la cámara, utilizamos su punto de vista para encontrar cosas, para desinflamar los planos.”

Sharp Objects parece querer revelar un lugar y los cuerpos que lo frecuentan. Un trayecto casi documental, cosa que Vallée reivindica al no haber utilizado ninguna luz “de cine” y considera la puesta en escena como “una danza entre los actores y la cámara”.

El mundo inestable que devela la miniserie no podía ser filmado con majestuosidad. “No corregimos en posproducción una sobreexposición por un rayo de luz que atraviesa una ventana. Durante el rodaje, empujaba al director de fotografía a que no tuviera miedo, le sugerí subexponer ciertos planos. Yo sé que hacemos color, pero hace falta recordar todas esos films noir que se grababan a contraluz y con grandes contrastes.” Sharp Objects puede generar dolores de cabeza porque viene de lejos, tanto en el trayecto de su heroína lastimada como en la materia sepulcral de sus imágenes.

Sharp Objects

(HBO)

> hbo.com/sharp-objects

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