“Esta música, despreciada hace una década, hoy alimenta los ránkings del mundo”

John Maus repasa su vida gracias a Screen Memories, un gran disco de pop negro, bailable y macabro, donde la música barroca se cruza con el lo-fi y Alain Badiou se encuentra con Ariel Pink.

Los Inrockuptibles
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5 min readNov 9, 2017

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Por JD Beauvallet

Creo que el grunge fue lo que me volvió un melodista inepto”, arremete John Maus hoy, al replantearse su infancia habiendo pasado de banda en banda durante el secundario. Cuando uno está obsesionado por la música barroca, no debe ser fácil crecer en los confines de Minnesota y de Iowa, a cientos de kilómetros de la disquería más cercana y a años del primer click de Internet. Pero el erudito y elocuente John Maus es tenaz, y en 2000 se ganó un lugar en el California Institute of the Arts, ya determinado a inventar una gramática musical nueva y personal. “Buscaba una música cuyo destello brillara en la oscuridad, en el gran vacío dejado por el fracaso de las ambiciones, la mediocridad de la creatividad. En musicología, de lo único que hablábamos era de música serial, de John Cage. Me desanimaba que las piezas barrocas que componía fueran ridiculizadas por los profesores”, recuerda hoy el músico norteamericano.

Tras haber crecido en la solitaria Minnesota, John Maus descubre de repente los códigos californianos de la vida en sociedad. “Aterricé con mis remeras psicodélicas y el pelo atado con una colita, no tenía una impronta, y eso parecía ser fundamental. Todos me miraban desde arriba, me trataban de pueblerino. Era un outsider, y enseguida me volví un paria”, rememora Maus. Por suerte, un estudiante del departamento de artes plásticas le tomó cariño así tal cual era y juntos empezaron a hacer música. Hoy se lo conoce como Ariel Pink. John explica que “él era un verdadero amante de la música, un coleccionista, un traficante. Fue el primer estudiante que no me trató con condescendencia. Gracias a él empecé a juntarme con una comunidad de músicos. Fue el hombre providencial”.

Después de siete años en Los Ángeles, John se fue a Hawaii, donde estudió filosofía y ciencias políticas. Y uno puede estar seguro, si es que escuchó sus discos, de que es un surfista prodigioso. Sobre esa ola fría, John Maus hace alguna aclaración sobre su inspiración: “Tengo el mismo tono de voz barítono que Ian Curtis, pero él nunca fue una influencia cuando recién empezaba. Recién conocí los discos de Joy Division y de su productor, Martin Hannett, una vez que mis primeros LPs ya habían salido. Lo que nos acerca es que los dos tratamos de que nuestro canto resucite a Jim Morrison”.

La próxima primavera, John Maus va a reagrupar ocho discos en un box set, retomando material editado desde 2006. El cofre incluye el genial y siempre influyente We Must Become the Pitiless Censors of Ourselves, de 2011. En pocas palabras, John considera esta próxima caja de edición especial como un testamento: un inventario antes de pasar una vida futura, sin dudas en el ámbito de la enseñanza o componiendo música para películas. “Nunca me interesó simular la juventud, sobreactuar la audacia, volverme una caricatura”, explica terminante.

Screen Memories, en psicología, es un mecanismo de autodefensa que consiste en reemplazar una experiencia por otra. Por ejemplo, tu tío empieza a tocarte, pero para reponerte del trauma vos te acordás nada más que de él comprándote un helado.

Mientras espera retirarse antes de cumplir 40, esta reinmersión en sus canciones lo dejaron perplejo. “Esta música, que fue despreciada hace una década, alimenta hoy en día los ránkings de todo el mundo. Es una música nacida, en un principio, por obligación ante las carencias técnicas y económicas: lo-fi a la fuerza. Pero la usina de hits, principalmente en Suecia, ha abierto verdaderos laboratorios de escucha donde se analiza cada canción que sale, y extraen cada sonido inédito –sobre todo las atmósferas delicadas–, las corrompen y las inyectan en los beats. Gracias a eso, un tipo como Max Martin puede enorgullecerse de haber firmado, detrás de Britney Spears o Katy Perry, más hits que los Beatles y Elvis Presley juntos”, analiza John. Después de esta brillante demostración de musicología, uno entiende qué fue a hacer a California.

Nunca me interesó simular la juventud, sobreactuar la audacia, volverme una caricatura.

No se sabe si este nuevo disco de Maus está siendo diseccionado en algún laboratorio sueco, pero sí es cierto que Screen Memories es lo que uno podría llamar una belleza tenebrosa. Un disco que nunca incita a ese aplauso que busca seguir el ritmo, pero tampoco provoca ganas de romperse la cabeza contra la pared. La melancolía se lleva con elegancia y distensión en el repertorio del norteamericano: ya no es más un chaleco de fuerza. Screen Memories nunca avasalla, o al menos lo hace solo con buena educación, como en “Walls of Silence”, que rompe el hielo de un disco que hasta entonces miraba distante y con el ceño fruncido. Screen Memories está literalmente hecho a mano, “trabajado a la antigua, con un cuaderno y un lápiz”, en su granero en Minnesota. Taladro, destornillador y soldador de hierro en mano, Maus construyó sus propios sintetizadores para escapar de la homogeneización de los bancos de datos digitales.

Sabemos que tomó prestado el título de We Must Become the Pitiless Censors of Ourselves, su disco anterior, de una frase del filósofo Alain Badiou: “Debemos convertirnos, despiadadamente, en nuestros propios censores”. Es difícil no preguntarse a qué hará referencia el título del nuevo disco. Y él explica que “Screen Memories, en psicología, es un mecanismo de autodefensa que consiste en reemplazar una experiencia por otra. Por ejemplo, tu tío empieza a tocarte, pero para reponerte del trauma vos te acordás nada más que de él comprándote un helado”. Hay algunas preguntas que, por más que sean simples, uno jamás debería hacer.

John Maus
Screen Memories

(Ribbon Music)

> johnma.us

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