Jonathan Franzen habla de “Pureza”, su última novela
En su nueva novela, Pureza, un personaje de escritor fracasado declara amargamente que hoy en día, para tener éxito, es necesario llamarse Jonathan y escribir novelas de más de quinientas páginas. Seguramente es el tipo de frase que Jonathan Franzen debe haber escuchado una y mil veces desde la publicación de Las correcciones en 2001, que lo propulsó de la noche a la mañana al primer plano de la escena literaria estadounidense y que le aseguró suficiente dinero como para pasar el resto de su vida escribiendo tranquilamente (1,5 millones de ejemplares vendidos solo en los Estados Unidos).
Quince años después, reparte su tiempo entre su departamento en el Upper East Side, en Nueva York, y su casa en Santa Cruz, California, y acaba de publicar el que quizá es su mejor libro, aunque la prensa estadounidense se haya mostrado menos deseosa de aclamarla, y aunque las ventas desde su publicación en octubre de 2015 no hayan sobrepasado los 200.000 ejemplares en su país.
Nos encontramos con él en la casa en Santa Cruz, después de haber paseado casi una hora y media en auto desde San Francisco a lo largo de la costa, como él nos aconsejó, porque “es un camino muy lindo”. La llegada a Santa Cruz es un poco menos linda: la pequeña ciudad se parece a un típico suburbio californiano, con sus calles urbanizadas desiertas, con sus casitas siniestras por tanta banalidad.
Franzen nos abre la puerta de su pequeña casa rosa. A los cincuenta y seis años no tiene ni una arruga. El mismo aspecto juvenil, reservado en un principio, el mismo humor bromista. “No vivo en Santa Cruz para huir del medio literario neoyorkino, como se dijo, sino porque la mamá de mi pareja, Kathy, vive acá y ahora tiene noventa y seis años. De todas formas, nunca frecuenté mucho el ambiente literario.”
Las vidas de los otros
Aunque esta parte de California, de Santa Cruz a Oakland, esté muy presente en Pureza, se trata de su novela menos estadounidense y más internacional, ya que en ella pasamos por Bolivia y por Alemania del Este. A comienzos de 1980, Franzen estudió dos años en Berlín. “Desde hace diez años, pensaba en escribir sobre un personaje de Berlín-Este. No estaba satisfecho con los libros o las películas que había visto sobre Berlín-Este, como La vida de los otros, por ejemplo, que me parece demasiado sentimental y melodramática, con buenos y malos. Faltaba la dimensión universal de la colaboración colectiva, la fundamental banalidad de la vida cotidiana. Escuché y aprendí, miré muchas viejas películas berlinesas, leí a Christa Wolf (N. de la R.: la más célebre escritora de la ex República Democrática Alemana). Pero con esta novela me dije que había algo que tenía que contar que no había visto ni leído en ningún lado. Entonces empecé este libro inventando a Andreas Wolf, que casi que me gusta más que los otros personajes porque está más atormentado: no cree en la bondad, tiene esa inteligencia corrosiva y ese costado medio de enfermo mental, y conozco suficientes enfermos mentales como para saber que no se los puede criticar. Luchan contra su lado malo. Y además, en el fondo, es el verdadero protagonista del libro.”
“Cuando un lector viene a decirme que se reconoció, que ahora se siente menos solo. Es una buena manera de definir por qué escribo.”
Andreas Wolf, proveniente de una familia de altos funcionarios muy implicados en la dictadura soviética, es un rebelde que va a romper con sus padres y a volverse luego una especie de Julian Assange: el fundador de Sunlight Project, una copia certificada de WikiLeaks con base en Bolivia, donde trabajan jóvenes fascinados por este gurú carismático. Allí es donde fracasa la otra protagonista del libro, Purity, antes de continuar su ruta con Tom y Leila, dos periodistas de investigación que crearon su propio periódico online.
Cuando el libro comienza, Purity vive en una casa ocupada con marginales, lucha por devolver el préstamo que pidió para pagar sus estudios (esto volverá como un running gag a lo largo de toda la novela), y mantiene relaciones contradictorias con su madre, la asfixiante Anabel, una idealista abatida que la crio sola y nunca le quiso revelar la identidad de su padre. Para descubrir esa identidad, Purity se unirá a Andreas y el Sunlight Project.
“Purity es graciosa”, dice Franzen cuando le pedimos que nos la describa. “Me gustan los personajes cómicos. Me cuesta escribir sobre personajes que no son divertidos. De todas formas, la gente que arruinó su vida siempre es graciosa, por eso me gusta escribir sobre ellos. Pero Purity particularmente tiene un humor negro, retorcido. Sé que el texto funciona cuando se vuelve cómico. Necesito ironía y sentido del ridículo.”
“Estoy mucho más del lado de los periodistas que de los leakers, ya que los periodistas ponen las cosas en contexto. Pero es innegable que hoy en día, Internet dejó out a los verdaderos periodistas, incluso en los sitios de los diarios.”
La tragicomedia que sucede en Pureza se mantiene dentro de ese arte de los matices que Franzen maneja a la perfección desde Las correcciones. El escritor se volvió el miniaturista de todas las inflexiones del alma, de todas las contradicciones de los sentimientos, que despliega acá con muchísima amplitud y profundidad porque la novela no puede resumirse a la historia de una sola familia, como en Las correcciones o en su novela anterior, Libertad, sino que abarca las historias de varias familias, puestas en abismo a través de las parejas y de las tensiones padres-hijos, en una proliferación de conexiones humanas, de complejidad de relaciones, que termina por dar vértigo.
Lo familiar y lo político
El tema predilecto de Franzen, la pareja y la familia como laboratorios de la comedia humana y de los desafíos del ser humano, de la identidad y de la existencia, está renovado por la exploración de otra faceta: “Quería escribir un libro sobre las madres, y crear un contraste entre la madre de Purity y la de Andreas. No creo que una buena o mala madre crie a un buen o mal hijo, pero creo que esa primera relación que tenés con tu hijo puede influirte por mucho tiempo. Los adultos que se sienten fracasados a menudo tienen padres muy narcisistas. Ahí está lo más terrible: algo que no se puede superar”.
Lo que termina de hacer de Pureza su novela más ambiciosa es que imbricó estas historias íntimas con la Historia y nuestra época, que mostró la conmoción que puede producir una sociedad en una vida, ya se trate de Berlín-Este o de las redes sociales y su exhibición. Uno de los interrogantes centrales de la novela tiene que ver con la información en la actualidad: el periodismo enfrentado a iniciativas como WikiLeaks, o a los más recientes Panamá Papers.
“La gente que arruinó su vida siempre es graciosa, por eso me gusta escribir sobre ellos.”
“Quería escribir un libro sobre el secreto y el periodismo. Leila, gran periodista, ve el Sunlight Project como poco profesional en relación con el periodismo; yo pienso, como Tom y Purity, que se puede tener las dos opciones. Estoy mucho más del lado de los periodistas que de los leakers, ya que los periodistas ponen las cosas en contexto. Pero es innegable que hoy en día, Internet dejó out a los verdaderos periodistas, incluso en los sitios de los diarios. No creo que el periodismo vaya a desaparecer, ya que no se puede establecer una democracia sin periodismo. Se puede ver bien qué sucede en los Estados Unidos cuando los periodistas quedan obsoletos: Bernie Sanders, con un simpático programa socialista, no tiene ninguna posibilidad de ganar, y emerge un Donald Trump. Si solo seguimos la información por Instagram y Twitter, y nos interesamos más en Trump ya que él es más espectacular, Hillary Clinton quedará borrada. Sin embargo, yo voto por Hillary. Es notable ver cómo el mundo político se desmoronó tan rápidamente frente a los nuevos medios. Esa es la mayor sorpresa. El discurso político estadounidense cambió completamente en tan solo cuatro años.”
¿Franzen vs. Internet?
Pureza fue reducida por la prensa española e italiana a “un gran libro contra Internet”, y la literatura de Franzen a una “cruzada contra la red”, lo que lo exaspera. “¡No escribí todo un libro para dar una opinión que podría haber dicho en un tuit! Y además yo uso Internet todos los días. En cambio, lo que sí me molesta es la idea confusa según la cual Internet mejora nuestro mundo, mientras que es la pantalla de humo del capitalismo. Julian Assange es un caso diferente: es un hacker. Lo investigué mucho para mi libro, y el mejor artículo sobre él es de Andrew O’Hagan en The Independent. Pasó mucho tiempo con Assange, quien lo había contratado para escribir su biografía. Lo que uno retiene es una imagen de Assange solo en Londres, chequeando obsesivamente en la web qué decía la gente de él. Me marcó. Entonces hice de Andreas un tipo socialmente disfuncional.”
La última vez que Franzen googleó su nombre fue en 2001. Siempre le aparecía un artículo llamado “Franzen, el escritor estadounidense más aburrido”. Estalla de risa: “¿Cuántas veces va a volver a aparecerme este artículo? Era muy deprimente, decidí dejar de googlearme”, cuenta.
“Lo que me molesta es la idea confusa según la cual Internet mejora nuestro mundo, mientras que es la pantalla de humo del capitalismo.”
Nos pedirá que mantengamos en secreto todos los misterios de su novela, que no revelemos las conexiones entre sus personajes, a veces al límite de lo verosímil, que el lector descubrirá a medida que vaya leyendo, y que revelan todos sus secretos. Ya que si bien todos aparentan tener una actitud moral y estar en cierta búsqueda del bien y de la verdad, la otra cara de sus existencias, que Franzen deja ver en todas sus facetas al multiplicar los puntos de vista, se revela muy distinta: asesinatos, mentiras, compromisos, todos tienen algo que esconder. Hasta el punto de que uno se pregunta si el título, Pureza, no es francamente irónico. “Es el verdadero tema del libro: quería confrontar el idealismo de la juventud con la realidad. Purity es la única que no comparte ese idealismo, no tiene los medios ya que su madre lo es de forma extrema. Todos los otros personajes deberán adaptar su idealismo a la realidad. Soy un escritor de personajes.” Y eso hace de Pureza una novela cercana a las grandes novelas del siglo XIX, casi un clásico instantáneo. “Está en mi naturaleza intentar resolver los conflictos –era mi función en la familia– y sintetizar las tesis y las antítesis, los clásicos del siglo XIX y los modernos del XX. El modernismo introdujo una preocupación en relación con las convenciones del siglo XIX: ¿qué es un narrador, qué es el tiempo, qué es la memoria? ¿Podemos confiar en nuestros sentidos cuando la realidad que nos presentan en los libros es ficción? La novela revelaba cuestiones sobre la experiencia humana, pero no habríamos podido tener el modernismo sin el realismo del siglo XIX. Antes que nada, soy un escritor de personajes, y sin realismo, los personajes se esfuman.”
Jonathan Franzen cambió mucho. Confiesa haber empezado a escribir en 1982 para demostrar hasta qué punto era brillante, para dominar a los lectores. “Sin embargo, hay que hacer todo lo contrario: tenés que ser vulnerable, buscar situaciones vergonzosas e indecibles para conmover al lector. Ahora, ya no le quiero probar nada al mundo, solo quiero darle un regalo al lector que se siente solo en su experiencia y que cree que nadie más vivió eso. Es lo que más me gusta: cuando un lector viene a decirme que se reconoció, que ahora se siente menos solo. Es una buena manera de definir por qué escribo.”
Por ahora, Franzen trabaja en guiones para la adaptación de Pureza a una serie de veinte episodios, que dirigirá Todd Field y que contará con Daniel Craig en el papel de Andreas Wolf. Se prevé el estreno para 2017.
-
Pureza
(Salamandra) 704 páginas
Traducción de Enrique de Hériz