“La ilusión de los mamíferos”, de Julián López
La segunda novela de Julián López cuenta la historia de amor de dos hombres que solo se ven los domingos. Un libro que impone su propio ritmo sin caer en ningún cliché.
Por Malena Rey
La escritura de Julián López vuelve a demostrar todo lo que no quiere ser: no quiere ser leída solo en clave gay, no quiere tener que ver con el bullicio autorreferencial de las escrituras del yo, no quiere funcionar como entretenimiento ni que los lectores terminen el libro y se olviden de todo lo que recién leyeron. La suya es una literatura delicada, trabajada, morosa, con un dominio poético del lenguaje, por momentos melancólica, que deja muchos espacios para que ocupe ese lector con sus propios pensamientos, y que trata a sus personajes como sujetos que también se definen más por lo que no son que por lo que sí (“No soy un oficinista” es la primera frase de este nuevo libro).
La ilusión de los mamíferos es una novela que tiene imágenes potentes y perdurables, no solo de los románticos encuentros entre dos hombres que se aman y entregan solo los días domingos, sino también de cómo la naturaleza cambiante y las vistas de la ciudad van afectando los ánimos. Mirar el cielo desde el balcón de un departamento muy pequeño –reducto íntimo para la cita y el sexo– puede ser una visión del mundo. Y los árboles de la ciudad, descriptos con mucha habilidad a lo ancho y a lo largo del texto, pueden ser testigos de la pasión asordinada de dos masculinidades.
Como en Una muchacha muy bella (Eterna Cadencia, 2013), López aquí también consigue conmover –en todo su campo semántico: perturbar, poner en movimiento, excitar, agitar– a los lectores. Es difícil encontrar en otras novelas escenas tan románticas y eróticas de dos hombres en pleno acto sexual (lluvia dorada incluida). Para hacerlo, se vale de un recurso muy sencillo: narrar en pasado, cuando la relación ya no existe y uno de los involucrados busca preservarla del olvido. ¿Cómo se dimensiona la importancia de un vínculo con el paso del tiempo? La ilusión de los mamíferos esboza algunas respuestas posibles sin hacer pie en la cronología ni en la aceleración contemporánea. Tanto la prosa como los personajes están en un registro propio que se sostiene en la repetición de rituales (esta pareja, por ejemplo, desayuna los domingos largamente seleccionando la vajilla que los acompaña, esos objetos nobles que resisten los vaivenes temporales). Otra forma de dimensionar ese amor es demostrar cuán romántico fue y cómo se lo dejó de idealizar. “Durante nuestros domingos yo quedaba en suspensión y tenía la mejor versión de mí: estar con vos fue eso, una manera de ser que me gustaba, me resultaba liviana y también un poco dramática y también un poco original, un poco lógica”, dice el protagonista.
Con estos amantes anónimos con los que cualquiera –gay o hétero– puede identificarse, López construye su propia fortaleza: una que se esconde del mundo y la vida pública para mostrar el reverso de las cosas, y que reafirma la importancia del lenguaje para darles carne y vida a los recuerdos más fuertes.
La ilusión de los mamíferos
(Random House)
176 páginas
