“Aprendí a estimular la inspiración.” Entrevista a Lana Del Rey

De adolescente, Lana Del Rey era una rebelde. La cantante admite hoy haber cambiado y por fin se hace cargo de cada una de sus responsabilidades, pero revive aquellos tiempos oscuros con toda la autoridad de su voz en Lust for Life, donde nos regala las más grandes variaciones musicales: desde una colaboración intensa con The Weeknd a una balada apacible en compañía de Sean Lennon. El sábado toca en el Lollapalooza de Buenos Aires.

Los Inrockuptibles
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12 min readMar 14, 2018

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Por JD Beauvallet

Foto Neil Krug

Lana Del Rey empieza a cantar sobre treparse a la H gigante del cartel de Hollywood (y ahí mismo se la ve junto a The Weeknd en el clip de la canción) y ya su “Lust for Life” encuentra una conexión directa con la de ese dúo del por entonces reventado Iggy Pop y David Bowie. Las dos canciones además dieron nombre a sus discos, que tienen un gran sentido de pertenencia espacio-temporal (uno a la Berlín del 77 y el otro a una L.A. actual que no deja de añorar el pasado), y si queda alguna duda sobre la hermandad de sangre entre un trabajo y otro, aquí está la adictiva “Heroin” para demostrar que este es el disco más oscuro de Lana Del Rey. Pero Lust for Life también es amable, por eso termina con el “homenaje” al “Creep” de Radiohead (“Get Free”), y con buenos modales, al punto de hacer explícita la venia a Lennon en “Tomorrow Never Came”, acompañada por el siempre pequeño Sean. También hay un encantador guiño al folk de los 60 en “Yosemite”, muchas reverencias corales a las Shangri-Las, odas al feminismo (“God Bless America”) e indirectas a Trump (“When the World Was at War We Kept Dancing”), todo siempre con un registro de voz tan variable como la cantante jamás había sido capaz. Lana Del Rey quería que el disco fuera a los extremos, aun resignando cohesión, y lo define “como un viaje interior”. Tal vez por ahí pasen los riesgos hoy para la cantante, como ella misma reconoce.

ENTREVISTA> No habías sacado nada desde Honeymoon, en 2015. ¿Cómo sabés que estás lista para editar un disco nuevo?
Mi problema no es comenzar, es detenerme. Incluso cuando ya debería haber terminado un disco, quedo entusiasmada y siempre quiero agregar una canción más, y después otra. Si al final no existiera ese momento de la mezcla para acaparar mi atención, seguiría escribiendo. Por ejemplo, dos de las canciones del disco nuevo fueron compuestas mientras estábamos terminando el anterior. No puedo evitar trabajar, amo estar en el estudio, me siento bien ahí adentro. Hace cinco años que uso el mismo lugar en Los Ángeles, trabajo con el mismo equipo, con Rick Nowels como productor. Pasamos nuestra vida entera ahí, en modo gang.

Entonces no conocés el síndrome de la hoja en blanco.
Es un temor que me agobiaba antes de empezar a grabar mis primeros discos. Lo tenía más presente antes de ser conocida, cuando grababa solo por placer, cuando escribía sola, en mi casa. Tenía la certeza de que la inspiración iba a abandonarme, y me ocurría seguido, a veces pasaba seis meses sin escribir. Pero estos últimos diez años encuentro la inspiración con facilidad, o más bien ella me encuentra a mí. Aprendí a estimularla. Particularmente rechazando la soledad, saliendo con amigos, mirando lo que pasa, sin estrés. Me grabo todo el tiempo con mi teléfono, melodías, frases… es un poco escalofriante, debo tener setecientos borradores de canciones en mi celular. Sé por experiencia propia que si escucho una melodía en mi cabeza, tengo que correr a buscar mi teléfono para registrarla, incluso de madrugada. Una buena melodía no te golpea la puerta dos veces. Si no la atendés, se va a ir a otra puerta. Por ejemplo, cuando grabábamos Honeymoon, tenía la misma melodía en la cabeza que sonaba una y otra vez, que me torturaba, y que yo no llegaba a agarrar. Sonaba a música del Renacimiento… tuve que tararearla durante meses para domarla por completo, y terminó siendo “Terrence Loves You”…

De adolescente, tenías la reputación de ser un poco rebelde. ¿Cómo lo tomás hoy en día?
Mis desafíos no son más físicos, acepto los riesgos de otra manera. A los dieciocho, manejaba como una loca, me iba de gira y no dormía durante días enteros. Era más libre, más espontánea, no pensaba en las consecuencias… Hoy tengo más responsabilidades, con mis parientes, compañeros… Estoy obligada a predicar con el ejemplo, a llegar temprano cuando me esperan… En el pasado tenía demasiado trabajo conmigo misma para mantenerme viva, antes de tener tiempo para ocuparme de los otros. Con lo que me arriesgo en 2017 es con las melodías, con mis elecciones musicales. Pasé de inconsciente a nerd…

¿Qué entendés por “riesgos musicales”?
Que en el mismo álbum convivan canciones complejas como “Lust for Life” con otras desérticas como “Yosemite”, no es muy racional. Trataron de convencerme y me dijeron que los contrastes eran extremos, pero amo las dos canciones como para excluir una por culpa de la otra. Son canciones con las cuales vivo, ¿qué digo?, son incluso más que eso: son experiencias.

“Tengo la impresión de finalmente estar más conectada al mundo. Es reconfortante. A partir de ahora puedo analizar mi vida, mi adolescencia, con suficiente indiferencia.”

¿Te volviste más paciente con el paso del tiempo?
Sí, lo hice. Hoy me dedico mucho más tiempo a mí misma. Puedo ir al estudio cuando quiera, a cualquier hora, no tengo que soportar más la presión de un deadline. Digamos que me dejé llevar un poco por “Lust for Life”… Trabajamos con esa canción muchos días por semana durante un año y medio. Pasó por todas las etapas. Empezó teniendo una línea futurista y sombría à la Blade Runner. Después decidí volverla más alegre, a la Shangri-Las… Después de un par de meses, Abel (Tesfaye, alias TheWeeknd) se nos unió para aportar su impronta. La canción se volvió mi bebé, un bebé incontrolable y maléfico que me volvió loca. Entendí rápidamente que el álbum sonaría como un mix, como un viaje interior.

¿Qué te aportó trabajar con The Weeknd en el estudio?
Aprendí una vez más, amo jugar con los botones, el reverb. En el estudio me siento cada vez más cómoda del otro lado del vidrio. Puedo pasar horas con un sonido, me cautiva. Cuanto más tiempo paso con la consola, menos siento que estoy trabajando; es divertido y excitante. Hasta leí revistas técnicas, una verdadera geek… Técnicamente, hoy, yo sería capaz de producir a otros artistas. La cuestión es: incluso si puedo, ¿quiero? Generalmente cuando me junto a improvisar con amigos, imagino en mi cabeza cómo sonaría eso en un estudio. Quizá sea mi futuro. ¡Hay una seria falta de productoras en el mundo de la música!

Tus últimos dos discos, Ultraviolence y Honeymoon, estaban marcados por la Costa Oeste, donde acababas de mudarte. ¿Qué encontramos de todo eso en Lust for Life?
Cuatro canciones del álbum hacen referencia a Los Ángeles, incluso si la onda y la estética no son para nada West Coast. Tuve que alejarme de esa atmósfera borrosa, de ensueño. Canciones como “Tomorrow Never Came” y “Yosemite” se reencuentran con el folk de los setenta, y si algún día tengo que conceptualizar un álbum, va a ser cerca del legendario Laurel Canyon y de su sonido particular.

Una de las canciones fuertes del disco se llama “God Bless America”. ¿Cómo te sentís en los Estados Unidos, hoy?
A mi alrededor, en el medio artístico, todos compartimos el mismo sentimiento de incertidumbre, de duda frente al tono y al discurso que surgieron. Las mujeres en particular, el asunto de esta canción, son las más afectadas, las apuntadas desde la llegada de Trump. Había escrito esa canción antes del comienzo de las marchas, que parecían inevitables. La retórica del odio no es digna de un jefe de Estado. El día siguiente a las elecciones presidenciales fue uno de los días más duros de mi vida. Vine igual al estudio, para hablar con el resto. Hacía meses que hablábamos solamente de eso, profundamente, de lo que nos iba a pasar. Leíamos todo, quería estar informada, quería ver si podía aportar algo. Lamentablemente no tengo otra cosa que mis convicciones para ofrecer.

Tuiteaste trucos de brujería para librarte de Trump…
Era una broma. Había leído que brujas de todo el mundo querían organizarse en días y horarios precisos para hechizar a Trump, yo solo transmití el mensaje. Pero lo que sí es cierto es que mis nuevos videos tienen referencias a la magia, a las ciencias ocultas. En un sentido festivo, no oscuro. Conozco personas que pueden comunicarse con el más allá. Mi música, ella, está en relación con los fantasmas. Yo no.

Hace poco subiste a un escenario, en el festival South by Southwest. ¿Necesitabas hacerlo después de dos años de estudio?
Toqué una hora y me hizo bien. Me siento mucho más cómoda en un barcito de Texas, como ese día, que en un estadio. Fue la mejor manera de poner manos a la obra, de forzarme a salir del estudio. Por primera vez después de mucho tiempo toqué la guitarra; fue con Yayo. Fue una de mis primeras canciones, la compuse con la guitarra incluso antes de ser Lana del Rey. Es un tema lleno de emociones para mí, me transporta a esa época, me hace acordar lo que me imaginaba, lo que sentía en ese momento. Tenía veinte años, fue un período genial de mi vida, descubría a las personas, al amor, Nueva York…
Al mismo tiempo, estudiaba filosofía en la universidad, aunque en mi mente ya lo había definido: iba a ser cantante. Siguiendo religiosamente los consejos del libro Piense y hágase rico de Napoleón Hill, dejé absolutamente todo para meterme de lleno en la música. Y cuando estudiaba filo, no tenía muchas posibilidades de hacer carrera… Pero eso me permitió hacerme muchas preguntas, de las que no encontré respuesta alguna, aunque frecuenté gente que se hacía las preguntas justas, con quienes yo estaba en la misma sintonía. El filósofo Josiah Royce hablaba del espíritu de comunidad, de su importancia fundamental para la plenitud. A mí son los fans de la música quienes me aceptaron, en los cafés de Nueva York.

“Aprendí a estimular la inspiración. Particularmente rechazando la soledad, saliendo con amigos, mirando lo que pasa, sin estrés. Me grabo todo el tiempo con mi teléfono, melodías, frases… es un poco escalofriante, debo tener setecientos borradores de canciones en mi celular.”

¿Quién te enseñó a tocar la guitarra?
Estaba obsesionada con la música, con el canto, pero estaba muy limitada porque no sabía tocar ningún instrumento. Antes de entrar en la universidad me tomé un año sabático, y me fui a restablecer a lo de mi tío Tim y mi tía, en Cold Spring Harbor, un pueblo en Long Island. Tim aprovechó para enseñarme siete acordes con la guitarra. Tenía una voz maravillosa, como la de James Taylor, pero él trabajaba en Wall Street. Todo el mundo le decía que tenía un don pero que lo había arruinado. Gracias a él y a sus cursos de guitarra con cuerdas de nylon, al fin pude tener un plan en mi vida. Me regaló la libertad…

¿Eras una alumna disciplinada para tu tío?
Era muy aplicada y disciplinada, y sin embargo nunca progresé… Es tan frustrante. Ya me había pasado con el piano. Hice tantos esfuerzos… pero evidentemente no tenía ningún talento.

¿Ya tenías tu voz?
Tenía una de mis voces, la más grave. Todavía estoy trabajando el canto más agudo. Por ejemplo, en “Yosemite” por momentos canto con una voz muy chillona, que hacía años que no escuchaba. Tenía miedo de dejar ese pasaje, donde mi voz es muy frágil y deja entrever mucho de mí… En Honeymoon había cambiado la clave de cuatro canciones porque me parecían muy agudas y me hubiera forzado a parecer vulnerable. A partir de ahora, como domino mi voz, la puedo llevar a donde quiera, lo que me da una libertad inmensa. Ese concierto en South by Southwest me revolucionó de verdad, me permitió preguntarme cosas como ¿qué tipo de cantante soy?, ¿de qué familia vengo?, ¿tengo el derecho de tomar riesgos en escena, vocalmente hablando?
Fue ahí, en ese escenario de Texas, donde me di cuenta que mis raíces eran el songwriting puro, el storytelling. A mi pequeña medida, me sentí conectada a Joan Báez y su gusto por el riesgo. Quizá por primera vez, no le doy importancia a lo que esperan de mí. Mis canciones fueron con frecuencia catarsis en vivo… Ya no podía cantar más “yo, yo, yo”… Solo me hicieron falta diez años para lograrlo…

Foto Neil Krug

¿Cómo vivís el comercio de tu música?
Tengo una confianza absoluta en mi equipo, que siempre me protegió de lo que me pusiera en una situación incómoda. Pero viendo mis comienzos, de dónde vengo, viví durante mucho tiempo el marketing como un sacrilegio. Hoy me lo tomo más relajada. Por ejemplo, aunque la sonrisa sea sarcástica, yo no hubiera nunca, hace un par de años, sonreído de la manera tan abierta como lo hago en el video de “Love”… Esa sonrisa es una mezcla de alegría sincera, de alivio… y de ironía.

Tu música es ideal para los viajes en auto. ¿Tenés recuerdos de largos viajes en familia y de la música que sonaba?
En el auto mi padre escuchaba constantemente los Beach Boys. A tal punto que se vestía con una camisa hawaiana, ¡incluso en invierno! Cuando era chica mis padres dejaron Nueva York para vivir en las montañas de Adirondacks, a seis horas al norte de la ciudad. Dos veces por año hacíamos un viaje largo a Florida, de tres días en auto. Yo, que odiaba el frío de Adirondacks, adoraba ese viaje, me quedó grabado.
Me encantaba el calor que llegaba a medida que atravesábamos los dos estados de Carolina. Me veo en la parte de atrás, estrujada junto a mi hermana más chica, soñando todo lo que íbamos a hacer juntas una vez que llegáramos a Florida. Veo también los restoranes pegados a las estaciones de servicio, las mozas simpáticas… Una vez que llegaba, durante dos semanas no salía del mar.

“Mis desafíos no son más físicos, acepto los riesgos de otra manera. A los dieciocho, manejaba como una loca, me iba de gira y no dormía durante días enteros. Era más libre, más espontánea, no pensaba en las consecuencias… Hoy tengo más responsabilidades.”

¿Seguís manejando?
Como no puedo pasar desapercibida entre la gente, no voy a las manifestaciones de mujeres anti-Trump. Pero le hago de taxi a mi hermana, para que no se pierda ninguna. Manejo un Jaguar Sedan todo estropeado. Un auto de madre de familia acomodada, no muy sexy que digamos… El próximo quizá sea un Tesla. Tuve la suerte de conocer a uno de los fundadores de la marca, Elon Musk. Nos hizo visitar, a mi hermana y a mí, la sede central de Spacex. Hasta toqué uno de sus cohetes… Pero para hacer un viaje por el espacio, voy a esperar que Elon esté a bordo: ¡va a ser la prueba de que su tecnología es confiable! Estoy entusiasmada por lo que nos queda por descubrir.

Hablando de criaturas venidas de otro planeta, hace poco colaboraste con Alex Turner y Miles Kane, de The Last Shadow Puppets…
Son realmente graciosos, dos chiflados. No viven muy lejos de mi casa, en Los Ángeles. Empecé a juntarme con The Last Shadow Puppets dos veces por semana en el estudio de Miles del barrio Los Feliz, para tocar porque sí. Después nos vamos todos juntos, con sus novias, a cenar a La Poubelle. ¡Qué equipo! No puedo decir la cantidad de veces que terminé en el piso de tanto reírme. Son capaces de hablarse solo cantando, improvisando las palabras.
Por ejemplo, la otra noche le comentaba a Miles el concierto de Joan Báez que venía de ver. Él nunca había escuchado siquiera hablar de ella. Alex le tomó el pelo creando una canción que cantaba a los gritos: “Miles doesn’t know who Joan Baez is”… Nadie, nunca, está a salvo de sus bromas y de su humor disparatado. Cuando los conocí, por fin tuve la impresión de conocer músicos que viven solo para la música, que piensan solo en eso. Cantar con ellos es revitalizante, ni siquiera necesitan ensayar, se encuentran de inmediato.

“Técnicamente, hoy, yo sería capaz de producir a otros artistas. La cuestión es: incluso si puedo, ¿quiero? Generalmente cuando me junto a improvisar con amigos, imagino en mi cabeza cómo sonaría eso en un estudio. Quizá sea mi futuro. ¡Hay una seria falta de productoras en el mundo de la música!”

¿Con Miles Kane podés hablar de tu pasión por el Liverpool FC?
¡Creo que Ben, mi mánager, me cortaría la cabeza si no reivindicara mi afecto por su club favorito! Para él cada partido es una cuestión de vida o muerte. Me llevó al estadio, a Anfield. Me divertí tanto ese día…

Hace unos años nos decías que pasabas “mucho tiempo en tu cabeza”. ¿Todavía te pasa?
Me abrí al resto. Pero la mayor parte del tiempo dialogo conmigo misma. Y sin embargo me siento menos apartada, menos diferente que los otros hoy en día. Tengo la impresión de finalmente estar más conectada al mundo. Es reconfortante. A partir de ahora puedo analizar mi vida, mi adolescencia, con suficiente indiferencia.

¿Todavía tenés en tu mano el tatuaje de “Trust no one”?
Siempre está ahí pero estoy planeando sacármelo. Únicamente porque se hizo muy conocido y yo aspiro a mezclarme en la masa. Pero es solo una cuestión de formas. En el fondo, sigo pensado lo mismo.

Lana Del Rey
En vivo el sábado 17 de marzo en el Lollapalooza Argentina junto a The Killers, Wiz Khalifa y Liam Gallagher, el domingo 18 en el Lollapalooza Chile, el viernes 23 en Bogotá y el domingo 25 en el Lollapalooza Brasil (San Pablo).

> lanadelrey.com

Entrevista publicada en el número #227 de Los Inrockuptibles — agosto de 2017.

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