Las mil caras de Natalie Portman
La actriz nacida en Israel vuelve a los cines argentinos. Esta semana llega El cisne negro y, la próxima, la comedia Amigos con derechos. Aquí, un repaso por sus distintas facetas, desde El profesional hasta el nuevo film de Aronofsky. / por Jean Marc Lalanne
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Descubierta
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Cuando tenía 12 años interpretó a Mathilda en El profesional (Luc Besson, 1994) y se puso en la piel de una pulguita colgada al pelaje de un oso -Jean Reno-. Un asesino a sueldo le enseña a disparar a una niña que desea vengarse de una pandilla de policías corruptos que masacró a su familia. Hoy, lo más extraño resulta la sorprendente erotización que hace Luc Besson de una niña, que con sus idas y vueltas en bombacha y sus mímicas provocantes, se parece más a Lolita que a Cosette.
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Abandonada
Ya adolescente, Portman trabajo mucho desempeñando papeles secundarios en grandes películas. En Fuego contra fuego (Michael Mann, 1995) es la hija adoptiva de Al Pacino, afligida por la negligencia de su padre biológico. Desesperada, se corta las venas en una bañadera. En Marte ataca! (Tim Burton, 1996) es la hija de la pareja presidencial Jack Nicholson-Glenn Close y ve a sus padres exterminados con alegría por unos marcianos tan crueles como burlones.
Dirigida por Besson, Mann o Burton, la joven Natalie vuelve siempre a interpretar el drama del abandono. A los 17, en la nueva trilogía de La guerra de las galaxias, inaugura su carrera adulta tal vez demasiado rápido. En el primer episodio, asiste (otra vez) a un genocidio en el pueblo de Naboo, del cual es la reina, cometido por horribles androides del lado oscuro de la Fuerza. Diplomática aguda, la joven soberana en exilio intercede para que la fuerzas de la República intervengan. Natalie Portman, una inocente siempre desflorada por el horror del mundo, una persona frágil siempre obligada a asumir responsabilidades que la expulsan tempranamente de la infancia.
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Desnuda
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Con La guerra de las galaxias, la joven actriz se vuelva una estrella. El reconocimiento a su labor actoral viene rápido gracias a Closer: Llevados por el deseo (Mike Nichols, 2004). Acá interpreta a Alice, una joven stripper que vive con Dan (Jude Law) pero hace lo suyo frente a Larry (Clive Owen). Con los pesados oropeles de la princesa Amidala, Natalie nos recuerda que tiene un cuerpo y todo el mundo lo aprueba: primer Globo de Oro y primera nominación para el Oscar (ambos por papeles segundarios).
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Herida
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Despues de haber aprovechado los seis años de comodidad bajo el ala de La guerra de las galaxias, Portman busca arriesgarse. Acepta, por ejemplo, actuar en el curioso primer largometraje de un asistente de Lucas en El ataque de los clones, producida por los hermanos Wachozski y a contramano de Hollywood: V de venganza.
En esta fábula política sobre el fascismo y el Holocausto, interpreta -rapada- la memoria de todos los crímenes en contra de la humanidad. Un asunto que tiene un sentido biográfico para la joven mujer: sus bisabuelos murieron en Auschwitz y ella nació en Jerusalem. Luego volvió a su país natal para aprender el hebreo entre dos rodajes de la saga de George Lucas.
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Aventurera
Es posible que aquella vuelta a Israel sea una de las razones que la llevó a aceptar actuar en la road-movie de Amos Gitaï (Free Zone, 2005). Comienza a trabajar con directores extranjeros: en el 2007, actúa sucesivamente en la coproducción internacional de Milos Forman (Los Fantasmas de Goya, junto a Javier Bardem) y en My blueberry Night (Wong Kar Wai, 2007) en la que brilla en el rol de una aventurera experta en póker siempre lista para abandonarlo todo.
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Magnética
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Dos amantes, cansados y desilusionados, se encuentran en el elegante cuarto de un gran hotel parisino. Hotel Chevalier es el corto y aperitivo de Viaje a Darjeeling (Wes Anderson, 2007). Natalie Portman y Jason Schwartzmann contemplan los techos de la ciudad bajo el sonido de una agradable canción francesa que se repite.
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Completa
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A los 29 encontró el papel de su vida. Un personaje diez años menor que ella. En El cisne negro, logra plasmar la juventud de un bebé y la inocencia de una niña para teñirlas de una inquietud paroxística. Algo está por quebrarse, en ese cuerpo de una bailarina entrenado para acrobacias fuera de los limites. Con una virtuosidad alucinante, transforma cada pestañeo en el presentimiento de un cataclismo. Camino al Oscar.
