Lee Child, un héroe para esta época
El ágil y extremadamente inteligente Jack Reacher es el protagonista y motivo de toda la obra de Lee Child. Ahora se publican por primera vez diez relatos policiales vertiginosos y adictivos sobre sus orígenes.
Por Luciano Lamberti
Todos deberían leer a Lee Child en algún momento de sus vidas. Es rápido, es claro, es divertido, es emocionante; es como ver la reposición de una buena película un sábado a la tarde en un canal de aire: una de esas de acción de los noventa, que ya no se hacen. Por suerte, Blatt & Ríos, que ya había publicado Noches calientes, un libro con dos novelas cortas de Child, vuelve ahora al ruedo con Sin segundo nombre, uno con diez cuentos, y completa así la publicación de todas sus narraciones cortas.
Hay escritores que fundan una zona, un espacio donde transcurren sus historias (Balzac, Faulkner, Onetti, Saer) y hay otros que se mueven a lo largo de la vida de un personaje, como si esa biografía marcara los límites acotados de la narración. Es el caso de Lee Child, inglés, nacido en 1954, que trabajaba en una cadena de televisión británica y al ser despedido concibió a Jack Reacher. Desde ese momento, y como si fuera su alter ego (cosa que está lejos de ser, en realidad), publicó más de veinte novelas y doce cuentos alrededor de ese personaje, moviéndose con libertad en la línea temporal de su vida y en los distintos espacios que un viajero anónimo como Reacher es capaz de transitar. Y vendió, merecidamente, más de sesenta millones de ejemplares en todo el mundo.
Cada época tiene el héroe que se merece. En un mundo hípercomunicado y vigilado hasta la náusea, Reacher quiere ser nadie.
Sus lectores conocemos a Reacher casi tanto, o más, que a algunas personas reales. Sabemos que su padre era militar y que su familia lo acompañaba en su periplo por las bases en diferentes lugares del mundo. Sabemos que él mismo siguió la carrera castrense junto a su hermano, que fue un policía militar hábil y condecorado, que abandonó la carrera. Sabemos que viaja por la geografía siempre mutante de los Estados Unidos, que se ha convertido en un personaje anónimo, sin cuenta bancaria, sin seguro social, con todas sus pertenencias en una bolsa. Sabemos que no tiene celular, ni dirección de correo electrónico. Sabemos que nunca se equivoca. Sabemos que en cada pequeña o gran ciudad donde recala hay un hecho de injusticia, y que tarde o temprano Reacher intervendrá y lo hará tan bien, con tanta inteligencia y tanta fuerza que no hay forma de que no triunfe al final. Porque las cosas siempre parecen salirse de control, y, como en los cuentos de Sherlock Holmes, siempre terminan bien. Reacher conjuga en su figura la inteligencia maniática y la destreza física que le permiten pelear contra tipos más grandes, y aparentemente más duros, y vencerlos.
“A veces Reacher hace lo que me hubiera gustado hacer a mí, si pudiera”, dijo Child, y el sentimiento es, también, el de los lectores. En un Estados Unidos impotente ante el avance de ciertos antiguos miedos, Reacher representa la moral del pistolero en las películas del Lejano Oeste. Es callado, un strong and silent man de la vieja escuela, amable con las mujeres, duro con los hombres, capaz de pensar analíticamente un problema, a la medida del policial clásico, y de ensuciarse las manos, a la medida del policial negro. Alguien que cualquier lector puede admirar y casi querer.
“A veces Reacher hace lo que me hubiera gustado hacer a mí, si pudiera”, dijo Child, y el sentimiento es, también, el de los lectores.
En los cuentos de Sin segundo nombre la situación no cambia mucho. Reacher sigue siendo el mismo, enfrentado a los mismos problemas, y sin embargo su lectura es placentera y llevadera como la de pocos. Reacher se enfrenta a la corrupción policial (“Demasiado tiempo”), a una espía militar (“Bien en el fondo”) o a un mafioso que extorsiona a los comerciantes del barrio (“Todos hablan”). Y sale de esos problemas más o menos ileso. Pero hay algunos procedimientos más arriesgados que Child se permite en los cuentos y no en las novelas, de corte más tradicional. “Todos hablan”, por ejemplo, narrado en primera persona por una policía de pueblo. O “La nueva identidad de James Penney”, donde Reacher hace su aparición recién al final y, con un golpe de magia de esos a los que ya nos tiene acostumbrados, dictamina que Penney, ese personaje picaresco que hace todo mal, es inocente y lo ayuda a cambiar su vida. Porque Reacher siempre parece estar ahí como un juez moral, para dictaminar, según su sistema de valores, lo correcto o incorrecto y actuar en consecuencia. Aparte del juez, es el encargado de impartir justicia: si tiene que matar a alguien de un golpe en la laringe, no lo dudará.
Un apartado especial merece “Segundo hijo”. En ese cuento, un Reacher de trece años de edad es enviado junto a su familia a Okinawa, ayuda a su hermano en una acusación falsa, se pelea con un matón de barrio y lo lastima severamente, enamora a una niña y resuelve un problema de su padre, asombrando a policías militares mayores y formados, todo en una tarde, como si ya hubiera sido el mismo que el de los 20, el de los 30 o el de los 40 años.
Hay escritores que fundan una zona, un espacio donde transcurren sus historias (Balzac, Faulkner, Onetti, Saer) y hay otros que se mueven a lo largo de la vida de un personaje, como si esa biografía marcara los límites acotados de la narración. Es el caso de Lee Child.
“Desde el 11-S la gente tiene miedo de que pueda pasar algo malo, y por eso les gusta pensar que figuras como mi héroe llegan para poder resolver estos problemas”, dijo Lee Child en una entrevista. Lo cierto es que cada época tiene el héroe que se merece. En un mundo hípercomunicado y vigilado hasta la náusea, Reacher quiere ser nadie. Y lo es hasta que las circunstancias lo ameritan. Entonces saca a relucir eso que en los Estados Unidos, y en el mundo en general, parece haber pasado de moda: los valores. Y los impone, si es necesario, a fuerza de trompadas y tiros.
Lee Child
Sin segundo nombre
(Blatt & Ríos) 390 páginas
Traducción de Aldo Giacometti
> http://blatt-rios.tumblr.com/post/172659368678/lee-child-sin-segundo-nombre-2018-20-x-14-cm