Lena Dunham, los signos visibles de un éxito

Sabemos que la segunda temporada de Girls ya terminó, que fue un éxito y que habrá una tercera, pero todavía nos preguntamos: ¿de dónde salió Lena Dunham? Acá van algunas pistas para entender al último gran fenómeno de la comedia norteamericana. / Por Olivier Joyard

Los Inrockuptibles
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5 min readMay 20, 2013

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En el primer episodio de Girls, que salió al aire en la primavera de 2012, descubrimos a una joven de veinticinco años, aprendiz de escritora, con un físico poco agraciado pero con estilo, que les explica a sus padres –que le acababan de cortar los víveres– su ambición en la vida: “Creo que podría ser la voz de mi generación…”. Ante la cara de sorpresa de sus progenitores, precisa: “O al menos una voz, de una generación”. Un año más tarde la frase empezó a formar parte del lenguaje común, y Lena Dunham, su autora, que escribe, dirige y actúa en la mayoría de los episodios de la serie, logró realmente ese objetivo. La señorita de Brooklyn es uno de los nuevos fenómenos estadounidenses, amada o burlada mucho más allá del impacto de su programa, del que todo el mundo habla pero pocos miran: en HBO, 700 mil televidentes promedio siguen las aventuras de cuatro amigas un poco perdidas en Nueva York.

¿Cuáles son los signos visibles de este éxito fulgurante? Su triunfo en la última ceremonia de los Golden Globes, de la que Dunham se fue con los trofeos de mejor actriz y mejor serie cómica, y su spot de campaña para la reelección de Obama, destinado a los estudiantes, en donde comparaba el hecho de votar por primera vez con desvirgar suavemente (“La primera vez no hay que hacerlo con cualquiera, y menos con aquel que piensa que los gays no deberían tener derecho a matrimonios complicados como los que vemos todo el día en los reality shows”).

La lista de hazañas de Lena Dunham es larga. Incluye un texto de Joyce Carol Oates publicado en una revista que le augura una larga carrera, un contrato de 3 millones y medio de dólares firmado con la editorial Random House para un primer libro –en el que dará consejos sobre todo, desde sexo hasta viajes–, un millón de seguidores en Twitter que son adictos a sus ocurrencias y curiosos sobre sus gustos, y más. Lena Dunham, admiradora de Nora Ephron, la directora de Sintonía de amor, confiesa también adorar a Olivier Assayas y a Mia Hansen-Løve desde que quedó subyugada por su película Un amour de jeunesse. Recientemente tomó coraje y twitteó: “Quizás Olivier Assayas y Mia Hansen-Løve quieran invitarme a compartir su intimidad. Comeríamos sopas sustanciosas y un buen queso, sería completamente relajado”. Hasta el momento, nadie vio todavía a Lena Dunham en la cama de la pareja.

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Dunham encarna todas las asperezas de una época, y hace de ellas su tema principal.

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Superdotada (escribe sus guiones en poco días), durante mucho tiempo infeliz (sus TOC fueron tratados en dos capítulos conmovedores de la segunda temporada de Girls), casi siempre graciosa, Lena Dunham aporta una frescura y una rareza muy oportunas en la cultura de los veinteañeros. La generación Y tuvo como héroe al activista de internet Aaron Swartz, que se suicidó en enero. En un estilo menos radical, Dunham encarna, por su parte, todas las asperezas de una época, y hace de ellas su tema principal.

En un documental dedicado a ella, Dunham evoca el ambiente natural de Hannah, su personaje, que se le parece mucho (la serie parece una autoficción). “Creció en el mundo de los mensajes de texto, del chat, de las redes sociales, donde los chicos toman Ritalina y para las chicas es más aterrador encontrarse con un chico en la realidad que subir a Internet una foto de ellas desnudas.” A propósito de esto, cualquiera que ya haya visto un episodio de Girls conoce en detalle la anatomía de Lena Dunham, digna de una estatua de Botero. Su exhibicionismo y su egocentrismo forman parte de las burlas y las críticas más frecuentes sobre ella; también se le reprocha ignorar a los personajes no blancos. Su manera de poner en escena su cuerpo anti-maniquí es sin embargo menos complaciente que atormentada, cercana a la tradición del cine burlesco. Su visión muy cruda de la sexualidad y su trabajo de reinterpretación de las representaciones amorosas son innovadores. A su manera, Lena Dunham opera una improbable unión entre el feminismo sarcástico de Tina Fey (guionista y humorista, creadora de la comedia 30 Rock) y la frontalidad de Tracey Emin, la artista inglesa de la generación de Damien Hirst, conocida particularmente por su instalación My Bed, presentada en la Tate Gallery de Londres en 1999: una cama con las sábanas sucias, y en el piso objetos personales y preservativos usados, medias, una bombacha manchada con sangre…

Si las tetas y el culo de Lena Dunham no son un secreto para nadie, la historia de su vida, en cambio, es menos conocida. Fiel al cliché de “hijos de”, esta chica de 27 años es hija de dos artistas de la Gran Manzana, el pintor Carroll Dunham y la fotógrafa y diseñadora Laurie Simmons. Laurie colabora a menudo con su hija y le contó a Vanity Fair, con un tono levemente irónico, cómo fueron sus comienzos en la comedia: “Entrenó mucho para ser graciosa, pero durante un tiempo sus chistes no causaban gracia. Ella intentaba cosas y nosotros le decíamos: ‘Bueno, Lena, eso no es gracioso’”.

El mundo en el que evolucionó la actriz-guionista-directora desde su infancia tiene poco que ver con el brillo hollywoodense. Estudiante de la escuela de arte de Oberlin, en Ohio, hasta 2008, Dunham dirigió muy joven un largometraje artesanal, Creative Nonfiction, así como varios cortometrajes. Uno de ellos, Dealing, fue seleccionado en un festival independiente marginal al de Sundance, en donde conoció a los miembros del colectivo Red Bucket Films, creado por los hermanos cineastas Josh y Ben Safdie, dos figuras del underground neoyorkino. “Josh me ayudó mucho para pasar a la etapa siguiente”, explicó Dunham, cuya película Tiny Furniture (10) arrasó en el híper publicitado festival SXSW y tuvo un estreno mínimo en sala en los Estados Unidos (en la Argentina pasó por el Festival de Cine de Mar del Plata).

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Hace cuatro años, Dunham compartía una oficina con Greta Gerwig, inspiración del movimiento mumblecore –a veces comparado al Dogma escandinavo de mediados de los noventa. Su llegada actual a los márgenes de la cultura mainstream es un milagro. Uno de los principales responsables de este cambio de categoría es el rey de la comedia estadounidense, Judd Apatow. Seducido por Tiny Furniture, el director de Virgen a los 40 dio su aval en el momento de vender Girls a HBO. Desde entonces, ella lo llama su “segundo padre” y él habla de ella como su “hermana del alma”.

En pleno éxito, Lena Dunham ya no tiene ni un segundo libre. Girls fue confirmada para una tercera temporada, y tiene que escribir el guión. En un texto dedicado a su relación tortuosa con los perros (¡!) publicado en marzo en The New Yorker, la nueva estrella evoca su vida cotidiana: “Nada de mi existencia actual me convierte en una persona ideal para tener un perro. Primero, nunca estoy en la casa. Trabajo todo el tiempo, y cuando no trabajo, duermo atada a mi sillón. Me cuesta levantarme. No voy al supermercado hace un año. Mi heladera tiene yogures vencidos, un vinagre viejo y medicamentos que se tienen que conservar fríos. Estoy al borde de hacer esa cosa horrible que se ve en las comedias románticas, en donde la mujer activa neoyorkina con mucho coraje pero poco lugar disponible llena su horno con sweaters y zapatos”.

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