Lux Linder en Galería Nora Fisch

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles
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4 min readJan 27, 2016

El dibujo de la invitación tiene a un hombre beodo frente a una botella que suelta vapores multicolores. ¿Quién es? ¡Leopoldo Fortunato!, aclara el pie de la imagen, con signo exclamativo y tipografía para niños. Dibujos a lápiz de color como este esperan al espectador en Falklands Crush Saga (The Shakesperean Equatorials), la última muestra de Lux Lindner con tema doble: es un primer acercamiento al universo de Shakespeare (uno de los afluentes de otra de sus obsesiones más durables: Wagner) y es un homenaje fuera de calendario a ese crush, ese metejón que fue la guerra de Malvinas. Sobre este flanco sí podríamos encontrar más referencias en el delta psíquico de la obra de Lindner: por ejemplo, Emilia Mazer (“la más valiente”, ha dicho). El Galtieri de la invitación se está fisurando con algo raro: steel water, dice la etiqueta. ¿De qué se trata? Según Lindner, “es como la espinaca de Popeye pero en versión Ernst Jünger”. Aunque podría ser también metáfora del instrumento que Lindner ya venía trabajando con ganas y que en esta muestra descolla: el lápiz de color escolar. Lindner escribe, dibuja y pinta, y hace cada una de estas cosas por separado. (Desde niño admira la división de las fuerzas armadas en sus tres ramas: aire, tierra y mar.) Así tenemos, además del Lindner pintor, al autor de La Teoría de la Madre (Patricia Rizzo, 2008), libro negro que podría parangonarse a una sobredosis de revista Cabildo. En cambio, Los guachos pija (su primera obra teatral, estrenada en 2015 con adaptación y dirección de Renata Lozupone) tributa al Centenario y al mito de que los proyectos europeizantes se dan de bruces al chocar con el conurbano profundo, allá por un arroyo Maldonado (hoy avenida J.B. Justo) lleno de cactus-pija de echarpe y sombrero malevo. Y el villano del ultramundo que condena al fracaso a la modernidad argentina, sigue el sainete, es el terrateniente fiestero enviado por Mandinga, un Isidoro Cañones inmortal, opiómano y playboy. (Lindner se basa aquí en la revista Cazador donde Isidoro volvió como heroinómano, con el brazo plagado de jeringazos, rodeado de prostitutas beatíficas.)

Y está, último y principal, el Lindner dibujante que ya desde la década de 1980 (cuando transitaba publicaciones como Cerdos y Peces) se regodea en el humor político. Este es el artista del inconsciente argentino, donde convergen Gaturro, los generales de la patria y las vedettes de la tele. Falklands Crush Saga ofrece un muestrario de ese universo retorcido: está la Malagente, los dueños de estancia cómplices de Ricardo III que Lindner identifica con el chetaje acasussense. Está el Telesipayoh que baja de una antigua cabina telefónica. (Se trata de un bien público, posiblemente de la ex empresa estatal Entel, que el mesías de lo nuevo utiliza como medio de transporte.)

Lux Linder

Y está sobre todo Hamlet, el heredero de la desgracia con el que Lindner se hunde en algo parecido al autorretrato. Frailty your name is De Loof, por ejemplo, es una cita del Frailty thy name is woman: Hamlet aplica el dicho a su madre, casada con Claudio por fragilidad de carácter. No sabemos con quién se casó Sergio De Loof en la mente de Lindner, aunque nuestro Hamlet le reconoce la maternidad sobre la generación de artistas que se cocinó en el under de 1990, en locales como Bolivia y discotecas como El Dorado. Para Lindner y para tantos, De Loof fue el catalizador, el fertilizante, el distribuidor de steel water.

Y Hamlet, Shakespeare en general, es una carta que Lindner se venía guardando pero que ya se insinuaba en sus continuos berrinches edípicos llevados a la escala de la historia patria. Además del dubitativo príncipe, aparecen Rosencrantz y Guildenstern, Horacio y Polonio. También Otelo y un Macbeth atado a un mástil, con una reminiscencia al ex gobernador Daniel Scioli, al que una pelirroja Lady Macbeth le dice “I’m your hands” y le muestra el brazo derecho, como si quisiera prestárselo.

Ya de grande, Lindner le está encontrando no solo un lugar prominente al humor sino un modelo a sus exhibiciones, que distinguen entre la investigación sesuda para las pinturas y el tono más liviano, más actual, para los dibujos.

A veces Lindner tiene un conflicto entre sus dos pasiones: molestar y pensar. Cuando piensa mucho se introvierte, mientras que para molestar es necesario convocar la atención: el bullying es una forma de comunicación.

Y este Lindner del lápiz color logra comunicarse y alterar el tedio de visitar una de las flamantes galerías de arte en Villa Crespo, ex bastión de los outlets de ropa convertido en corredor del arte contemporáneo argentino, motivo de paseos sabatinos que terminan en el ph con parrilla, en el guacamole casero o algún otro triunfo de cuarentones. Al negocio inmobiliario de gentrificar el arroyo Maldonado, la pequeña industria del arte se presta sin resistencias ni energía, sin resultados ni matices. Pero ahí Lindner aparece, irritante, atávicamente argentino, como la paja que molesta a los ojos de la mente.

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Lux Lindner
Falklands Crush Saga (The Shakesperean Equatorials)

Hasta el 28 de febrero en Galería Nora Fisch (Av. Córdoba 5222, CABA).
> norafisch.com

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