“Marisa quiere pija y otras historias de amor”, de Brian Janchez

Los Inrockuptibles
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3 min readAug 18, 2014

Ponerle Nik a una revista de historietas es, prácticamente, como ponerle (dentro de la exageración de cualquier consorcio) “Hitler” a una plaza de juegos infantiles: o se es un siome o, mejor, se sabe exacta y diabólicamente que se está jugando con varios límites y modos de ser transversalmente cool. Es como tirar un petardo cuando éramos chicos: no se sabe qué va pasar, pero algo, en alguien, por minúsculo que sea, tiene que reventar. El cerebro detrás de esa operación fértil de provocaciones y de honestidades es Brian Janchez. Pero no tiene tanto de Daniel el Travieso como parecería sino más de diletante, de francotirador preocupado por lo que tiene en la mira más que por hacer volar el cerebro.

Janchez es un autor autopublicado, responsable de Nik, de Editorial Noviembre, y el mutante de géneros más fiel a sí mismo de la historieta argentina. Pero no, no vamos a hablar de la revista, sino de su nuevo libro. Lo que sucede es que teniendo la anécdota de Nik presente es más fácil decir, sin ton ni son, el nombre del libro en cuestión: Marisa quiere pija y otras historias de amor. Comela, historieta argentina.

Marisa…, desde sus historias y su simpleza visual, explora una forma de contar tremendamente amable y no la eleva, sino que, por el contrario, le quita aquello que vuelve afectada, y mucho, a la historieta argentina.

Janchez, que ha creado libros que hacen de la autobiografía una forma de relato y no de sumisión (la furiosa Shloishim, la inquieta McKosher y El sabio de Sión) y libros para chicos que no quieren ser tratados como siomes (Hormigas en el culo), lleva a cabo en Marisa… quizá la primera y sincera evolución de aquel modelo sagrado que creó 4 segundos (bastión irrepetible de la historieta cómica con más sitcom que Zap! o Fierro). Aunque Janchez aclara: “La parte autobiográfica sigue estando, aunque no en uno de los relatos del libro, el de Marisa, que en cambio nació como un juego narrativo de reescribir Zack y Miri hacen una porno (la peli de Kevin Smith): soy muy enfermo del paradigma de Syd Field, pero te lo digo en serio. Creo en eso”. Mientras habla, la sonrisa maliciosa que uno imagina que reluce solo cuando tira mierda al ventilador desaparece. Brian no cree en el tamaño: cree en el ritmo, en las superficies que pueden usarse como trampolín, en la historieta como espejo de sus urgencias creativas, antes que nada y nadie. Por eso, en Marisa…, desde sus historias y su simpleza visual, explora una forma de contar tremendamente amable y no la eleva, sino que, por el contrario, le quita aquello que vuelve afectada, y mucho, a la historieta argentina. Janchez se divierte con su historias, con las que lo rozan y no, con esos pibes que se enamoran y no, que cogen y la cagan, o no, que se pelean, que hablan de darse matraca, o no, y hace que cada una de sus obras demuestre que la mejor forma de que una historieta esté viva es no ahogarla de intenciones, sino dejarla transpirar una simple, cercana y visceral idea del mundo. Aunque ese mundo se acabe cuando termina el turno en un telo.

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Marisa quiere pija

Brian Janchez
Marisa quiere pija y otras historias de amor

(Editorial Noviembre)
64 páginas

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