“Mi cuaderno de dibujos y viñetas”, de Delius

En Seth’s Dominion, el documental sobre el historietista canadiense Seth y sus bifurcados caminos creativos, el autor de It’s a Good Life If You Don’t Weaken reflexiona sobre los instantes en que un artista, aquí un historietista, genera material sin ningún otro Norte (o demonio) que el propio instinto de creación. Y sostiene que es vital para un artista crear por crear, sin motivo ulterior, y que eso es un proceso clave para aquellos que buscan que lo que aparezca en su cerebro salga por la punta de sus dedos.

Mi cuaderno de dibujos y viñetas de Delius prueba la teoría de Seth y, amablemente, la dota de un sentido más conciso: aquello que se genera por la creación y sin segunda intención no solo mejora “lo elaborado”, aquello que sí busca la publicación, sino que permite definir el nexo entre alguien que crea y su visión y sensación del mundo. En un cuaderno de dibujos queda expuesto el prisma personal, aquel que hará refractario el arte de reinterpretar aquello que vivimos como real (sea un género en calzas, sea un poste de luz, sea un sentimiento de abandono que nos define tal día o, como en uno de los casos de Delius, la crónica de un viaje a Colombia).

Mi cuaderno de dibujos y viñetas es Delius casi en estado líquido: su sentido del absurdo siempre balanceado por lo notorio de su presencia como artista en el papel es perfecto para dotar de humanidad a sus geométricas bestias y humanos de nariz con forma de triángulo. La forma en que colorea, a mano, precisamente, le da una propiedad física a sus páginas que solo es agigantada por su uso permanente de la letra cursiva y el inevitable nexo a la infancia que la misma produce.

Mi cuaderno de dibujos y viñetas es Delius casi en estado líquido: su sentido del absurdo siempre balanceado por lo notorio de su presencia como artista en el papel es perfecto para dotar de humanidad a sus geométricas bestias y humanos de nariz con forma de triángulo.

Delius crea una dimensión tan mutante como dueña de sensaciones cercanas (sus registros de eventos, o una charla con su abuela, oscilan entre una comedia seca y la capacidad de hacer material esa habitación de hospital). Sus engendros, que abundan aquí, son monstruos primarios que parecen jeroglíficos aztecas diseñados por Jim Woodring (pero son, y no podrían no serlo, de ella). Su ferocidad es traficada en su amable trazo: la dedicación en cada dibujo es la otra cara de una melancolía rabiosa y una hiperactividad bestial (allí están, gigantes, sus criaturas de colores cálidos).

En la reproducción facsímil de sus dibujos, sus hojas de diario personal y sus trabajos para Chicks On Comics (el colectivo de mujeres de distintas partes del mundo que crean viñetas hablándose y contestándose entre sí en un blog), el primer libro de Delius muestra que eso que no podemos decir, pero vive monstruoso y terrestre en nosotros, siempre puede ser, de mil y una formas, dibujado.

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Delius
Mi cuaderno de dibujos y viñetas
(Tren en Movimiento)