“Morning Phase”, de Beck

Después de seis años de reclusión y experimentos personales, Beck empieza a volver al centro de la opinión pública con Morning Phase, un disco intimista en la senda de Sea Change. / Por Lucas Garófalo

Los Inrockuptibles
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3 min readMar 1, 2014

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“Aislamiento, aislamiento”, repite Beck con voz lejana, flotando como un fantasma sobre una orquesta de cuerdas en “Wave”, un mantra abstracto, arrítmico, religioso. Es el tema central de Morning Phase, su primer disco en seis años, y lo parte exactamente a la mitad, dividiéndolo en dos conjuntos de seis canciones cálidas y acústicas, muy similares a las de Sea Change (02), álbum que el mismo Beck reconoce como “acompañante” de este.

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Evidentemente, son discos hermanos. Así como Sea Change nació en un momento de introspección tras una separación, Morning Phase se gestó durante una etapa de reclusión forzada por una lesión en la espalda, que dejó a Beck sin poder siquiera agarrar una guitarra. Eso sucedió en 2008, y durante lo que duró el período de aislamiento, Beck se dedicó a hacer lo que siempre hizo: a crear con lo que tenía a mano, a reinterpretar lo que se cruzaba por su radar. Si a mediados de los noventa eso significó anticipar la época del mash up, con un apetito voraz y el sampler como arma principal para combinar funk, hip hop, pop, psicodelia, rock y electrónica, esta vez se tradujo en proyectos mucho más íntimos, craneados desde la intimidad de su hogar, como el “Record Club” (una serie de encuentros con músicos amigos en su propio estudio para regrabar sus discos favoritos en una sola jornada, luego distribuidos desde su sitio web), el Song Reader (canciones nuevas editadas únicamente como partituras para que cada uno haga su versión) o su nueva faceta como productor de Thurston Moore, Charlotte Gainsbourg y Stephen Malkmus. En ese sentido, Morning Phase viene a ser el nexo entre la época de proyectos más bien pequeños y personales, y su vuelta al centro de la opinión pública, ya recuperado (hace unos meses lo vimos bailar sin problemas a lo largo de todo su show en Buenos Aires) y con dos discos anunciados para este año. El segundo, seguramente, tendrá más que ver con el estilo camaleónico y maximalista al que nos tiene acostumbrados.

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Pero mientras tanto, para amortiguar el choque, lo que tenemos es un disco intimista, editado en febrero y grabado en su mayor parte en tres días, junto a un núcleo duro de colaboradores habituales (prácticamente los mismos de Sea Change), entre los que se encuentra su padre, responsable de los arreglos orquestales. Es, quizás, una apuesta conservadora: su versión más digerible, más amable, más relajada. Pero cualquiera sea el terreno que visite, Beck logra dejar su marca. No hay muchos músicos que tengan la visión tan afilada para la reinterpretación como él, y esto corre tanto para la cultura contemporánea (o incluso futura) como para la revisión de un pasado más clásico. Las canciones de Morning Phase remiten a Nick Drake, y demuestran que esa sensación de soledad, ese aura despojado, puede lograrse y potenciarse también en discos superproducidos. La voz lejana y con eco, los instrumentos acústicos tocados con intensidad, el peso con el que caen las teclas del piano (acompañando el ritmo lento de una batería y un bajo profundos), crean un ambiente ambiguo, de espacios abiertos, por los que se cuela el viento pero también la luz.

A diferencia de lo que sucede en Sea Change, que parece transcurrir en la oscuridad de un cuarto cerrado, Morning Phase es el principio del fin del aislamiento, una puerta entreabierta a las siete de la mañana por la que Beck pretende reaparecer. Bienvenido sea.

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Beck Morning Phase

Beck
Morning Phase
(Universal)

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