Muestras: “Eco”, de Hernán Soriano

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles
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6 min readJun 21, 2014

Oliverio Coelho: ¿Te formaste con algún artista?
Hernán Soriano: Empecé haciendo un taller en la Fundación de Artes Visuales de Hermenegildo Sábat. Tenía catorce años y ahora tengo treinta y cinco… Y fui porque quería ser caricaturista. Después conocí a un pintor francés, Henri de Toulouse-Lautrec, y cuando vi su obra dije “se pueden hacer las dos cosas: ser caricaturista y pintor”. Entonces ahí apareció la pintura en mi vida. Originalmente, digamos, tengo la cabeza del pintor. La pintura está en todo mi ser, pero no pinto.
O.C.: Debe ser un poco como la relación que tienen los narradores con la poesía. En algún momento, escribís poesía, y después te queda el anhelo…
H.S.: Sí, o la forma de pensar, pensás como un poeta. Lo que hago es mirar como un pintor, observo como un pintor, degusto como un pintor. Me encanta ver pintura, pero no pinto ya.
O.C.: Veo que trabajás con distintas técnicas. Y pienso que seguramente todos, excepto los artistas visuales, enseguida tratan de deducir cómo el otro trabajó los materiales en su obra. ¿Cómo trabajas con tus objetos?
H.S.: Hago todo, soy un artista artesano. De hecho, de alguna manera hay algo de la imperfección, o de lo no perfecto que ya hice propio. Nunca puedo llegar a ser tan perfecto como un artesano, que es un especialista en una sola disciplina. Parte de mi investigación como artista es tener una idea y, si no la puedo llevar adelante, también averiguar o aprender una técnica para hacerlo. Por eso, a veces tardo un montón de tiempo en resolver una idea que por ahí tenía hace mucho tiempo, y lo hago a mi propio ritmo, con mi gusto, con todo. Y, además, aprender a hacerlo es parte de mi trabajo como artista, porque me interesa el conocimiento, me interesa la alquimia.

O.C.: Claro. En realidad, tus objetos son “no identificables”, son como objetos perdidos o caídos del cielo. Y me imagino que el alquimista, cuando encuentra alguna de estas figuras-ruinas, la lleva a su laboratorio y despliega una forma, o sea, hace lo que hacés vos con la luz, ¿no? Reflejar… Me parece que es como dejar una huella de la investigación.
H.S.: Esta donde estamos es la sala del recuerdo. Estos que nos rodean son, en su mayoría, objetos que me llevé de lo de mi mamá. Adornos de familia, como tanta gente debe tener en sus casas, que estoy interviniendo. Generalmente, los atravieso por un corte o varios cortes y después los pliego o pasa algo. El corte no está siempre.
O.C.: Sí, veo que todos están intervenidos. Este, por ejemplo, tiene un corte, pero con un objeto atravesado.
H.S.: Bueno, es que me interesa la relación entre dos objetos. Y en la muestra también hay muebles antiguos, que saco de acá y llevo a la galería. Sobre ellos están instaladas varias de las piezas.
O.C.: Esos muebles también son objetos familiares. Se me ocurre que en tu universo el recuerdo aparece ligado a la familia…
H.S.: Sí, son familiares, pero no los veo tan ligados a mi familia, sino que son más genéricos, en algún punto. Todos tienen en sus casas alguna antigüedad del abuelo que habla del status o no status de otra época; acá tengo trofeos que eran de mi tío, o un montón de bandejas que tenía mi mamá. Y mis piezas también hablan de esos objetos preciados que muchas veces se guardan sin ningún sentido.
O.C.: Y también van formando una identidad oculta, me parece.
H.S.: Totalmente. Los exorcizo, de alguna manera; es como una psicomagia, medio jodorowskiano mi gesto, ¿no? Movilizarlos, transformarlos, agregarles un sentido, quitarles el sentido que tenían.
O.C.: Darles una vida.
H.S.: O darles una vida nueva, darles otra oportunidad. Hay un montón de cosas que pueden pasar con ellos. Hacerlos arte que va a ser exhibido en una galería es dignificarlos y transformarlos. Cuando lo hago es como si fuera un sacrilegio, porque al ver el objeto así, bárbaro, divino, antiguo, lo empiezo a cortar y digo: ¿qué estoy haciendo?

O.C.: Esa misma intención de intervenir objetos familiares, genéricamente familiares, ¿la experimentás con objetos abandonados en mercados, por ejemplo? ¿O es el origen de estos objetos lo que te lleva a intervenirlos, o sea, el hecho de que hayan estado en la casa de tu madre?
H.S.: Eso me atrae más, por la cuestión de lo psicomágico: hacer un exorcismo de la energía familiar, digamos. Pero podría elegir otros objetos también. A veces pienso que tengo que hacerlo.
O.C.: Sería como exorcizar una energía anónima. Eso también es posible porque todos los objetos guardan historias, ¿no?
H.S.: Sí, podría hacerlo pero por ahora estos me tientan más.
O.C.: ¿No pensás que hay más historias que recuerdos, tal vez? Quizás estos objetos, en una casa, empiezan a pasar desapercibidos porque son la historia… Pero, a la vez, si viene alguien de afuera comunican un relato que…
H.S.: Claro, empieza a haber un relato. Una vez, una pintora, la novia de un amigo, me dijo que le impresionaba cómo una bandeja tenía un potencial de ficción, y que yo le quitaba ese potencial o lo mostraba. Me gustó la frase “potencial de ficción”, como una semilla que está latente. Acá también hay una ficción latente en todos los objetos. Y me pareció piola eso; tiene que ver con esto que vos decís, hay una historia, un relato, se arma un relato a partir de los objetos.

O.C.: ¿Pensaste alguna vez que cada objeto podría tener su propia luz?
H.S.: Sí, lo pensé muchas veces. Por ejemplo, me imaginaba las obras puestas en un mueble donde cada una tuviera su luz, pero nunca lo llevé a la práctica realmente.
O.C.: Mirando estos objetos tuve como un déjà vu que me llevó no a los objetos familiares puntuales, sino a aquellos de la civilización. De civilizaciones pasadas. Objetos de excavaciones arqueológicas.
H.S.: Sí, algunos de ellos son como de una aristocracia que ya no existe también, de una aristocracia venida a menos. Una bandeja, que antes era lujosa, hoy lo sigue siendo en algún punto, pero en una casa, en un departamentito de clase media. Tener una de esas bandejas remite a la aristocracia del pasado, a la frase “mi abuela tenía campos”, por ejemplo. Y habla un poco de ese status, que ahora es obsoleto totalmente, casi una ficción.
O.C.: De hecho, se ha buscado en el último tiempo reivindicar objetos no tan nobles, más rústicos, a través de la nobleza del material.
H.S.: Sí, la otra vez un amigo, un artista, me decía que suele suceder que el arte se utiliza hoy en día para dar status, y en el pasado ese status te lo daba la vajilla, por ejemplo. Y cuando él vio mis objetos intervenidos, le pareció que yo mezclaba, sin hacerlo a propósito, dos cosas: el status de esta vajilla con el status del arte. Y entre los dos aparece un híbrido, algo que no es ni la una ni la otra.

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ECO
En Galería Foster Catena, Honduras 4882, piso 1° (CABA).
Hasta el 28 de junio.

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