Por qué el nuevo de Pyramides ya es uno de los discos nacionales del año

Los Inrockuptibles
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3 min readApr 4, 2017
Foto Aarizona / Roco Perna

Por Javier Diz

Pyramides cuenta con una historia algo más atractiva que la de cualquier banda que edita su disco debut. Pero no en un sentido anecdótico (aunque vienen tocando en vivo sin parar), y ni siquiera se trata de una cuestión genealógica (aunque está: Facundo Romeo, líder de la banda, pasó por el hardcore en Sweater y se volcó al noise en Mínimo Proyecto). No, Pyramides tiene una historia musical previa, plasmada en un EP editado en 2014 en casete (Poco Proporcional Records), que generalmente suele servir para “adelantar” el debut anhelado que llega en breve. En este caso, ese paso lógico –este Vacíos y variables– llegó más de dos años después, y aquel EP (que llevaba por nombre EP) tenía ¡doce! canciones. Así, en los papeles, Vacíos y variables –por ser LP–, es un disco debut, pero resulta imposible no tomar aquel disco como referencia para entender la música actual de Pyramides. EP es hoy un modelo claro de lo que debe entenderse por autogestión: la plasmación del do it yourself como proceso de laboratorio íntimo, en el que Facundo Romeo concretó sus ideas musicales grabando absolutamente todos los instrumentos, con la utilización de cajas de ritmos, que le daba a aquel disco un sonido particular, más duro, donde el rock de guitarras postpunk se mezclaba con el industrial. Canciones como “No emitas sonido” o “Lluvia” crean un espacio de incomodidad, con zumbidos de fondo, bajos punzantes, guitarras filosas, cámaras profundas de eco en la voz, largos momentos musicales con solos nada convencionales; un conjunto de elementos que le proporcionan una pátina dark y que relacionan la música con referencias varias: desde el primer Don Cornelio hasta los españoles Polansky y el ardor, con parada obligada en Wire (“Película francesa” es una adaptación de una letra de la banda británica) y Joy Division, llegando hasta Sumo y The Jesus and Mary Chain. Pero lo de Pyramides está lejísimo de emular cualquiera de estos nombres. Y ahí está lo interesante de la banda, que expande su sonido y perfecciona su propuesta en Vacíos y variables. El paso de gigante del nuevo disco está dado por cómo aquel punk de dormitorio, ese sonido primario y personalísimo, se convierte y ensancha en sonido de banda, con la inclusión en estudio de la formación en vivo (Alonso Romeo en bajo, Jonathan Chendo en guitarra y Andrés Centrone en batería).

Vacíos y variables abre con “Afuera”, hit perfecto de EP (junto con esa maravilla que es “Contraluz”, únicas dos canciones regrabadas para el disco), que acá suena menos duro y más cálido, aun sin perder el nervio, y con las guitarras más noise pop (Sonic Youth es otro nombre que atraviesa el disco; no solo por la manera de arreglar el entramado de guitarras, sino por dónde pone los acentos la base rítmica). No tarda nada en llegar “Caoscalma”, altísimo momento de sus shows en vivo, que necesitaba urgente una versión de estudio. En esta, como en varios otros momentos del disco, se vuelven clave los arreglos de sintetizadores, que proponen líneas sostenidas dignas de los mejores The Cure (la banda de Robert Smith sobrevuela también en el clima de la hermosa “Santuario” y, sobre todo, en “Desaparecer en el gris”, el cierre del disco).

Así como en 2016 Atrás Hay Truenos plasmó en Bronce un trabajo de mutación y evolución sonora extraordinario, el 2017 parece ser el año de Pyramides. Ojalá lo sea y todo el mundo se entere. Y ojalá vengan más discos –y bandas– con el vuelo y la inspiración que destila Vacíos y variables. Hoy Facundo Romeo y los suyos están en un lugar de preferencia. Y lo mejor de todo es que les queda mucho por hacer.

Pyramides
Vacíos y variables
(Fuego Amigo)

> facebook.com/pyramidespostpunk

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