¿Quién es Ai WeiWei?

El artista chino que reivindica la acción y el activismo político y discursivo, presenta en Proa “Inoculación”, su primera retrospectiva latinoamericana. Perfil de un artista osado y perseguido que, gracias a una serie de instalaciones contundentes, fue víctima de secuestros y vigilancia en su país, y se transformó en una de las personas más influyentes del llamado mundo del arte.

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles
11 min readDec 18, 2017

--

Por Mariana Lerner

Illumination, 2009.

El equipo de Weiwei está en impecable zigzag a lo largo de la mesa de la librería de Fundación Proa. Uno de ellos tiene un bolso con una variación de una obra del artista y activista chino, aquella en la que, sobre vasijas del periodo neolítico, Weiwei pintó el logo de Coca-Cola. La operación, que subvierte, deshonra y reubica a ese objeto como antigüedad –y a través de él, la relación del artista con la tradición artística de su país– muestra la clara influencia del pop de Andy Warhol y del arte conceptual más clásico (si es eso posible): el de Marcel Duchamp. En la mesa de trabajo, esa mayoría de hombres sigue atenta a la vida digital; escriben, sí, pero también observan, estudian. Sobre ellos cuelga, a la altura de la cafetería, una obra de bambú y seda, Tifón o el dios de la suerte, una de las piezas más etéreas de esta gran retrospectiva, la primera de Latinoamérica: Inoculación.

En agosto de este año, Ai Weiwei (Pekín, 1957), el artista declarado por varias publicaciones e instituciones como uno de los más influyentes de la actualidad, realizó una pequeña gira por Sudamérica con el objetivo de conocer el contexto en el que se exhibirían sus obras. “Necesito involucrarme con la cultura del lugar”, había dicho en una conferencia de prensa en la que las denuncias al gobierno de su país habían ocupado prácticamente todo el tiempo que duró la charla. En esa conferencia, y en muchos de los registros que se tienen de él (afirma dar más de mil entrevistas por año a medios internacionales), es claro cómo su discurso es mucho más el de un activista disidente que el de un artista que habla sobre la lógica de su obra. Como él mismo dice mientras mira a cámara en ese modo confesional, público y clandestino a la vez: “Si no actúo, el peligro se vuelve más fuerte”. Una frase que condensa mucho de lo que es, de lo que hace, y por qué, Weiwei. Otra, que vive ya en pósters, dice: “¿Mi palabra favorita? Actuar”.

Sex-Toy, 2014

Arte y política: bondadosa crueldad

Como un viejo matrimonio que renueva sus votos, la relación entre arte y política tiene ciclos recurrentes en los que alternativamente es vista como una relación que debe mantenerse en el nivel de la sutileza, la alusión indirecta y multívoca; o la idea de la intervención directa y comprometida, clara y masiva. León Ferrari, Margarita Paksa, Edgardo Antonio Vigo, Graciela Sacco, Roberto Jacoby, David Lamelas o fenómenos como El Siluetazo o Tucumán Arde son algunos ejemplos de una vastísima tradición nacional que se mantiene activa y que hoy es urgente.

La obra de Ai Weiwei extrae su fuerza del modo en que se apoya en hechos en los que se pone en juego lo social y lo político (porque afecta a una porción de la población o porque involucra políticas públicas y/o estatales), donde funciona como caja de resonancia, denuncia y manifiesto respecto de esas situaciones. Sunflower Seeds [Semillas de girasol] (2010), una instalación ya emblemática en la producción de Weiwei, puede leerse en este sentido: para esta obra, el artista generó trabajo en el pueblo de Jingdezhen durante dos años con el encargo a 1.600 artesanos de realizar semillas de girasol en porcelana. La instalación, exhibida en la Tate Modern de Londres en 2010, se repone en una de las salas de Proa, un espacio que, gracias a la decisión del artista de instalarla ahí, muestra una perspectiva en fuga geométrica cautivante. (Weiwei decide cada emplazamiento para cada una de sus piezas, y rescata con ello la condición site-specific de las obra y, además, su pasado de arquitecto.) Tal y como lo expresa el curador de esta retrospectiva local, Marcello Dantas –quien ya había trabajado con Anish Kapoor en el Parque de la Memoria–, las obras son, pueden ser, en sí mismas, activaciones sociales.

“Internet es incontrolable. Y si Internet es incontrolable, la libertad ganará. Es así de simple.” (Weiwei-ismos)

Otra “acción” o “activación” convertida en obra fue desencadenada por el tratamiento político que tuvo el sismo que azotó en 2008 a la provincia china de Sichuan, y que provocó 69 mil muertos. Muchos derrumbes se debieron a la falta de condiciones edilicias mínimas de escuelas que, corrupción mediante, seguían funcionando, por lo que murieron miles de niños y niñas. Weiwei exigió al gobierno el listado de sus nombres pero, frente al silencio estatal, convocó, a través de Twitter, a voluntarios que quisieran ayudar a recabar esa información. Desarrolló así una asociación civil cuyos miembros recorrieron los pueblos de la zona preguntando a familiares y vecinos. A un año del terremoto, el artista subió a su blog el resultado: 5.385 nombres. El blog fue cerrado y él, y varias personas más, arrestadas. Uno de sus tantos documentales, realizado con el material de sus registros cotidianos, refleja esta investigación y sus consecuencias. Dos obras, además, se desprenden de esto: Remembering, compuesta por 9.000 mochilas de colegio (similares a las que se veían en las fotografías mezcladas entre los escombros) que cubrieron la fachada del museo Haus der Kunst en Múnich y que formaban la frase de una de las madres: “Ella vivió feliz en esta tierra durante siete años”; y otra, un mural que es parte de la exhibición en Fundación Proa, titulada Names of the Students Earthquake Victims Found by Citizens [Nombres de los estudiantes víctimas de terremotos encontrados por investigación ciudadana] (2008–2011).

Muchas de estas obras se asemejan a ecuaciones límpidas en las que el material se opone al referente, por ejemplo; o en la que uno de estos elementos remite al otro de manera explícita, reforzándose como argumentos.

Forever Bicycles, 2017 Proa By Gian Paolo Minelli

Son tiempos de instalaciones a gran escala en el arte contemporáneo, de impacto sensorial; y las obras de Weiwei son buenas representantes de esto: además de Forever Bicycles [Por siempre bicicletas] (2015), una hipnótica instalación en el frente de Fundación Proa, Safe Passage [Paso seguro] (2015) refleja un tema que ocupa su agenda político-artística, el fenómeno de los refugiados. Se trata de 9.000 chalecos salvavidas provenientes de la isla de Lesbos ‒punto geográfico clave en la entrada a Europa y lugar al que Ai Weiwei trasladó su estudio para visibilizar el problema‒ que cubrirán las columnas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Human Flow [Marea humana] (2017), su más reciente documental, fruto de un año de investigación y de la visita a decenas de campos de refugiados de veintitrés países, recibió premios en el Festival de Cine de Venecia y fue exhibido en el último Festival de Mar del Plata. Además, la obra Law of the Journey [La ley del viaje] (2017), una patera de unos 70 metros, remite también de manera directa a este problema. Y es que su diagnóstico es amplio, y bien deprimente: “No hay una crisis de refugiados, es una crisis humana… Y en la forma de gestionar esta crisis hemos perdido nuestros valores más básicos”.

Sin lugar para los débiles

Hijo del reconocido poeta Ai Qing, los primeros años de Weiwei transcurrieron en un contexto de miseria, falta de educación y pobreza. Si bien era un dirigente del Partido Comunista, Ai Qing fue purgado durante la Revolución Cultural, junto con muchos otros intelectuales y artistas, y enviado al desierto chino, en la frontera con Rusia. Allí limpió letrinas durante años. Alrededor de cincuenta años más tarde, en agosto de 2017, y a sus 60, Weiwei afirmaba en Buenos Aires que la poesía es la más pura y elevada de las artes.

“Si una nación no puede enfrentar su pasado, no tiene futuro.” (Weiwei-ismos)

Tal y como hizo su padre, Ai Weiwei se mudó a Occidente durante su educación. Vivió en los Estados Unidos, la mayor parte de ese tiempo en Nueva York, desde 1981 hasta 1993, año en el que decidió volver debido a la enfermedad de su padre. De nuevo en China, tuvo un papel clave en la promoción de la vida artística de Pekín, en ese momento casi sin conciencia de sí y clandestina, en especial promoviendo una nueva generación de artistas. Formaba parte de esta generación Lu Qing, actual esposa de Ai Weiwei.

“El tema del padre” es una frase que se suele utilizar para alinear diversos tipos de obras que tratan un tema que parece infinito. El Premio Nobel de Literatura Hanif Kureishi escribe por las mañanas para homenajear a su padre, un escritor que no llegó nunca a publicar: “le soy fiel a él y me soy fiel a mí mismo”; el también Nobel de Literatura Orhan Pamuk dio un discurso de recepción de esa ceremonia titulado “La maleta de mi padre”; en El africano, el francés Le Clézio revisa las fotos de los viajes que realizó su padre y que lo ausentaron de la infancia de su hijo, y concluye: “Algo me fue dado y algo me fue quitado”. Algo, también, le fue dado a Weiwei; y algo le fue quitado (pero no solo a él): “En China mi padre era considerado un enemigo del Estado, tal como me consideran hoy a mí”.

Surveillance Camera with Plinth, 2015

En 2011, Ai Weiwei fue secuestrado durante 81 días por las autoridades estatales. Nadie sabía dónde se encontraba. “Cuando me detuvieron, mi familia, mis amigos se preguntaban ¿dónde está? Nadie lo sabía. ¿Qué tipo de Estado eres si haces que un ciudadano desaparezca? ¿Cuál es la diferencia entre el Estado chino y la mafia?”, se preguntaba indignado el 1º de agosto en Buenos Aires, el mismo día en que desaparecía Santiago Maldonado.

Su detención generó movilizaciones, acciones y peticiones de todo tipo en el mundo occidental. Pero también, la comunidad del Blackjack manifestó su preocupación. El sitio web www.blackjackchamp.com publicó no solo una petición formal de liberación de Ai Weiwei, sino el testimonio de Vinnie, que prefiere ser llamado “Ojos de serpiente” y que es descripto como “una montaña de músculos troglodita endurecida por años de gimnasios carcelarios y frecuentes peleas callejeras. “Estaba jugando y perdiendo mal, y entonces este tipo asiático con una barba de las películas de Kung Fu comienza a decirme qué hacer. No escucho a nadie pero cada vez que no lo escucho, pierdo la mano. Entonces empiezo a escuchar. Siempre lo escuché cuando explicaba estrategias inteligentes. Él es el mejor”.

“Ningún deporte al aire libre es más elegante que arrojar piedras a la dictadura.” (Weiwei-ismos)

Durante su periodo en los Estados Unidos, al mismo tiempo que estudiaba las vanguardias occidentales luego de aprender inglés, utilizaba la fotografía como principal medio, posaba junto a retratos de Andy Warhol imitando sus poses, e iba a los casinos de Atlantic City con “Ojos de serpiente”. Conoció a Allen Ginsberg en una lectura. Ginsberg era, ya, amigo de Ai Qing, padre de Ai Weiwei, de modo que cuando se encontraron casualmente en esa sesión, comenzaron una amistad. Y ese podría ser el final de otro cuento de hadas, esta vez beat.

El amor (a China) es complicado

En el mundo de Ai Weiwei, una protesta por la persecución de la que es objeto desde el gobierno de su país puede tomar la forma de una bicicleta con un ramo de flores en la puerta de su estudio –258 Fake, a pasos de comulgar semánticamente con Anonymous–; puede ser una versión del hit del rapero surcoreano PSY “Gangnam style”; la construcción en 2008 del estadio para las Olimpíadas (Nido de pájaros) y su posterior repudio a todo el evento; la instalación de cuatro cámaras en el interior de su propia casa, además de las veinte colocadas por el gobierno para vigilarlo, y la transmisión durante las 24 horas vía Internet de su actividad doméstica hasta que las mismas autoridades le piden que las apague; puede ser la obra He Xei [Cangrejo] que significa “armonía” pero que también alude a la palabra que en el slang digital chino significa “censor de Internet”; y muchas acciones/obras más.

Hanging Man in Porcelain, 2009

La posición de Ai Weiwei respecto de China parece salida de aquel viejo sueño de Umberto Eco, protagonizado por dos grupos (“apocalípticos” e “integrados”) que se enfrentan en su posición respecto de los relucientes mass media. En efecto, el optimismo que Weiwei manifiesta hacia las redes, la profusa utilización que hace de ellas y el sentido político que les da en tanto habilitadoras de la libertad de expresión hacen que, en esa antigua oposición, el artista/activista sea una mezcla de príncipe y Robin Hood integrado de los derechos humanos en este cuento de hadas digital que es nuestra realidad. Literal: “Solo con Internet puede un campesino que nunca he conocido escuchar mi voz y yo puedo aprender lo que piensa. Un cuento de hadas se ha hecho realidad”.

La fusión de arte y activismo directo (el oldie “con mensaje”), y la capacidad de combinar los gestos del más puro arte conceptual con la evidencia de ideas de los productos de la cultura de masas (y de los panfletos, para el caso) hacen de este trabajo un punto necesario para comprender el espacio artístico actual no solo global, sino también nacional -especialmente en estas épocas difíciles, de humanismo en desuso-, para recordarnos una ambición legítima de los artistas: la acción.

Grapes

///

Weiweismos

Suerte de máximas estrictamente contemporáneas, los weiwei-isms están hechos de una mezcla exacta de brevedad, reflexión en primera persona y fuerza que alimentaron los posts de Ai Weiwei en su blog y luego en Twitter. Como brotes de las tierras digitales, construyen, en esa fusión de lo crítico y lo lúdico, un personaje ubicuo que sube selfies de manera constante con miles de personas alrededor del mundo, y genera de ese modo una figura de la mitología digital.

- Un acto pequeño vale más que un millón de pensamientos.
- La libertad se trata de nuestros derechos a cuestionar todo.
- Todo es arte. Todo es política.
- Consejos para sobrevivir al régimen: respetarse y hablar por los demás. Hacer una pequeña cosa todos los días para demostrar la existencia de la justicia.
- Internet es incontrolable. Y si Internet es incontrolable, la libertad ganará. Es así de simple.
- Internet es lo mejor que podría haberle pasado a China.
- Si una nación no puede enfrentar su pasado, no tiene futuro.
- Tenemos que salir del viejo idioma.
- El mundo es una esfera, no hay Oriente u Occidente.
- Nunca planifiqué ninguna parte de mi carrera, excepto ser artista. Y me empujaron a esa esquina porque pensé que ser artista era la única forma de tener un poco de libertad.
- Decí lo que necesites decir claramente, y luego asumí la responsabilidad.
- Ningún deporte al aire libre es más elegante que arrojar piedras a la dictadura.
- Bloqueá mi blog si querés, pero no me puedo autocensurar porque esa es la única razón por la que tengo el blog. Los dos sabemos que este es un juego, debes jugar tu parte, y yo tengo que jugar la mía.
- Antes de bloguear, vivía en la Edad Media. Ahora mis sentimientos por el tiempo y el espacio son completamente diferentes.
- Expresarse uno mismo es como una droga. Soy muy adicto a eso.

///

Map of China

Ai Weiwei
Inoculación

Curaduría: Marcello Dantas
Hasta el 2 de abril de 2018 en Fundación Proa (Av. Pedro de Mendoza 1929, CABA).

> proa.org

> aiweiwei.com

--

--

Los Inrockuptibles
Los Inrockuptibles

El medio para los que hacen — Música, cine, libros, artes y más.