Reseña: “Últimos días del tren fantasma”, el nuevo disco de 107 Faunos

Grabado por primera vez en un estudio profesional tras un año de preproducción, el cuarto disco de los 107 Faunos mantiene la misma chispa gracias al choque de personalidades de sus dos compositores principales. / Por Lucas Garófalo

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“¿Vos fuiste a Ion alguna vez? ¡Parece la escotilla de Lost!”, dice Gastón Olmos, baterista de los 107 Faunos, refiriéndose al mítico estudio de grabación porteño, una especie de refugio antinuclear bajo tierra por el que pasaron prácticamente todas las figuras de la música nacional de los últimos cincuenta años. A lo largo de su corta carrera, los Faunos se hicieron una reputación de banda desalineada, que suena mal, ensaya poco y no se preocupa por afinar, todas observaciones válidas. Sus virtudes son otras y están lejos de los rubros técnicos: hay pocos grupos con la capacidad de crear una estética propia, y ellos, gracias a la construcción de un imaginario personal, son uno de esos grupos. En la cotidianeidad, donde otros ven un relato costumbrista, este sexteto platense encuentra el lugar para filtrar una imagen fantástica. La inspiración puede llegar mirando la luz de las antenas o sentado en el cordón, tomando Pepsi en lata. Por eso, donde una banda “normal” vería el mejor estudio de grabación del país, ellos encuentran una referencia a una serie de ciencia ficción.

Pero lo cierto es que esta vez al menos intentaron atenerse a los estándares de sonido de la industria, aunque sea un poquito. “Es algo que hablamos antes de empezar a grabar”, dice Miguel Ward, uno de los tres cantantes y compositores del grupo. “Queríamos que las canciones quedaran lo más redondas que fuera posible, siempre dentro del universo desencajado de la banda.” Para eso convocaron no a uno sino a dos productores (Guillermo Ruiz Díaz, de El Mató a un Policía Motorizado, y Pablo Barros, que ya había trabajado en el último disco de Los Reyes del Falsete) y preprodujeron los temas nuevos durante casi un año, un proceso inédito para ellos. Y si bien las referencias musicales siguen siendo las mismas (Pavement, Sonic Youth, Guided by Voices y demás héroes del indie norteamericano), han conseguido limpiar el sonido, potenciando algunos matices que en el pasado quedaban enterrados entre la distorsión. “Al haber tenido tanto tiempo de preproducción, pudimos probar muchas más cosas”, cuenta Javier Sisti Ripoll, más conocido como “Gato”, otro de los compositores.

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“En lugar de amontonar trescientas guitarras que hacen más o menos lo mismo, preferimos que hubiera guitarras entrando y saliendo”, dice Miguel. “Y también empezamos a darle lugar a un trasfondo percusivo que siempre estuvo presente en nuestros temas pero que últimamente viene tomando más protagonismo.” En “La turba”, una canción de épica cotidiana típica de los Faunos, se escuchan tambores, panderetas y cencerros. En “Por ir a comprar”, el sonido del bombo parece venir desde el interior de una caverna gigante, mientras que en “El camino” impulsa al estribillo hasta despegarlo del resto de la canción. “Es definitivamente un disco con más espacio”, dice Miguel.

Entre espacios abiertos y un renovado interés por lo rítmico, los Faunos se animan también a incluir dos baladas al piano, un instrumento que, ahora sí, encuentra su lugar en la paleta sonora del grupo. “Jazmín chino” y “Club de observadores” funcionan, además, como un contrapunto entre el Gato y Miguel, los dos compositores principales de la banda: mientras que uno pinta un panorama tétrico y asegura que “quiero morir cuando termine este verano”, el otro celebra la vida con dulzura. Esa oposición funciona como motor del disco, con los temas de uno y otro intercalados, como si estuvieran contestándose: cuando uno, en medio de un punk furioso o de un tema despojado y triste dice que está todo mal, su compañero le replica que todo va a estar bien.

“En el interior de la banda, esa dinámica positiva/negativa está presente siempre”, dice Gastón. “Pero es la primera vez que se filtra en las canciones.” El Gato tiene su propia teoría al respecto. “Quizá se haya polarizado la cuestión porque antes Miguel y yo componíamos más juntos, pero últimamente cada uno escribe por su lado”, dice. “Igual, nunca hago una valoración de sus canciones en relación a las mías, sino que me gustan en sí mismas: me encantan las letras que hace.” Este es el primer disco de los Faunos en el que Miguel compone la mayoría de los temas (exactamente la mitad, si no contamos el instrumental “Triceratops Roll”). “Miguel está superproductivo”, dice Gastón.

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“Si en lugar de intercalarlos, hubiéramos agrupado los temas por autor, podríamos haber hecho el álbum negro versus el álbum blanco”. (Javier Sisti Ripoll)

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“Es verdad, últimamente estoy todo el día haciendo canciones”, confirma él. Las que compuso para este disco, además, forman un cuerpo coherente que parece perseguir una inquietud común. Son optimistas, celebratorias, casi zen. Mientras que el Gato es una nube negra que escupe resentimiento (en “La Plata” le declara su odio a la ciudad al grito de “para la falsa aristocracia nosotros somos lo menos”), Miguel propone aceptar la vida como venga. “Para mí, son dos caras de la misma moneda”, dice. “Vemos que todo fluye hacia un lado medio incierto, y la respuesta puede ser sentir temor o entregarse a vivir el instante.” “Creo que yo estoy buscando la iluminación por un camino diferente”, complementa el Gato, un poco en chiste y un poco en serio. “Si en lugar de intercalarlos, hubiéramos agrupado los temas por autor, podríamos haber hecho el álbum negro versus el álbum blanco.”

En definitiva, aun en un disco en el que los Faunos hicieron el esfuerzo por “sonar bien”, el valor del grupo aparece nuevamente por otro lado. Últimos días del tren fantasma marca la disociación de dos voces bien definidas en el núcleo duro de la banda, una tensión que define a este álbum mucho más que cualquier otro elemento sonoro o estético. “Me parece que esa diferencia de puntos de vista hace que el universo de la banda se siga expandiendo y nos da un carácter más dinámico”, dice Miguel. En el choque de personalidades, ahí donde un grupo “normal” quizá se hubiera disuelto, los 107 Faunos encontraron otro disco vital, el cuarto de una carrera que, más allá de estudios y productores, sigue corriendo por un camino paralelo, su propio camino.

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107 Faunos
Últimos días del tren fantasma
(LAPTRA)

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