Reseña: Comedown Machine, de The Strokes

Sintetizadores, precisión y groove bailable: en su quinto disco los Strokes vuelven a elegir la pista por sobre el garage. / Por Lucas Garófalo

Los Inrockuptibles
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3 min readMar 31, 2013

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Es imposible ignorar a un elefante en una habitación, así que vayamos directo a lo inevitable: Comedown Machine no es el nuevo Is This It, no es un retorno a las raíces, tampoco una clara evolución de ese sonido, no está a la altura de aquel disco perfecto, no va a tener el mismo impacto en ningún lugar del mundo y no sabemos si será o no lo último que hagan juntos (aunque intuimos que sí). Listo. Este tipo de consideraciones probablemente sea lo que llevó a la banda a decidir no dar notas ni sacarse fotos: debe ser insoportable hablar sobre lo mismo una y otra vez durante una década, y sin embargo acá estamos, haciéndolo de nuevo. ¡Ya ni siquiera planean salir de gira para promocionar el disco nuevo! ¿Para qué? Si igual todos quieren escuchar “Barely Legal”. La pregunta que se cae de madura ante la evidente disconformidad del grupo con esta situación (que los tuvo al borde de la separación al menos una vez) es: ¿por qué seguir? ¿Qué los motiva? ¿El dinero? Difícil. ¿La posibilidad de seguir haciendo música juntos? No parece: Countdown Machine está más cerca de Phrazes for the Young (09), el disco solista de Julian Casablancas, que de la cosecha anterior propia del grupo. ¿Un contrato previamente firmado? Quizás. Este es el último de los álbumes que tenían comprometidos con RCA, y la tapa deja la sospecha servida en bandeja.

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¿En qué momento los Strokes pasaron de ser los encargados de devolverle la suciedad al mainstream a tocar unos temas prolijísimos?

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Pero si nos olvidáramos de su propia historia por un rato, podríamos simplemente decir que Countdown Machine es un buen disco. Un disco de canciones pop-rock muy ajustadas, con un ligero tinte electrónico, con una batería sintética y un bajo calculado, con punteítos de guitarra muteada (¿hay algo más canchero?) y un cantante que puede usar tanto una voz apagada como un falsete sinvergüenza. “One Way Trigger”, el primer corte, no oculta las intenciones: una melodía de sintetizador que todo el mundo hizo bien en comparar con A-ha y un solo de guitarra medio grasiento son más que suficientes para ubicar el imaginario estético de estos Strokes en los ochenta. Como para despejar todo tipo de dudas, “Tap Out”, el temazo que abre el disco, suena como Hot Chip, New Order y Phoenix, de más a menos electrónico. Phoenix probablemente sea hoy la comparación más adecuada: arreglos impecables, precisión en el groove y un sonido cristalino para llevar el rock a las pistas de baile. Es lo que hicieron en Angles, y hoy lo repiten aunque el resultado sea levemente más desparejo: un rock a velocidad hardcore por acá (“50/50”), un tema que tendremos el caradurismo de describir como “post chillwave” por allá (“80’s Comedown Machine”), y un final con un piano fantasmal y una voz perdida le quitan consistencia a un disco que por lo demás tiene su horizonte bastante definido. Va de nuevo: Countdown Machine es un buen disco.

Pero… ¿cómo se hace para escuchar esto y no preguntarse en qué momento los Strokes pasaron de ser los encargados de devolverle la suciedad al mainstream a tocar unos temas prolijísimos? ¿Cuándo y por qué decidieron sacar las guitarras del primer plano y poner en su lugar los sintetizadores? ¿Por qué antes daban ganas de tomarse una cerveza y ahora hay que pasarlo con Speed? Lo cierto es que ya no quedan bandas como los Strokes, ni siquiera los Strokes. Aceptado esto: ¿se puede disfrutar un disco de ellos? Será más difícil cuanto más nostálgico uno se ponga, pero seguro que se puede. Mejor eso a ser una eterna viuda llorando algo que ya no está.

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THE STROKES
Comedown Machine
(RCA/Sony)

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