Reseña: “Doctor Sueño”, lo nuevo de Stephen King

Una apuesta arriesgada: treinta años después, Stephen King retoma en Doctor Sueño a su best seller justo donde lo había dejado y vuelve a encontrar su estilo en una novela en la que entrega mucho de sí mismo. / Por Clémentine Goldszal

Los Inrockuptibles
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4 min readDec 22, 2013

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Era una gran idea muy arriesgada la que tuvo Stephen King: exhumar los fantasmas de El resplandor para ofrecerles una continuación. Al mismo tiempo, nadie conoce mejor que él la potencia de un espectro que no quiere morir. Desde su publicación en 1977, y más aún después de la película de Stanley Kubrick, en 1980, El resplandor entró en el inconsciente colectivo y contaminó muchas obras posteriores. Cualquier hotel levemente deslucido evoca en todo el mundo el Overlook y sus alfombras psicodélicas; vemos un triciclo rojo y se nos aparece el pequeño Danny pedaleando como un loco por los largos y desolados pasillos. Ni hablar del chico hiperlúcido de Sexto sentido, de M. Night Shyamalan: su famosa frase “Veo gente muerta” es, más que ningún otro, un homenaje a las visiones mórbidas de Danny Torrance.

Stephen King es un maestro, y aborda Doctor Sueño con un inmenso respeto por su propio culto, sin querer perturbar a sus lectores sino más bien apagar su sed. La novela cuenta entonces rápidamente, en una especie de introducción, la infancia de Danny: instalado en Florida con su madre, el chico aprendió, gracias a su amigo Dick Hallorann, el cocinero de Overlook, a dominar su don y a mantener a cierta distancia a los fantasmas. O, en todo caso, es lo que él cree. Porque cuando lo encontramos veinte años después, Torrance hijo se dejó desbordar por sus viejos demonios. Alcohólico incuestionable, deambula de ciudad en ciudad, y pasa de la borrachera al desvanecimiento. Su madre ya no está ahí para ayudarlo: murió algunos años antes por un cáncer de pulmón. Ya no hay nadie, entonces, que le recuerde a Danny que se parece cada vez más a su padre. Ya no hay nadie, excepto una vocecita en su cabeza que lo empujó una mañana hacia una reunión de Alcohólicos Anónimos en la pequeña ciudad de Frazier, en New Hampshire, donde finalmente se instaló.

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Stephen King es un maestro, y aborda Doctor Sueño con un inmenso respeto por su propio culto, sin querer perturbar a sus lectores sino más bien apagar su sed.

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Hasta acá, no parece haber nada especialmente sobrenatural en el relato, lo que no es una sorpresa para los entendidos en la obra de King. Conocido por ser el maestro del horror y de lo paranormal, el más célebre residente de Maine se dedica desde siempre a develar lo inquietante en lo cotidiano y a demostrar que la criatura más terrorífica sobre la Tierra no es nada menos que el hombre. Cuando Danny, ya convertido en Dan, evoca el terrible trauma de su infancia, es para contar la historia de un padre alcohólico que se volvió loco, y no la de un niño dotado de superpoderes. Acá, King coquetea como casi siempre con la autobiografía: sobreviviente de un accidente en la ruta que casi le cuesta la vida en 1999, bebedor arrepentido (de hecho, confesó haber escrito El resplandor en una bruma alcohólica), él también vio de cerca a la muerte. En este tema, su conocimiento detallado de Alcohólicos Anónimos habla por él; y cita fragmentos de Big Book, la Biblia de A.A. como epígrafes de Doctor Sueño.

Con la mente clara pero con la conciencia todavía no del todo tranquila, Dan está listo para la prueba que le permitirá enfrentarse a sus fantasmas y terminar con los traumas que lleva a cuestas. Los secretos empiezan a develarse cuando Abra Stone, una adolescente de 13 años dotada de un “resplandor” excepcionalmente poderoso, entra en contacto con él. Ella sabe (no pregunten cómo, pero lo sabe) que una extraña secta de ancianos malignos recorre las rutas de los Estados Unidos en busca de chicos dotados del “resplandor” para asesinarlos y chuparles su “vapor” (traducción poco afortunada de la palabra inglesa “steam”), esa esencia que exhalan al morir.

La intriga ya está entonces tejida, desarrollándose impecablemente, con golpes de efecto, el regreso del espectro del hotel Overlook e incluso algunas apariciones de Tony, el mejor amigo imaginario de Danny cuando era niño. Pero lo que encontramos especialmente en Doctor Sueño son las obsesiones de King, al tiempo que el hombre y el escritor parecen, a lo largo de los años, acercarse para volverse uno solo: la infancia como el lugar de origen de todos los peligros, territorio último de la imaginación y, entonces, del poder de la mente, el alcohol como refugio para aquellos que querrían proteger su lado oscuro, la clase media estadounidense blanca más inquietante que nunca (acá perfectamente simbolizada por ese cortejo de jubilados en caravanas, insospechables y demoníacos).

No hay nada que lleve a pensar en una “normalidad” en King, solo un velo de apariencias sobre la realidad del mundo y un surco que se profundiza más y más de libro a libro. Sus dos últimas novelas, La cúpula y 22/11/63, ya habían anunciado un gran regreso. Y Doctor Sueño es la confirmación de que se ganó una vez más un lugar en lo alto.

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DOCTOR SUEÑO
(Plaza y Janés)
608 páginas
Traducción de José Óscar Hernández Sendín.

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