Reseña: “El gato tuvo la culpa”, de Hebe Uhart
Los cuentos reunidos en El gato tuvo la culpa, muchos de ellos inconseguibles o descatalogados, forman una especie de “lados B” de Hebe Uhart, que sigue apuntalando una obra personalísima. / Por Walter Lezcano — Foto Alejandro Guyot
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A esta altura del partido, se puede decir sin temor a equivocarse que Hebe Uhart (Buenos Aires, 1936) es mucho más que una escritora y una cronista con más de quince títulos publicados: es un mundo. ¿De qué está hecho el Uhart Planet? De las migajas de la rutina, de los hechos inexplicables de la vida cotidiana y de los sedimentos que se filtran durante el reposo que sobreviene a las “grandes experiencias”. Todo esto se puede leer con claridad en su último libro, El gato tuvo la culpa (Blatt & Ríos), una obra que recopila los cuentos que cubren el período que va de 1963 hasta 2004. Y, justamente, estos textos son los que no fueron incluidos en la gruesa edición de los Relatos reunidos que sacó Alfaguara en 2010 y que significó una suerte de canonización, por lo menos editorial. Si los Relatos reunidos funcionaban como una suma de greatest hits de Uhart, El gato tuvo la culpa es una antología necesaria, un compilado fundamental de lados B, rarezas y alternate takes, para entender los alcances que tiene la prosa doméstica y cristalina de esta autora.
“¿De qué está hecho el Uhart Planet? De las migajas de la rutina, de los hechos inexplicables de la vida cotidiana y de los sedimentos que se filtran durante el reposo que sobreviene a las ‘grandes experiencias’.”
Los personajes que habitan estos cuentos son siempre mujeres, mayores o jóvenes, que tienen experiencias comunes, sin ningún brillo extraordinario y que fácilmente pueden pasar al olvido. Sin embargo, Uhart se encarga de rescatar cada una de esas imágenes que parecen descartables para impregnarlas de personalidad y transformarlas para que se corran del modelo en serie. Empleadas de limpieza, docentes, prostitutas, profesoras de danza, estudiantes, lúmpenes, entre otras, van transitando su vida como si no existiera ni el cielo ni el infierno y el tiempo fuera parte de una religión desconocida. Es decir, son seres humanos vistos en sus momentos de fragilidad con el entorno y en pleno descubrimiento de sus posibilidades.
Uhart ha dicho en varias entrevistas que escribe sobre lo que conoce y ve. Pero en El gato tuvo la culpa también se puede apreciar la especial atención que le presta al habla de sus personajes. Tiene buen oído. Poner en sus bocas particularidades lingüísticas y distintas formas de apropiación del lenguaje (como, por ejemplo, la expresión “pordelantear”), les da cuerpo y los vuelve cercanos e individuales.
Fogwill, que en todo sentido estaba en la vereda opuesta de Uhart y que no regalaba elogios, dijo en su momento que ella era la mayor cuentista argentina contemporánea. Se le puede creer o no, pero ahí están sus libros para demostrarlo. Y El gato tuvo la culpa es una nueva oportunidad para descubrir un universo particular que todavía vive entre nosotros.
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Hebe Uhart
El gato tuvo la culpa
(Blatt& Ríos) 320 páginas