Reseña: Frances Ha, de Noah Baumbach
Noah Baumbach y Greta Gerwig plasman un relato sobre un personaje en crisis, perdido en las calles de Nueva York. / Por Javier Diz
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Problemas de adaptación, crisis de la edad y dilemas ante una nueva etapa de la vida son los principales temas que atraviesan las películas y los personajes de Noah Baumbach. Los slackers que terminan el college y filosofan al respecto en Kicking and Screaming, la pareja de hermanos que no puede lidiar con la separación de sus padres en The Squid and the Whale y hasta la revolución personal que le provoca una mudanza –y el hecho de andar por los cuarenta– al personaje de Ben Stiller en Greenberg son problemáticas que comparten la misma raíz y con las que el director (también célebre por ser la pluma de algunos de los títulos de Wes Anderson) pone en escena sus ideas sobre el mundo de los inadaptados sociales.
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Frances Ha parte de una idea también trabajada en buena parte del cine independiente norteamericano desde una década atrás: la crisis personal que toma forma a partir de cómo los otros van organizando la vida, mientras que el personaje central no puede –o no quiere– accionar o cambiar su realidad. Y en todo esto juega un papel fundamental el hecho de que el círculo de amigos y vecinos consigan consolidar una pareja: ahí, entonces, donde terminaba Superbad (dos adolescentes que se estaban dando cuenta de que en vez de elegir seguir haciendo de adolescentes se estaban yendo cada uno con una chica) arrancan los nervios de Frances en Frances Ha. Su mejor amiga decide mudarse con otra persona, primero, y consolidar una relación –que también puede implicar un viaje definitivo a un lugar muy lejano– después. Frances, en cambio, lo único que quiere es ser bailarina. O bailar, sin más (lo que le permite a Baumbach su homenaje-robo explícito a Mala sangre de Leos Carax, con Frances bailando en las calles de Nueva York y “Modern Love”, de Bowie, sonando). El detalle: Frances es Greta Gerwig, esa especie de joven eterna cada vez más woodyallenesca (ah, Frances Ha, con su hermoso blanco y negro podría ser otro homenaje a Manhattan), y que tiene la capacidad para mantenerse visible y llenar la pantalla pero sin ser cooptada por el manistream más pedorro (por ahora, al menos). Greta transforma la película que le toca en suerte de acuerdo a su histrionismo, torpeza o calidez casi primitiva. Ninguno de sus gestos parece programado, y su naturalidad a la hora de encarar los personajes es la que consigue la identificación inmediata con el espectador (no está demás el dato de que ella escribió el guión junto con el director). Baumbach lo sabe (se enteró en Greenberg), y la rodea de snobs, artistas, gente aún más insoportable que ella pero sin su enorme corazón. Así, lo único que queremos es que a la tonta de Frances le vaya bien. O que esté en paz consigo misma y siga bailando por las calles de Nueva York.
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Frances Ha
De Noah Baumbach
Con Greta Gerwig y Mickey Sumner