Reseña: “La trama nupcial”, de Jeffrey Eugenides

La trama nupcial, esperado regreso de Jeffrey Eugenides, autor de Las vírgenes suicidas, es un relato de iniciación sentimental que actualiza el aliento clásico de la novela decimonónica con recursos experimentales. / Por Emily Barnett. Foto Gaspar Tringale.

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Jeffrey Eugenides está lejos de ser uno de esos escritores figurones que pasan más tiempo pendientes de sus apariciones mediáticas que de la escritura propiamente dicha. Desde su última novela publicada hace diez años, Middlesex –la historia de un hermafrodita, con las revueltas de los años setenta como telón de fondo–, se mantuvo en un segundo plano, enseñando en Princeton y puliendo en un rincón algunas novelas cortas todavía no publicadas. Su rareza y su aura de novelista de culto, desde que su primera y muy bella novela, Las vírgenes suicidas (1993), fue adaptada a la pantalla grande por la princesa de lo cool Sofia Coppola, hicieron que cada vez más lectores esperaran su nueva novela, haciendo crecer un constante murmullo: ¿La trama nupcial estará a la altura de sus dos creaciones anteriores? Afirmativo, podemos responder. Ya que a sus cincuenta y dos años, Eugenides explora de nuevo, en esta novela, ese momento vulnerable de la juventud en el que las decisiones que se toman pueden marcar toda una vida.

La trama nupcial es, antes que nada, una novela de iniciación: iniciación en las utopías y en la realidad, pero sobre todo en el amor y en aquello que a partir del amor se revela de uno mismo. Los tres estudiantes –de la Brown University, en la que el mismo Eugenides hizo sus estudios– forman un trío amoroso que se debate constantemente entre su realidad sentimental y las teorías que aprenden en la facultad. Madeleine, que viene de una familia bien posicionada, se enamora de Leonard, quien vivió una infancia difícil y tiene tendencias bipolares graves. Durante ese tiempo, Mitchell se enamora en secreto de Maddy esperando que llegue su momento, mientras sublima su deseo estudiando religión. Con este hilo muy fino, Eugenides va a tejer quinientas cincuenta páginas en las que explora todos los matices de los sentimientos y de las emociones, permanentemente confrontados con la imagen que cada uno de los personajes tiene de su propia vida y con la aprehensión intelectual respecto de lo que viven, aplicándoles así a sus vidas la grilla crítica y teórica de algunos de los libros que estudian. Cuando Madeleine se separa de Leonard la primera vez, se refugia en Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes, y también circulan por sus páginas textos teóricos de Jean-François Lyotard y Jacques Derrida, tan de moda a principios de los ochenta en los campus estadounidenses.

“En tanto autor, me ubico frente al texto como mis personajes frente al amor: quería escribir una historia de amor pero desde una perspectiva contemporánea, es decir, experimental.”

Hice lo mismo cuando tenía su misma edad”, nos cuenta Eugenides. “Madeleine es una joven de estos tiempos que no quiere dejarse llevar por el sentimentalismo, al que considera algo cursi, y entonces decide leer a Barthes para deconstruir el sentimiento amoroso. Lee teoría para armarse contra el amor. Y, sin embargo, es en vano: sucumbirá. La paradoja con ese texto de Barthes, que es un ejercicio de deconstrucción, es que provoca el efecto inverso: mis compañeros que lo leían en la facultad terminaban en un estado incluso más sentimental. En tanto autor, me ubico frente al texto como mis personajes frente al amor: quería escribir una historia de amor pero desde una perspectiva contemporánea, es decir, experimental. Entre la escritura del sentimiento y la vanguardia literaria.”

La ambición declarada de Eugenides desde el comienzo de su texto es volver a las grandes novelas del siglo XIX de forma contemporánea. Pero, ¿se puede escribir una “novela sobre el matrimonio” como lo hicieron Jane Austen, o Henry James con Retrato de una dama? La respuesta, a priori, se inclinaría por la negativa. El matrimonio era un tema novelesco cuando la libertad social, amorosa o sexual era limitada, sobre todo para las mujeres: un mal matrimonio, e Isabel Archer veía cómo su vida quedaba completamente destruida. Era esa dimensión trágica justamente lo que se jugaba en las elecciones de las heroínas del siglo XIX, dándole una gran intensidad a la novela.

Lo que apasiona en La trama nupcial es que Eugenides se pregunta por la posibilidad de elegir pero en una sociedad mucho más libre y permisiva que la del siglo anterior: “Ya que incluso en una época en la que deberíamos ser mucho más libres, nos encontramos con otras limitaciones, otras trabas a nuestra libertad. La neurosis, la depresión, por ejemplo, representan nuevas forma de no ser libres”, señala el escritor. Pero La trama nupcial no tiene la magnitud de Retrato de una dama, quizás porque la tragedia, justamente, está ausente o es poco creíble. En el siglo XX, toda caída va acompañada de la posibilidad de volver a levantarse. Habrá un matrimonio en La trama nupcial, pero que incluye una salida de emergencia: la posibilidad de volver a responsabilizarse si se quiere, de retomar las riendas de su vida y de reinventarse a cada instante. “Al final, lo que mis protagonistas vivieron es una experiencia que los ayudará a saber lo que realmente quieren y lo que más les conviene, en el amor como en la vida.

Fuera de sus anhelos sentimentales, de su idea del amor, de esas imágenes vehiculizadas por las novelas con las que se relamen; es ahí cuando se detiene la novela de formación –en el sentido más clásico del género–, dejando a sus protagonistas con la pérdida la inocencia de sus ilusiones, listos para vivir en lo real, ahí donde las hermanas Lisbon habrían preferido caer en la muerte. Tristemente pragmáticos pero libres de su última traba: el maravilloso y a menudo doloroso idealismo de la juventud.

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La trama nupcial

Jeffrey Eugenides
La trama nupcial
(Anagrama)
540 páginas. Traducción de Jesús Zulaika

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