Reseña: The Marshall Mathers LP, lo nuevo de Eminem

Eminem está de vuelta. The Marshall Mathers LP 2 es el disco de un cuarentón que sigue siendo un niño, que no abandonará jamás sus neurosis de adolescente ni sus odios infantiles, y que, habiéndose dado cuenta de todo eso, acaba de renacer. / Por Thomas Blondeau

Los Inrockuptibles
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5 min readDec 4, 2013

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En su autobiografía publicada en 2004, el legendario RZA del Wu-Tang Clan comparaba a los raperos con los superhéroes. Decía algo así: “si miran a los de Marvel, tienen un punto en común: lo trágico. Les pasó algo –por lo general, un experimento científico fallido– que les dio un superpoder, pero que también de alguna manera les cagó la vida. Todos los héroes de Marvel son más o menos insensatos, porque vienen con una falla de fábrica. Y nosotros somos iguales, porque también somos el resultado de un experimento que fue interrumpido: los proyectos de urbanización en Estados Unidos”. Pocos raperos ilustran esa dualidad entre realidad y superrealidad con tanta prestancia y acierto como Eminem, un niño criado en casas rodantes, maltratado por su madre, que despliega, sin embargo, un ingenio artístico que es un tesoro y que hizo de él una superestrella a nivel planetario. Es esta doble dimensión, este doble anclaje entre espectáculo público y depresión íntima, entre gran teatro y negrura absoluta, lo que explotó en 2000 en The Marshall Mathers LP y transformó un compendio de neurosis en un clásico instantáneo del rap. Pero desde entonces, el éxito, los excesos, las drogas y los enormes ingresos lo llevaron para cualquier lado: a pesar del inmenso Eminem Show, las entregas unidimensionales marcaron el pulso de su obra, desde el excéntrico y simiesco Encore hasta el descenso a los infiernos de Relapse y el renacimiento estúpido de Recovery –lo que no le quita nada de calidad a esos discos, particularmente a Relapse, injustamente demolido cuando salió. Así que el anuncio de un nuevo disco llamado The Mashall Mathers LP 2, trece años después de aquel golpe maestro, hizo saltar a más de uno, como un presagio de regreso a las fuentes, una vuelta a ese teatro que era a la vez serio y loco.

El título de este nuevo disco no es inocente. Más allá de las referencias para especialistas y fanáticos acérrimos –“Bad Guy” le da una continuación a “Stan”, “Parking Lot” retoma “Criminal”, y así–, MMLP2 resucita al Eminem de antes del gran éxito, el de las depresiones y las curas, y repite ese balance singular entre odio al mundo y odio a uno mismo, entre rap teatral y amargura enfermiza, entre crítica social y cine personal. “Bad Guy”, sin ir más lejos, es un relato de vanguardia, una obra maestra del nivel de “Stan” (no nos dejemos engañar por la nostalgia). En “Asshole”, hace gala de un cinismo dantesco, declarándose a sí mismo con total felicidad como “el pelotudo más destacado del planeta”. “Rhyme or Reason” lo muestra desplegando tanto su técnica exagerada como, una vez más, su clásico humor imbécil pero orgulloso. Hay miles de razones para celebrar este regreso y un montón de páginas de locuras para que los exégetas más agudos descifren durante meses.

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El disco resucita al Eminem de antes del gran éxito, el de las depresiones y las curas, y repite ese balance singular entre odio al mundo y odio a uno mismo, entre rap teatral y amargura enfermiza, entre crítica social y cine personal.

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Sin embargo, algo cambió: pese a la presencia de los expertos Rick Rubin y Dr. Dre en la consola (este último no aporta ninguna composición, sino que se contenta con supervisar el alboroto y llevarse algunas regalías), a MMLP2 le falta una dirección de mejor nivel, lo que lo separa de su epónimo predecesor, virtuoso y espontáneo. Desde que se convirtió en una superestrella, Eminem parece enredado en los códigos del mainstream, haciendo malabarismo con promesas de rentabilidad, que se materializan en lugares comunes y estribillos de un conformismo preocupante, cantados por Skylar Grey, Nate Ruess y Rihanna. The Marshall Mathers LP era un excelente disco de rap que se volvió mainstream gracias a singles accidentalmente pop (“Stan”, “Slim Shady”); pero este segundo volumen es un poco lo contrario: un álbum que apunta al gran público que solo consigue la atención de los fans del rap porque su autor es técnica, textual y teatralmente irreprochable. La desventaja más obvia (y más grande) es que la comparación se vuelve inevitable: cuando logra escapar de las cursilerías, Eminem se sostiene derecho como un consolador, incluso cuando lleva su rap hacia otros horizontes, a los territorios vírgenes de “So Far” o dulcemente doo-wop de “Love Game”, ambos producidos por Rick Rubin. Y esto sin contar los cinco temas que vienen como bonus tracks, que forman un impecable e involuntario pequeño EP cuya calidad hace que tambalee un poco aquello que lo precede.

Pero, por suerte, MMLP2 no se resume en tres cosas de mal gusto y un puñado de fanfarronadas. Encierra una aspereza, una gravedad que lo une a su predecesor, contrariamente a Relapse o a Recovery, que evolucionaban hacia terrenos más herméticos. Eminem no es un rapero cómico sino un chico lleno de hermosos defectos, que no terminó de arreglar las cosas con su madre (“Headlight”), ni con su ex (“So Much Better”) ni con sus traumas escolares. Lleno de remordimientos, reproches y fantasmas, MMLP2 es el disco de un tipo que a los cuarenta acaba de comprender que la infancia es infinita, que el tiempo destruye todo porque no borra nada. Es lo que le da el relieve humano y ese espesor confuso que tienen los gigantes del rap: dividido entre fanfarroneadas hiperbólicas y neurosis insistentes, esto no es completamente irreal, pero tampoco totalmente normal, un poco como ese superhéroe del que habla RZA.

Eminem, decíamos, domina la técnica como pocos, y por eso, al igual que los grandes pilotos de carrera, nunca va a irse de pista. Así que esta vez se anima a soltar los frenos, aumenta la grosería y el humor asqueroso que coquetea con el odio, y se convierte para siempre en ese héroe astuto, (ambi)diestro regresivo y estúpido, conmovedor y malvado al mismo tiempo, un comentador ciclotímico que oscila entre el realismo áspero y los bailes de un dibujito animado: “I’m the prime example of the power of rhyme falling into the wrong hands” (“Soy el mejor ejemplo del poder de la rima que cayó en malas manos”), dice en “Rhyme or Reason”. Por lo tanto, a pesar de algunas hermosas fallas, no vale la pena perderse esto: hacía mucho que Eminem no nos ofrecía un disco tan profundo.

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EMINEM
The Marshall Mathers LP 2
(Universal)

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