Retrato: Gabriela Cabezón Cámara
Su nueva novela pone en escena la violencia física y el poder que obtiene una mujer al convertir su cuerpo en arma y objeto. / Por Malena Rey. Foto Nora Lezano.
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Lejos de este bello retrato donde vemos a Gabriela Cabezón Cámara posar con su perro Yuyo, fue otra foto publicada en un diario en la que un hombre se prendía fuego ante la indiferencia policial la que se instaló como un germen en su cabeza y se transformó, años después, en su reciente novela, Romance de la negra rubia. Lo que pasó desde el impacto inicial de la fotografía hasta las páginas del libro es la elaboración, la escritura, los ribetes de la ficción, que a veces pueden marcar de cerca a la realidad. Cabezón Cámara le dio cuerpo a la historia de una poeta que se incendia para resistir un desalojo y con ese “sacrificio fundante” consigue vincular la vida y el arte, poner en jaque el poder político y cuestionar el aprovechamiento mediático, además de repasar literariamente la importancia del mito y el fuego. Cerrando con este volumen una trilogía quizás involuntaria de la que también forman parte La virgen cabeza y la impactante Beya (le viste la cara a dios), una novela gráfica que narra en segunda persona la odisea de una chica atrapada en una red de trata, y que fue distinguida por el Senado de la Nación y declarada de interés social por la Legislatura de la Ciudad, Gabriela –que, además de escritora, es periodista cultural en Clarín– consiguió forjar un tono original, una voz intensa y propia, que a su vez es deudora, como ella misma reconoce, del neobarroso de Perlongher y de la desmesura de Osvaldo Lamborghini.
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Cabezón Cámara le dio cuerpo a la historia de una poeta que se incendia para resistir un desalojo y con ese “sacrificio fundante” consigue vincular la vida y el arte, poner en jaque el poder político y cuestionar el aprovechamiento mediático.
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Apuntalado por capítulos cortos de oraciones largas y espiraladas, que hacen estallar la cronología de los hechos narrados, dispersándolos, en el Romance de la negra rubia la marginalidad está en un primer plano, como modo de cuestionar la idea de centro, y las identidades están en tensión, desafiando la normalización de los géneros. Se agradece que, en el chato paisaje de la narrativa argentina actual, textos como los de ella se arriesguen con personajes rabiosos, criaturas incómodas que muevan el avispero y hagan visibles, por la vía de la ficción, las denuncias que muchas veces cuesta tanto oír.
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Romance de la negra rubia (Eterna Cadencia)
