Simon Reynolds
Acaba de publicarse en castellano Retromanía, último libro del crítico inglés. Un ensayo en el que reflexiona sobre la adicción de la cultura pop a su propio pasado. / Stéphane Deschamps
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¿Todavía podés comportarte como un crítico de rock que se entusiasma con los discos que salen cada semana?
Todavía encuentro muchos discos que me gustan. Mi álbum preferido del año pasado fue el de Metronomy. No se puede hablar realmente de vanguardia, pero encontraron algo especial, único. Cuando un disco es muy bueno, no me pregunto por la innovación. Me gusta mucho Chairlift, Rusty, Oneohtrix Point Never, James Ferraro, Ariel Pink… No venden mucho pero tienen éxito en la apreciación de los críticos, en los blogs. Aportan frescura. Pero me gustaría que eso se aplicara a todo un género, a una tendencia. En los noventa estaba muy metido en la cultura rave y jungle: tenía una fe casi religiosa, patriótica, en esos movimientos. Era mi identidad. Me gustaría poder reencontrar ese sentimiento.
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“Al envejecer, uno se entusiasma menos fácilmente, siempre encontrás puntos de comparación.”
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¿Este libro es también un signo de la crisis de los cuarenta?
Algunas personas me lo dijeron y me lo reprocharon, al tiempo que reconocían que mis argumentos eran incontestables. Pero estos temas siempre me interesaron. A mediados de los ochenta, tenía veintidós años y hacía mis primeras colaboraciones en revistas. Escribía cosas como “¿qué le pasó a la música?”… ¡Ya era negativo desde joven! Pero al envejecer, uno se entusiasma menos fácilmente, siempre encontrás puntos de comparación.
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Retromanía exuda melancolía. ¿Sos una suerte de médico forense de la cultura pop?
No, porque la gente siempre querrá escuchar música, en distintos contextos, por distintas razones. Es cierto que podría haber terminado con un capítulo más optimista, hablando de aquellos que piensan realmente en hacer la música del futuro. Hay jóvenes que solo conocieron Internet, que conocen músicas del mundo entero y que van a innovar con todo eso. Me interesa una cantante como Grimes: ella escucha de todo, es “posinternet”. Combina todo de una forma épica, quiere hacer treinta álbumes. Se parece a veces a Cocteau Twins de los ochenta, pero rítmicamente es más interesante. En el fondo, se acerca a Björk, cuya música cambia en función de sus proyectos, de la gente con la que trabaja.
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Retromanía
(Caja Negra)
