Sin cadenas: La segunda temporada de The Handmaid’s Tale

Los nuevos episodios de la serie llegan todavía un poco más lejos en su reflexión sobre el patriarcado y el lugar de la mujer.

Los Inrockuptibles
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4 min readApr 26, 2018

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Por Iris Brey

Adaptada de una novela de Margaret Atwood publicada en 1985, The Handmaid’s Tale tuvo una repercusión bastante particular durante la emisión de su primera temporada, que coincidió con el ascenso de Donald Trump al poder. Mientras que en los Estados Unidos los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres se ven amenazados (el vicepresidente Mike Pence ya ha declarado que el aborto será ilegal), la serie de Bruce Miller nos deja imaginar, gracias a su distopía, lo que le puede suceder a las mujeres en un mundo patriarcal extremo. La segunda temporada ya no sólo se guía por las palabras de la autora, sino que se fabrica a partir de otras palabras: las que pronuncian los políticos o las que aparecen impresas en los diarios. En los dos primeros episodios de esta (los únicos que nos permitieron ver), la serie explora nuevos territorios geográficos, llevando la reflexión sobre el patriarcado y el lugar de la mujer en la sociedad a un nuevo nivel.

La temporada comienza con los códigos visuales con los que la serie causó sensación (aunque a algunos les resultaron insoportables): mientras que las sirvientas se preparan para ser ejecutadas colectivamente, sus vestidos rojos se arremolinan en cámara lenta, y sus miradas de presa acechada son escrutadas por una steadycam. Las mujeres son ubicadas en fila, en semicírculo, dentro de un estadio, a causa de una rebelión iniciada por Offred (la magistral Elisabeth Moss), que había incitado a las demás dejar caer las piedras que tenían que usar para lapidar –bajo las órdenas de Tía Lydia– a la tuerta Janine. Ahora tienen correas en el cuello y la voz cristalina de Kate Bush acompaña estas miradas de horror.

El trabajo de una mujer (más bien el trabajo de las mujeres) será el himno de esta temporada. El trabajo forzado en un campo en el que Emily/Ofglen (Alexis Bledel), sobreviviente de una clitoridectomía por haber mantenido relaciones homosexuales, intenta continuar con su vida junto a las otras condenadas. El trabajo de June/Offred es más bien físico, ya que ve cómo se transforma su vientre (nos enteramos que estaba embarazada de Nick, el chofer de su familia en el final de la primera temporada). Podemos adivinar que esta temporada se interrogará acerca de la reapropiación de su cuerpo durante el embarazo. Este proceso de recuperación comienza desde el primer episodio, cuando ella decide arrancarse, con la ayuda de un par de tijeras, aquel aro en su oreja que hace pensar en las argollas que se usan para marcar al ganado.

Mientras que la primera temporada representaba la potencia de la hermandad de estas mujeres aliadas para oponerse al patriarcado encarnado por la República de Gilead, los dos primeros episodios de esta que la sigue muestran las razones que las llevarán a dividirse. Entre aquellas que deben vestirse de rojo, rebajadas al rango de esclavas, y aquellas que van de verde, que obedecen a sus maridos facilitándoles violaciones, el quiebre es inevitable. En el segundo episodio, que se desarrolla en un campo de trabajo, una de las mujeres de los dirigentes (Marisa Tomei) se encontrará en una posición en la que ya no tendrá el poder. Al haber fallado como esposa, es enviada a esta colonia y pasará a convertirse en una minoría: es la única verde entre todas mujeres rojas. Una vez más, la serie va un paso adelante de la realidad y parece imponerse una pregunta incómoda que surge a partir del caso Weinstein. ¿Qué hacer con las mujeres que colaboraron a mantener un sistema en el que otras mujeres son tratadas como objetos simplemente a causa de su sexo? ¿Qué pasa con las que se callan para proteger a los hombres poderosos, aquellas que conocen el horror pero no dicen nada? La ficción sacude. No hay favores para nadie, ya que aquellas que no dan prueba de querer formar parte de la hermandad, son juzgadas.

La serie articula un discurso todavía más raro alrededor de la parte de la responsabilidad que tienen las mujeres en el mantenimiento de un sistema patriarcal. La posibilidad de una solidaridad femenina en tiempos de crisis se convirtió en una cuestión fundamental. ¿Cómo hacer para no oponer los dos bandos, el de las mujeres que luchan por hacerse escuchar y el de aquellas que aceptan que otras sean censuradas? Las heroínas de The Handmaid’s Tale ya no son víctimas solidarias. Se han convertido en guerreras justicieras.

The Handmaid’s Tale
Disponible en Hulu

> hulu.com/the-handmaids-tale

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