“Stoner”, de John Williams

Los Inrockuptibles
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3 min readJul 19, 2016

Que una gran cantidad de elogios entrecomillados acompañe la edición argentina de la magistral y olvidada novela Stoner, a simple vista parece una operación marketinera y nada más. Pero que ese andamiaje hecho de palabras grandilocuentes de personas tan distintas como Rodrigo Fresán (“Stoner es una obra maestra. Y punto”), Tom Hanks (“Es una de las cosas más fascinantes que haya encontrado jamás”), Vila-Matas (“Sorprende que Stoner, siendo la obra maestra que es, haya podido ser ignorada durante tanto tiempo”) y Nick Hornby (“Una gema injustamente olvidada”) repare en su estatus de “obra maestra” nos lleva a preguntarnos qué quiere decir eso, y cómo se refleja en la obra de John Williams, muerto en Arkansas en 1994 luego de una larga vida destinada a la enseñanza.

Para su protagonista –y probablemente también para John Williams–, la vida sucede, las personas envejecen y mueren, y el recuerdo ni siquiera alcanza para justificar su paso por la tierra. No vale la pena prestar resistencia.

Stoner es una novela a la que no le sobra ni le falta nada. Cuenta la vida de un mediocre y opaco profesor que abandona la granja familiar y descubre en la Universidad de Misuri que su destino está más cerca del estudio de la literatura que de las faenas del campo. Ni siquiera esa revelación, que le llega como una epifanía asordinada, modifica el destino de su vida amarga: su matrimonio es infeliz, su existencia no tiene prácticamente sobresaltos sino rutinas que se encarga de cumplir a rajatabla. William Stoner es un personaje callado, contenido, encorvado, y en contraste con otras grandes novelas norteamericanas descollantes y exitosísimas, no tiene grandes sueños ni grandes esperanzas. “Había llegado a esa edad en que se planteaba, con creciente ansiedad, una pregunta de tan abrumadora simplicidad que no sabía cómo encararla. Se preguntaba si valía la pena vivir su vida, si alguna vez había valido la pena. Sospechaba que todos los hombres se hacían esa pregunta en algún momento, y se preguntaba si a todos les ocurría con esa misma fuerza impersonal con que se había instalado en él.” En pasajes como este se cifra la potencia de Stoner, en esa “abrumadora simplicidad”, en ese sutil cuestionamiento sobre la vida que vale o no la pena, y en la generalización del destino de un hombre al de todos esos hombres que no dejan huellas. Por eso, en este libro nadie encontrará al padre de familia desesperado que se refugia en el alcohol o en el fanatismo religioso. Dios no es una alternativa. Tampoco encontrarán amores desenfrenados que justifican que ciertos sentimientos se desencadenen. Como bien observa Juan Forn, Stoner es tan buena porque es literatura que simplemente nos ayuda a entender la vida. Para su protagonista –y probablemente también para John Williams–, la vida sucede, las personas envejecen y mueren, y el recuerdo ni siquiera alcanza para justificar su paso por la tierra. No vale la pena prestar resistencia. Publicada en 1965, Stoner fue olímpicamente ignorada por la crítica de su tiempo, al igual que su autor. Cada tanto, algún lector entusiasta intentaba sin éxito que fuera reeditada, con poquísimas ventas. Hasta que en Europa repararon en ella, y en 2006 fue elogiada por la New York Review of Books. Con una excelente traducción de Carlos Gardini, sin marcas españolizantes, llega ahora a los lectores argentinos para que nos rindamos ante ella. -

Stoner

John Williams Stoner (Fiordo) 304 páginas Traducción de Carlos Gardini

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