The End: alabanza a los créditos finales

Oda a esos intervalos de tiempo suspendido que la propia película nos regala antes de despedirse y que pasemos a otra cosa.

Los Inrockuptibles
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4 min readSep 6, 2018

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Por Matías Capelli

Hay cosas que valoramos recién cuando las perdemos, o cuando su existencia se encuentra amenazada. Por ejemplo, los créditos al final de las películas en tiempos de streaming. Porque una vez concluido el film en ese tipo de plataformas, cuando los títulos empiezan a correr, la pantalla se minimiza automáticamente y un contador, como el que nos pedía poner otra ficha para seguir tras el game over en un videojuego, nos indica que quedan quince, catorce segundos para que empiece un nuevo contenido audiovisual sugerido por el algoritmo. Uno puede desengancharse hacia el menú principal (ahora quedan doce, once segundos), puede avanzar hacia el siguiente contenido de forma activa o esperar los ocho, los siete segundos que faltan para que la plataforma lo haga por nosotros y tener tiempo de pispiar el celular; o bien cliquear en la pequeña pantalla negra de la izquierda de donde proviene la música, en donde se ven unas manchitas blancas que bajan en una cascada interminable, y regresar a lo que se estaba viendo –en este caso The End of the Tour, película sobre el encuentro entre un joven periodista y el escritor David Foster Wallace– justo cuando corría el último segundo del contador.

The End of the Tour

Los créditos al final de las películas son parte misma de la obra, una suerte de coda, de pista de aterrizaje en la que sabemos que no sucederá nada trascendental, que a lo sumo veremos escenas que quedaron afuera, retomas, algún gag. Es un tiempo precioso en el que uno puede quedar con la mirada fija en la pantalla y la mente en ebullición. Un tiempo para procesar lo que acaba de terminar; mejor dicho, lo que todavía está terminado, o para distraerse averiguando el nombre de ese actor que nos sonaba de algún lado, quién fue parte del equipo, dónde tuvo lugar el rodaje, los títulos de las canciones, cómo se llamaba la persona encargada del catering, del vestuario o del peinado de los actores, a quién desea agradecer la producción, etcétera.

La película ya terminó y uno se queda mirando letritas, escuchando la canción del final; muchas veces es exactamente el tiempo que uno necesita para terminar de procesar lo que vio, para atar cabos sueltos, para asimilar una idea o una emoción.

Pero no deberíamos preocuparnos tanto por el uso que el nerd cinéfilo les dé a los créditos (siempre tendrá IMDB), sino por preservar para el espectador de a pie esos minutos preciados que vienen con el The End. La película ya terminó y uno se queda mirando letritas, escuchando la canción del final; muchas veces es exactamente el tiempo que uno necesita para terminar de procesar lo que vio, para atar cabos sueltos, para asimilar una idea o una emoción. Siempre habría que quedarse hasta que terminen de pasar los créditos; es un intervalo de tiempo que la propia película nos regala antes de despedirse; pero en cambio a veces uno se va de la sala urgido, o aprieta stop de ansioso. La diferencia es que si antes uno no hacía nada, simplemente permanecía sentado en la butaca o mirando la pantalla, quedaba expuesto a los créditos; si uno estaba abstraído, colgado, impactado por lo que acababa de ver y no atinaba a hacer movimiento alguno, la propia película lo iba haciendo aterrizar hasta soltarle la mano con delicadeza. En cambio ahora, si uno no hace nada en quince segundos, ya está viendo otra cosa.

Concluía The End of the Tour en una de estas plataformas y los últimos diálogos todavía resonaban como una bomba de acción retardada. En eso, empezó a sonar “Here”, de Pavement, en la versión crepuscular de Tindersticks, mientras desfilaban los créditos: dirigida por James Ponsoldt, con Jason Segel y Jesse Eisenberg, etcétera. Fue necesario pelear con el control remoto para defender el derecho a seguir hasta el final, y escuchar, completito, ese himno de los derrotados: “Vení, sumate a nuestra plegaria, vamos a estar esperando; esperando donde todo se termina, acá”.

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