The Punisher castiga desde Netflix

El superhéroe creado por Marvel en los 70 sale a luz en un mundo que tal vez no parezca listo para tales dosis de violencia y canchereadas juntas en pantalla.

Los Inrockuptibles
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3 min readDec 5, 2017

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Por Juan Manuel Domínguez

Llega la quinta serie del matrimonio, a punto de divorciarse, que han generado Disney y Netflix. The Punisher, serie y personaje, no podía aparecer en un momento más salvaje y tenso. Nacido en 1974 como antihéroe de armas portar y con nulo superpoder en su cuenta (salvo el conocimiento paramilitar en estrategias de combate y armas de fuego), el tipo en calzas que a cara descubierta estaba listo para fletar a Spider-Man en aquellos 70 llega a 2017 con la calavera chillando. Punisher nacía como una versión en calzas de Clint Eastwood, de Dirty Harry, como un pateaculos que arrastraba descaradamente en su historia tanto a Vietnam como al verdadero fin del héroe luminoso y naif que llegaría al cómic recién en los 80. La verdad es que era un caballito con un único truco: su violencia desatada y su paso indestructible eran usados como forma cool de mostrar determinado tipo de violencia y enseñarles el dedo a los supertipos (una estafa, claro, ya que la gracia era jugar a la acción de los años 80 pero con códigos y catálogo de personajes del universo Marvel).

Pero vale no olvidar a ese eterno villano que es el mundo, que decidió mostrar que hay canchereadas que deben macerar en el nuevo milenio (si no retirarse), y así fue como la realidad le asestó uno al corazón a Frank “Castigador” Castle. El estreno de esta primera temporada del personaje interpretado por Jon Bernath se atrasó a causa de los recientes atentados en Las Vegas. Después se lo colocó en la hiperpoblada agenda de estrenos superheroicos, mano a mano frente al estreno en las salas de Liga de la Justicia, la reunión de consorcio de los “enemigos” de Marvel, la compañía DC Comics. Todos sabemos igual quiénes son los eternos némesis reales de los súper, y The Punisher lo deja en claro: la realidad y aquellos que necesitan venderlos sí o sí, es decir, sus dueños.

Frente a esas dos bestias imposibles de frenar, la crisis de identidad que enfrenta The Punisher es simple. Considerando que la veta realista del universo Marvel vive y se jacta de ello en estas producciones de Netflix, ¿cómo trasladar a este instante, donde nunca se sabe si un secundario será convertido en una galería de tiro, un personaje que hace de la violencia armada una caricatura, ya sea alcolchonada (alguna vez compartió páginas con Archie) o de gracia filosa (por ejemplo, la nueva vida del personaje en el papel desde que lo tomó el guionista Garth Ennis y lo llevó al terreno de la acción a la Charles Bronson, de la travesura gore clase B pero seca y siempre decidida a abusar del héroe de acción de pocas palabras como molde)?

El resultado es, cuanto menos, extraño. La serie decide no ir tan solo por aquello que es la pirotecnia –la violencia de Punisher contra los criminales–, que sin dudas está. Al contrario, apuesta a crear una trama que implica complots militares, que se queda con el estrés postraumático de los soldados y que decide explorar la causa y el efecto de un psicótico que la ficción forzó a ser héroe. La tensión no tarda en aparecer porque ese thriller gris avanza casi a paso firme hasta que Punisher precisamente patea culos. Allí, entre mazazos a malos de pacotilla o fusilamientos de hijos de puta de alto rango, aparece una distorsión que hace de esta serie la más esquizofrénica de Marvel en la televisión. Y eso, extrañamente, la dota de una musculatura distinta que, pisando sus propias minas ideológicas o sufriendo por su canchereada gore metida de contrabando, siente que merece ser castigada por lo que hace y por lo que no puede dejar de hacer.

The Punisher
Temporada 1 disponible en Netflix

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