The Weeknd: el oscuro camino hasta el éxito de Starboy

“I’m a motherfuckin starboy.” El lenguaje es explícito y es una de las pocas cosas que no cambió en The Weeknd, ya que a pesar de los estribillos de su voz maleable, conocimos en ambientes muy de drogas a este músico a comienzos de esta década. Entonces contaba su vagabundeo en su ciudad, Toronto, con textos bien picantes y producciones bien sombrías.

The Weeknd, antes, era sexo, droga y r’n’b: nada hacía pensar que colaboraría algún día con Daft Punk o Kanye West, ni que haría hits tan eficaces y potentes como “Starboy” (n° 1 en iTunes en ochenta países, casi 300 millones de visitas en YouTube…). Con su nuevo disco, llamado igual que el single, hace por fin su coming-out mainstream, y para eso deja entrar la luz y los colores en una música que antes era mucho más torturada.

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Pero si perdió en rareza pseudoexperimental, The Weeknd ganó en altura de lenguaje, en estatus, en visión sobre el r’n’b contemporáneo, cuyas fronteras con el pop están más borradas que nunca. En la única entrevista que dio en el último tiempo, para Zane Lowe y la radio en línea Beats 1 (propiedad de Apple Music), habla con seriedad de esta nueva vida de pop-star, que buscó durante mucho tiempo pero para la que, en el fondo, nadie está realmente hecho: “Cantar para los otros es algo emocional, hace que no seas alguien normal. Es muy agotador. Cantar es literalmente develarse íntimamente frente a cientos de miles de personas”. En su caso, más bien millones.

En realidad, The Weeknd se llama Abel Tesfaye. Nació en 1990 en Scarborough (Ontario, Canadá), en una familia originaria de Etiopía. Su padre no estaba, su madre la tenía muy complicada, y lo crio la abuela. Dejó la escuela a los diecisiete años (“Only losers go to school”, cantará luego, en 2015). En esa época, en paralelo a sus primeros pasos musicales, Abel tiene un laburo en American Apparel, en Toronto. Las drogas ocupan buena parte de su vida.

El tiempo pasa. 2011: ya bajo el nombre The Weeknd, saca House of Balloons, un primer mixtape autoproducido que rápidamente llama la atención, sobre todo de Drake (con quien hará un feat, “The Zone”).

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Pero el éxito está lejos todavía. Los ambientes nocturnos de este r’n’b marginal son de un éxito moderado, y a pesar del evidente potencial de algunas canciones como “High for This” o “Wicked Games”, The Weeknd no es más que un producto independiente como tantos otros. Luego vendrán otros dos mixtapes, Thursday y Echoes of Silence, que terminarán de darle forma a un estilo tan inusual como su corte de pelo de aquella época. The Weeknd habla de culos y de violencia, hace referencia a Siouxsie And The Banshees y a Françoise Hardy, se pone en escena como un lover torturado, no siempre bien educado…

En 2012, Universal, a través de su sello Republic, lo engancha y reedita los tres mixtapes bajo el nombre Trilogy. El compilado será disco de oro en los Estados Unidos, pero el gran éxito se sigue haciendo esperar. En 2013 saca un primer disco: Kiss Land. Pero con “solo” 300 mil copias vendidas en los Estados Unidos, The Weeknd empieza a impacientarse por el avance deseado para su carrera.

A grandes males, grandes remedios. En los meses siguientes, en 2014, lanza una colaboración con Ariana Grande mientras sigue publicando singles, que poco a poco van perdiendo en rareza. Está claramente atravesando un cambio, y se va delineando el camino hacia la vanguardia de la maquinaria mundial de hacer hits. A comienzos de 2015, lo vemos en la banda sonora de la película Cincuenta sombras de Grey, junto a Sia y a Beyoncé. El mismo año, saca los grandes hits de su carrera: “The Hills” y “Can’t Feel My Face” (casi mil millones de vistas en YouTube), en los que finalmente se libera cantando como Michael Jackson.

La prueba final es Beauty Behind the Madness, segundo disco que es, finalmente, un gran éxito (con casi dos millones de copias, figura entre las mejores ventas de 2015). La lógica de apertura musical se puso definitivamente en marcha para The Weeknd: ya no es más el outsider un poco dark de sus comienzos, sino más bien el nuevo rostro del r’n’b hecho para conquistar al gran público.

“Cantar para los otros es algo emocional, hace que no seas alguien normal. Es muy agotador. Cantar es literalmente develarse íntimamente frente a cientos de miles de personas.”

2016 es entonces el año de la confirmación, y Starboy es el último eslabón en un ascenso construido minuciosamente, ya que aunque The Weeknd haya transformado progresivamente su música, nunca sacrificó su refinamiento en la escritura. Por el contrario. Tras trabajar con Kanye West en The Life of Pablo (para FML), luego con los Daft Punk (a quienes conoció una noche en una salida con amigos en común), se halla hoy en día en el nivel más alto de exigencia y de destreza en el proceso de producción. Alcanza con escuchar “Starboy”, el single-título, justamente producido por los dos robots, para tomar conciencia de la ambición que representa este tercer disco.

Entonces, se llama Starboy (sí, una referencia a Bowie): declaración sin filtro de un chico que se impuso de una buena vez en lo más alto del pop contemporáneo. Como señal de todo lo que implica este disco, desde Spotify ya anunciaron que batió records, desde la creación de la plataforma, en cantidad de streams en veinticuatro horas. No hay cifras oficiales pero según un cálculo del sitio musically.com son 32,8 millones de clics… Y la historia se sigue escribiendo.

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The Weeknd
Starboy
(Universal)

En vivo el 1º de abril junto a The Strokes, Duran Duran, Flume y más en el Lollapalooza Argentina (Hipódromo de San Isidro, Provincia de Buenos Aires).

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