Todo tendría sentido si no existiera la muerte, de Mariano Tenconi Blanco

El director y dramaturgo se pone al hombro una obra intensa y ambiciosa que crece gracias a la potencia de sus personajes femeninos y su reflexión sobre la muerte.

Los Inrockuptibles
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5 min readMar 20, 2018

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Por Alejandro Lingenti

Hay que creer, y mucho, en el teatro para hacer una obra como Todo tendría sentido si no existiera la muerte. De duración inusual (más de tres horas, con un breve intervalo de quince minutos), el nuevo trabajo de Mariano Tenconi Blanco pone otra vez a la mujer en el centro de la escena, como ocurría por ejemplo en La fiera (2013) y Futuro (2015), para enfocarse sin anestesia en asuntos realmente espesos: el deseo, las frustraciones, las cuentas pendientes y, por fin, la muerte, un espectro que recorre amenazante todo el relato, recordándonos crudamente su carácter definitivo e inapelable.

No es muy habitual que una obra del circuito alternativo (se estrenó originalmente en el Centro Cultural Rojas y después pasó por el Centro Cultural San Martín) tenga esa duración ni tampoco las ambiciones que Tenconi manifiesta cada vez que tiene la oportunidad. En una época en la que el teatro parece achicarse frente a la supremacía en el campo de la producción de ficciones estándar de gigantes como Netflix, él apostó por un artefacto a su escala, gigantesco y poderoso: más de ciento ochenta minutos cargados de palabras (sentencias, nostalgias, reclamos, proyecciones), de acción y, sobre todo, de emociones al fleje. “Para mí, ir al teatro sigue siendo una experiencia que no es reemplazable por nada”, sintetiza este dramaturgo y director que en 2016 fue seleccionado para sumarse a la residencia del antiguo y prestigioso International Writing Program de la Universidad de Iowa.

En una época intoxicada de cinismo e indolencia, Tenconi viaja hacia un pasado no tan lejano, quizás para recuperar algunos de sus sueños postergados.

En Todo tendría sentido si no existiera la muerte se dice más de una vez que la vida es un infierno. Pero también que la muerte es aún peor. En ese sentido, es una obra lúgubre y pesimista. Ni siquiera el humor agudo y provocativo que circula permanentemente en escena logra disipar ese temperamento oscuro que aparece encarnado de manera más evidente en el personaje de Maruja Bustamente (la encargada de un videoclub de look darkie y humor volcánico que suele mitigar sus penas con merca mala), pero también tiñe a todos los demás.

La acción transcurre en los ochenta, una época, como se ha dicho millones de veces, de gran efervescencia cultural en Buenos Aires (acababa de terminar la larga noche de la dictadura militar). Pero los protagonistas de la historia viven en el interior del país, donde el contexto siempre es muy diferente. La preocupación central de la afligida maestra que interpreta Lorena Vega es su supervivencia. Tiene leucemia, sabe que sus tiempos se acortan y carbura a diario cómo aprovecharlos mejor. Teje entonces un plan extravagante: filmar una película pornográfica completamente amateur con la colaboración de su propia hermana (Andrea Nussembaum), la videoclubista amiga y una estrella bizarra, Gino Potente, más valioso por su dotación que por su talento para la actuación.

Para mí, ir al teatro sigue siendo una experiencia que no es reemplazable por nada” Mariano Tenconi Blanco

Cuando el proyecto se pone definitivamente en marcha, la obra explota: Gino se presenta como un auténtico “banana”, pero en el fondo es un melancólico irremediable que vive pendiente de su añosa madre y sufre sin respiro el duelo interminable de una novia tristemente fallecida que conoció en una fugaz aventura laboral en los Estados Unidos. Nadie sabe si esa historia es real, pero Gino, con su transparencia para revelar los dolores de un alma en pena, no deja lugar a dudas sobre su estatuto de verdadera. Y todos esos sentimientos de un personaje incómodo por donde se lo observe afloran de manera precisa y contundente gracias al trabajo excepcional de Agustín Rittano, la mitad más presente de la minoría masculina de la obra. La otra es un muy tenso y un poco torpe jovencito (Bruno Giganti) que intenta noviar con la hija de la maestra enferma (Juana Rozas), cuyo despertar sexual no pasa inadvertido para nadie. Esa pequeña subtrama se añade con fluidez a una estructura general que tiene dos afluentes principales: la relación entre la maestra y su hermana, y la filmación de la película, en la que el tejido complejo de esa relación continúa desarrollándose.

Vega y Nussembaum se encargan de trazar el derrotero de ese vínculo estrecho e inestable, donde vibran con intensidad los ecos del amor familiar, ese estado de entrega genuina con eventuales arrebatos de sobreactuación que casi siempre nos alcanza. Y lo hacen con oficio y convicción. Más que ceder a la tentación del duelo actoral en un largo inicio que las deja sagazmente expuestas a la composición detallada, milimétrica, se asocian en el juego y consiguen que la suma de las energías de los dos personajes termine por conformar una nueva, la que también entrará en diálogo y colisión con todas las demás que circulan por la historia.

Tenconi supo cómo hacer funcionar muy bien ese sistema, apoyado en los cruces de voluntades dispersas, temperamentos distantes y aspiraciones disímiles. En lo que todos los personajes de la obra sí se parecen es en su virtud esencial. La que luce a primera vista más atrevida, enojada y brutal (el papel de Maruja Bustamante, de estupendo trabajo) revela muy pronto su otra cara, mucho más loable. En una época intoxicada de cinismo e indolencia, Tenconi viaja hacia un pasado no tan lejano, quizás para recuperar algunos de sus sueños postergados. Allá por los ochenta había rabia, impotencia, algarabía, muchas ganas y un desconcierto natural. Y también ternura, hay que decir todo.

Todo tendría sentido si no existiera la muerte
Dramaturgia y dirección Mariano Tenconi Blanco
Con Lorena Vega, Maruja Bustamante, Andrea Nussembaum, Juana Rozas, Bruno Giganti y Agustín Rittano

Hasta el 29 de abril en el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551, CABA). Funciones: viernes, sábados (desde el 31/3) y domingos a las 20.

> centroculturalsanmartin.com

> teatrofuturo.com/project/todo-tendria-sentido-si-no-existiera-la-muerte

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