Virginie Despentes: “Ser lesbiana me puso más cómoda con el hecho de lograr cosas.” Entrevista

Los Inrockuptibles
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13 min readFeb 10, 2017

Hace mucho que un escritor francés no escribía una gran novela sobre el estado de la sociedad de ese país y de Europa, y Virginie Despentes lo hizo con Vernon Subutex 1, su séptima novela, primera parte de una trilogía. Un genial mapa de la sociedad francesa contemporánea a través del itinerario de un vendedor de discos (Vernon Subutex), que se vio obligado a cerrar su local por la desmaterialización de la música, quien luego perderá su departamento y, antes de terminar sin techo, tendrá que pedirle a cada uno de sus amigos que lo hospeden por un tiempo, convirtiéndose así en el perfecto hilo conductor para introducirnos en todos los estratos sociales.

Hace veinte o treinta años, eran fans del rock y todos formaban parte del movimiento punk. ¿Qué fue de ellos ahora que tienen 50? En esta novela pasamos de la extrema derecha a la extrema izquierda, del aburguesamiento a la decadencia, de los pudientes a los sin techo, de los heterosexuales a los gays, todos tratados de la misma manera por una autora que alcanza un nivel de dominio descomunal: con ternura y con ironía, ya que Despentes no es nada tonta, y es siempre profundamente humana. Chistes ácidos, palabras justas, humor corrosivo… todo se cruza en esta novela cerrada, nerviosa, densa, en forma de policial del tipo verdadero-falso. Como Vernon Subutex se encuentra en posesión del material inédito de la entrevista de uno de sus amigos, el único del grupo que se volvió una estrella y que encontró la muerte en la bañadera de su habitación de hotel, todos querrán encontrarse con él para apropiarse de esas cintas. Y esto da ganas de conocer a quien, a partir de este libro, podría pasar del estatuto de enfant terrible a autora mayor de la literatura francesa. Es una buena ocasión para hacer un repaso de la vida de Despentes y de la sociedad, veintidós años después de la publicación de su primera novela, Baise-moi, de la prohibición (la primera en Francia después de veintiocho años) de su película homónima en 2000, y a una década de la edición de Teoría King Kong, su ensayo feminista.

ENTREVISTA> ¿Cómo empezaste a escribir Vernon Subutex?
Tuve la idea de Vernon al ver gente alrededor mío que se encontraba en situaciones complicadas a los cincuenta años. Tuve una experiencia como vendedora de discos cuando era chica, y formaba parte de una banda de rock. En esa época, en el rock se cruzaban muchas personas que no tenían nada que ver entre sí. Cambiaron en un sentido social y político. Hay evoluciones que hubiéramos podido prever hace treinta años… Tenía la idea de un libro que atravesara todas las clases sociales. Me di cuenta de que iba a ser muy voluminoso recién cuando estaba avanzada en la escritura. Eran unas mil doscientas páginas. Mi editor me sugirió dividirlo en tres tomos.

Uno de los temas que atraviesa el libro es el idealismo inherente al rock y qué hizo cada uno con eso veinte o treinta años después…
La pregunta era: “Después de lo que hicimos a los veinte años, ¿en qué nos transformamos a los cuarenta y cinco?”. Es verdad que se envejece; me lo habían dicho pero yo no me lo creía. Y lo más difícil no es uno mismo, sino ver envejecer a los otros. Sobre todo, al rock. A los veinte años, todos tenían un look, y después lo perdieron.

“Cuando escribo, sí, hay una actitud en mis personajes. Escribimos para eso también, para crear un lugar en el que no estamos.”

¿El rock fue una ilusión?
No, fue una aventura, y todas las aventuras tienen un final. Lo que me interesaba era el rock underground, el hardcore, antes de Nirvana. Nirvana es la primera banda que se volvió mainstream, y marcó el final de algo: el final del rock y de ciertas aventuras políticas. Después de eso, y sobre todo a comienzos de los años 2000, hubo un momento de gran vacío utópico. El rock como modo de vida, peligroso y subversivo, se detuvo abruptamente: ya no existe casi nada de eso, salvo el sonido y la ropa. Es un poco como el jazz hoy en día: podés escuchar a Coltrane, pero toda la intensidad, las cosas raciales, la rebelión que acarreaba se perdieron. Había una suerte de división política que existía en el rock, pero yo no me daba cuenta de eso. Los gérmenes de una derechización ya estaban ahí, en su dandismo por ejemplo, en su elitismo, y además era una música de blancos.

¿Cómo ves la sociedad hoy en día?
En París, tengo la sensación de una depresión muy fuerte. Hace poco me hicieron notar que en mi libro todo el mundo está abatido. Es verdad que, cuando estás en Francia, todo el tiempo te bombardean cosas deprimentes, la gente está en un estado que va más allá del enojo. Pero en España, donde viví algunos años, aunque la crisis los agarró bien fuerte, tienen más vitalidad, enojo, analizan más… Aunque Francia sea el país del Mayo del 68 y de las huelgas, estamos frente a una depresión de las elites. Es incomprensible por qué los medios viraron hacia la extrema derecha cuando eso claramente no les conviene. No digo que sea un complot, que una mañana se hayan puesto de acuerdo en eso, pero creo que se debe a una crisis de las elites, que creen haber perdido su prestigio, sus privilegios. Nos ofrecen la extrema derecha todo el tiempo porque los medios se fascinaron con ella. Parecería que hay alguien que nos debe odiar, y odiar a Francia, para imponer a Marine Le Pen todo el tiempo… Sé que la polémica es un espectáculo, pero sin embargo se obvió cualquier polémica sobre el sexo o sobre la extrema izquierda. Todo esto es la consecuencia de las frustraciones de las elites.

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Tráiler Baise-moi (2000)
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=p60xKBqyEOQ[/youtube]

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Sin embargo, se dice que la subida de la extrema derecha se debe a la frustración de los más despojados…
Podés ver las cosas en el otro sentido. Es como en las manifestaciones contra el matrimonio homosexual. Al principio no representan gran cosa, pero a fuerza de invitarlos a la tele todo el tiempo, se vuelve masivo. Hay una verdadera forma de propaganda que me resulta difícil de entender.

Hay muchos personajes de extrema derecha en tu libro. Sin embargo, los tratás como a todos los otros y generás nuestra empatía respecto de algunos aspectos de sus vidas…
Es arriesgado pero intento tener empatía hacia todos mis personajes. Además, las ideas de la extrema derecha se infiltraron en todos nosotros. Hace catorce años que nos repiten que no habría que ser “políticamente correcto”, y se terminó por meter adentro de nosotros. Pero si bien siento empatía hacia todos, no siento una identificación total. En mi cabeza, no soy esos personajes. Tengo frenos porque sé que la racialización de la mirada es peligrosa e inaceptable. Pero es verdad que tengo al menos un punto en común con cada uno de ellos, hay una parte de mí en cada uno; si no, no te enganchás con tus personajes. Intento tener puntos de contacto porque no puedo trabajar con personajes que me sean completamente ajenos. Es lo que hacen los que hacen sátira, y yo no hago eso para nada. Trabajo con emociones. Estoy metida adentro.

“Nirvana es la primera banda que se volvió mainstream, y marcó el final de algo: el final del rock y de ciertas aventuras políticas. Después de eso, y sobre todo a comienzos de los años 2000, hubo un momento de gran vacío utópico.”

Vernon Subutex es quizá el que se mantiene más fiel a su idealismo de juventud. ¿Es con el que más te identificás?
Es el protagonista, entonces es aquel que la mayoría de las veces se basa más en mí. Pero él se halla en una pasividad inaudita mientras que yo estoy en una angustia que me impide ser pasiva. Con las personas como él nunca sabés si es sabiduría o inconciencia total. Hay algo del nene de cincuenta años en algunos hombres. Lydia Lunch me decía que la diferencia entre los hombres y las mujeres es que las mujeres cambian. Creo que las mujeres reciben golpes antes y con más violencia en relación con lo que esperan de la vida, entonces reaccionan. Conozco pocas chicas que se pasen los días jugando a videojuegos, como Vernon cuando cierra su disquería.

En tu libro, nadie es feliz… ¿Te planteaste el tema de la felicidad?
A mi edad es típico el tema del balance. Antes, vas detrás de tus objetivos. Todos queremos probar que las cosas andan bien, y eso me parece una locura. Uno de mis personajes, Sylvie, rompe con todas sus novias en el momento en que se van de su casa. Pero es lo que hacemos todos: en cuanto salimos de una fiesta, no es tanto a los otros a quienes destrozamos enseguida sino a lo que ellos han tratado de mostrarnos. Como si hubiera, en cada uno de nosotros, un desafortunado en el placard al que hubiera que esconder. Pero es verdad que nada va hacia la armonía: el mundo del trabajo no es armónico, el mundo de la seducción tampoco. Alrededor de nosotros, nada está hecho para que nos sintamos bien.

A los cuarenta y cinco años, ¿cómo ves tu vida?
No esperaba que mi vida estuviera tan bien. Hay en mí una angustia enorme, y no sé qué hacer con eso, pero al mismo tiempo sé que estos últimos años tuve mucha suerte. Sí, creo en la suerte. Con la edad lo vas viendo: hay gente que no tiene suerte. Creo en la sinceridad, querer ser sincero o no. Hay gente a la que eso no le interesa y es una pena. Cuando la gente no es sincera consigo misma, está todo el tiempo corriendo detrás de algo. La intención de ser verdadero es lo que hace toda la diferencia.

“Aunque Francia sea el país del Mayo del 68 y de las huelgas, estamos frente a una depresión de las elites. Es incomprensible por qué los medios viraron hacia la extrema derecha cuando eso claramente no les conviene.”

Pensé mucho en las novelas de Raymond Chandler, bastante desengañadas, al leer Vernon Subutex…
No lo tenía en mente de forma consciente pero a los veinte años leí mucho Chandler y Hammett, y eso me formó completamente. Hay en Chandler una desenvoltura, que no es dandismo, y una voluntad de enfrentar la ultraviolencia. Sus estructuras son muy ambiciosas, y eso me marcó. Chandler es una actitud. Cuando escribo, sí, hay una actitud en mis personajes. Escribimos para eso también, para crear un lugar en el que no estamos. Ya que en la vida no soy así, soy hipersensible, la gente se sorprende cuando me conoce.

¿Sos consciente de la imagen que tenés?
Bruta y brutal, algo que puedo ser sin problema, pero soy más bien tímida. Con Baise-moi, las personas pensaban que yo hacía quilombo en todos lados, pero dejé de tomar hace quince años y eso cambió todo. Hoy solo está mi parte tímida. Intento ir hacia algo más tranquilo, no creo en esa idea de que las cosas tienen que estar mal para escribir. Ser sensible me parece bien. Dejar de tomar y encontrar más tranquilidad fue una decisión para escribir. Y al escribir tres tomos, el divertimento le gana a la angustia. Es tanto trabajo que lo desacraliza.

Vernon Subutex tiene un costado de novela negra. Es un género que permite que atravesemos todas las clases sociales…
Hoy encontramos eso en las series: en The Wire está la misma ambición de hacer una cartografía de la sociedad. No es consciente, pero el policial negro me formó. No aprendí literatura de forma académica, lo que empecé a leer muchísimo fue la novela negra. Lo que más me influyó recientemente es 2666 y Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Sus estructuras son muy desintegradas. Hay en él una sofisticación y una brutalidad algo intelectual, pero también algo gracioso y primario. Tiene una libertad increíble.

“La pornografía está omnipresente, se ven cosas horribles en la red, pero no hay más discursos. Como si la sexualidad se hubiera vuelto el último tabú.”

Cuando escribías Baise-moi, ¿ya tenías el proyecto de volverte escritora?
Sí y no. No sé de dónde me vino. No era consciente de una literatura contemporánea, salvo cuando leí a Ellroy. En cuanto se publicó Baise-moi, empecé otra novela, Perras sabias. El gesto de escribir no estaba sacralizado para mí. Lo hacía como se hace un video o una canción. En esa época, hacer cosas no tenía consecuencias serias. Estaba en una banda de rock, hacíamos hip-hop con la guitarra eléctrica. Envié mi libro a los editores como enviaba demos a sellos discográficos. No me daba cuenta de que Baise-moi no se correspondía para nada con el paisaje literario francés de la época. Era bastante gracioso, estaban Houellebecq (reseña de su último poemario), Darrieussecq, Nobécourt, Ravalec, Dantec (que todavía no era tan sombrío)… Fue una generación muy compatible que emergió en el mismo momento. Fue bastante festivo. En relación con el sexo, también era una época menos mojigata, podíamos aceptar a un Guillaume Dustan. Todo es más conformista hoy: en literatura, ya no hay experimentación. Es un tiempo menos festivo también.

¿El rock te influyó?
Sí, porque toda mi vida estuvo atravesada por la música. Hay muchísimas citas de letras de bandas en Baise-moi, un ritmo y una actitud que eran importantes en el rock. Era nihilista. En el momento en que Nirvana se volvió enorme, algo se terminó. Me acuerdo de que se escuchaba Nevermind en todos lados, me sentía desposeída de mi música. Y todas las grandes bandas estadounidenses se pusieran a firmar una tras otras con los grandes estudios. El broche de oro fue el suicidio de Kurt Cobain.

¿Te decepcionó tu generación?
No me decepcionó, pero me entristece. Nos encandilaron como conejos con los faros de un auto. Somos una generación desamparada. No nos esperábamos eso… nos hacíamos los duros, pretendíamos saber que el sistema era una porquería… Pero, en Europa, lo que pasó en estos últimos cinco años es que todo se desmorona sin que seamos capaces de emitir un pensamiento, de tener una perspectiva. Somos inconscientes en cuanto que generación, fuimos como un castillo de arena, todo se derrumbó sin que fuéramos capaces de analizarlo. Hicimos lo que pudimos pero son los más viejos o los más jóvenes los que analizan eso hoy. Y eso que nosotros nos creíamos con mejores herramientas para hacerlo. Creíamos que habíamos logrado todo, pero con la crisis, la caída del Estado de bienestar, del hospital y de la escuela pública, todo eso se cayó. Y eso produjo una extrema derecha muy fuerte. En fin, muy fuerte, es lo que nos intentan hacer creer… Pero son incapaces de producir un manifiesto, un programa fuerte, solo tuitean. Nos faltó ambición, o creencia en nosotros mismos. Fuimos flor de un día.

“Cuando la gente no es sincera consigo misma, está todo el tiempo corriendo detrás de algo. La intención de ser verdadero es lo que hace toda la diferencia.”

Hoy, ¿ves como un signo la prohibición de Baise-moi, la película, en 2000?
Nadie me apoyó en ese entonces. A partir de 2000 es el giro reaccionario, encarnado por una repentina fascinación por Philippe Muray, quien se había equivocado: el común de la gente ya no es más de izquierda. Hoy, la sociedad es más mojigata y ningún cineasta haría una película así. Veo a muchas directoras talentosas pero no me las imagino tratando el tema del sexo. Es como si ellas hubieran aprendido a contentarse con los temas que se espera de ellas. Pero hoy, alguien como Laurent Joffrin (N. de la R.: en ese entonces, periodista de Le Nouvel Observateur) no se permitiría atacarme con tanta virulencia porque formo parte del paisaje, trabajo con Grasset, recibí el premio Renaudot. En esa época, el hecho de ser una mujer y haber codirigido y filmado con actrices del cine triple X no iba, como tampoco iba cierta cosa proletaria.
Ahora, en cambio, el debate se amplió mucho más. Pero hoy, ¿quiénes son los escritores, los cineastas, los artistas plásticos que tratan el sexo? Es como si se hubiera vuelto un no tema, en el mismo momento en que, paradójicamente, el sexo invadió Internet. La pornografía está omnipresente, se ven cosas horribles en la red, pero no hay más discursos. Como si la sexualidad se hubiera vuelto el último tabú. Va con el movimiento reaccionario global, y es una catástrofe. Prohibir Baise-moi puso un freno al hecho de que buenos directores pudieran apropiarse de la pornografía y hacer con eso algo genial.

En 2006, publicaste Teoría King Kong, un ensayo para denunciar la sociedad patriarcal en la que vivimos. ¿Seguimos así?
A las mujeres aún ahora se les desaconseja tomar el poder. Ser lesbiana me puso más cómoda con el hecho de lograr cosas. Mientras que, en tanto heterosexual, estaba incómoda en la seducción con los hombres. Si el éxito te valoriza ante la chica con la que estás, o ante otras chicas, se transforma de pronto en un plus. Mientras que antes, el éxito era como si tuvieras seis kilos de más. Y además la propaganda promaternidad es una mierda: todas las mujeres no están hechas para ser madres. La realización en la maternidad es una propaganda. Incluso las mujeres que tienen hijos la tienen difícil. El peso de ser seductora, de triunfar (pero no más que tu chico), todo eso es un freno terrible que les impide a las mujeres avanzar. Y los hombres no se sienten para nada relacionados con el feminismo. Los hombres son cooptados sin pensar.

¿Esto se refleja en la literatura?
Para hablar del mundo, se toma más en serio a un autor hombre. ¿No se valoraron las mujeres que hablaban de la intimidad porque eso es lo que se espera de ellas: lindos temas menores, bien hechos? Volverme lesbiana cambió algunas cosas para mí porque conocí a Beatriz (N. de la R.: Preciado, filósofa, con quien vive hace diez años), que no se ve a sí misma como a una mujer intelectual, sino que tiene la megalomanía de un hombre, en el buen sentido del término. Me ayudó mucho. Hay un vínculo evidente entre creación y homosexualidad para las mujeres, podés hacer una historia del arte a través de las homosexuales, mientras que la heterosexualidad puede tirarte hacia abajo en cuanto que creadora. Para mí, cuando me volví lesbiana comprendí cuán importante era. Libera algo. Te autorizás más.

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Vernon Subutex 1 - Virginie Despentes

Vernon Subutex 1[/caption]

Vernon Subutex 1
Virginie Depentes
(Literatura Random House) 384 páginas
Traducción de Noemí Sobregues Arias

> megustaleer.com.ar/vernon-subutex-1

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