Willem Dafoe

Portador de uno de los rostros más llamativos del cine norteamericano, el inquieto actor se incorpora ahora a un escenario fantástico en la película John Carter. / Juan Manuel Domínguez

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Antes fue Spiderman de Raimi, y ahora, John Carter: entre dos mundos, la versión de Disney dirigida por Andrew Stanton (Buscando a Nemo y Wall-E) de los relatos fantásticos marcianos de Edgar Rice Burroughs. ¿Cómo te sentís en este tipo de proyectos?
Es lo mismo que hacer Anticristo de Lars von Trier. Siempre, antes y ahora, aunque he cambiado, intento involucrarme en proyectos donde creo que puedo entregarme del todo y donde sé que lo van a aprovechar. Aun así, esta no era una de esas películas-paquete. La gente estaba apasionada. Andrew Staton ha vivido toda la vida con este material. Lo mismo podría decirse de Raimi con Spiderman, otro ambiente de Hollywood puro, pero sentido en el corazón a la hora de construir el relato.

¿Seguís conectado como estos tipos con relatos de tu infancia?
Es raro. Sinceramente, me olvidé de mi infancia. O quizás esté viviendo mi segunda infancia. No lo sé. Pero como actor, es sabido que trato de ser exótico y misterioso (lo digo sin querer sonar como un idiota), ya que me gusta la aventura de hacer películas. Considerando que no soy necesariamente un gran fanático de la ciencia ficción o la fantasía, cuando escucho historias me gustan más las que se acercan al presente. Aunque me gustaría, ya que me rateaba de la Iglesia para verlo en la TV, hacer de Tarzán, mi conexión con Edgar Rice Burroughs. Aunque estoy un poco viejo para el asunto.

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“Que los niños anden por ahí con un muñeco tuyo sigue siendo algo muy extraño.”

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En la película hacés de Tars Tarkas, un guerrero barsomiano, un personaje creado digitalmente pero al que de todas maneras le pusiste el cuerpo. ¿Cómo es interpretar a una criatura marciana sabiendo que no te vas a ver?
Me acerqué al personaje desde lo físico. Tenía que usar un armazón, ya que la cabeza de Tars estaba un metro más arriba de lo que estaba la mía. A veces la gente piensa que esos acercamientos, sobre todo considerando mi forma de actuar, son sencillos. Por ejemplo: no creo que mi Duende Verde sea camp. Cuando la gente ve algo que está sobreactuado, carece de un lenguaje real para definir lo que esta viendo. A veces este tipo de papeles en los que todos te dicen “ah, esas cosas las haces de taquito” tienen, por el contrario, mucha más complejidad y reflexión de lo que se cree. Aunque, eso sí, que los niños anden por ahí con un muñeco tuyo sigue siendo algo muy extraño.

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John Carter: Entre dos mundos
De Andrew Staton